La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

Para leer desde el comienzo, haga clic acá.

Ahora que acabó la novela, cuál es tu personaje favorito?

sábado, 27 de febrero de 2010

Terremoto en Chile


Debido al terremoto en Chile ocurrido en la madrugada de hoy, anuncio que como acto de solidaridad desde el Perú, se postergará el inicio de la siguiente parte de "La guerra de 2012: Perú - Chile". Pido disculpas por la inconveniencia, pero creo que en este momento de desastre no sería lo más adecuado. Espero poder retomar la publicación el día jueves.

Muchos saludos, contamos con su pronta recuperación.

viernes, 26 de febrero de 2010

PowerPoint




Mis estimados,

Va acabando la semana de descanso. Las publicaciones se retomarán el lunes. Entre tanto, les dejo un link para que descarguen el PowerPoint que publicó Maycol.


Saludos!

domingo, 21 de febrero de 2010

Anuncios



Mis estimados, algunos anuncios ahora que ha acabado la primera parte.

Respecto de realizar una encuesta para decidir el desenlace de la guerra, mas no de la narración en sí, he decidido en contra de ello. Los comentarios que aparecieron después de que publicara mi inclinación hacia ello han mayoritariamente rechazado la idea. Después de todo, dichos comentarios pueden ser considerado una "encuesta" sobre la realización de la encuesta, que arrojó un resultado que tomo muy en cuenta. Considérense oídos.

Con el fin de la primera parte de "La guerra de 2012: Perú - Chile", tomaré un breve descanso de una semana para avanzar un buen "colchón" de entradas de la parte que le seguirá y asegurarme de una estructura que me satisfaga. Asimismo, he decidido cambiar los días de publicación, pasando a los lunes y los jueves. Nada mejor que empezar la semana con una nueva entrada de la guerra, ¿no?

Tampoco quisiera dejarlos completamente faltos de entradas. Si es que lo encontraran pertinente, abro, en la sección de comentarios de esta entrada, una sección de "Preguntas y respuestas". Las preguntas que aparecieran intentaré contestarlas el martes y viernes. O quizá no aparezca ninguna. Esas cosas pasan.

Quiero también aprovechar para hacer una consulta sobre un aspecto del blog. Varias personas que conozco directamente me han comentado que no han podido escuchar la música que acompaña a las entradas, el "soundtrack" de la narración, por ponerlo así. Pongo una encuesta al respecto, para decidir si busco una forma alternativa de que la música sea accesible.

Eso es todo, ¡gracias por la lectoría!
PD: A propósito, nadie le ha escrito a vengadorpachacutec@hotmail.com

viernes, 19 de febrero de 2010

XXVI. El comienzo del fin, o el fin del comienzo


“¿Recuerdan esa vocecita, que todos oímos pero ninguno menciona, que nos habla cada vez que el Perú pierde contra Chile en el fútbol? ¿La misma que nos hace recordar que a pesar del heroísmo de Bolognesi, de Grau, de Cáceres y de incontables otros, igual perdimos la guerra? ¿Aquella que nos dice que quizá Chile en efecto es y siempre será mejor que el Perú? ¿Que los peruanos no merecemos victorias que celebrar, no merecemos vivir bien? No se equivoquen señores: si todos oímos esa vocecita cuando perdemos en algo tan nimio e insignificante como lo es el fútbol, o por haber perdido una guerra hace 133 años, en caso de ser derrotados en esta guerra lo que oiremos será un rugido ensordecedor del que nunca nos recuperaremos. Si en 1879 se jodió el Perú, en 2012 tenemos la posibilidad de enderezarlo. Para nosotros, no hay alternativa a la victoria.

General Otto Gjurinovic

21 de abril 2012

Para el 21 de abril de 2012 las fuerzas peruanas se habían reorganizado y se aprestaban para lanzar su contraofensiva. El puño blindado, conformado por la primera brigada de caballería y la décimo octava brigada blindada, se estaba reconcentrando, con extremo cuidado, al sur del departamento de Arequipa. Eran unos 120 modernos, pero aún no probados en combate, MBT-2011s, más sus vehículos de apoyo y reforzados con los T-55 y AMX-13 que habían sido sacados del retiro y reacondicionados. Las tripulaciones de los SMERCH estaban ansiosas por probar sus temibles andanadas de misiles contra los invasores mientras que las seis brigadas y media de infantería que estaban seleccionadas para sumarse al ataque esperaban impacientes. Asimismo, en las últimas semanas, los técnicos de la FAP habían hecho prodigios con los repuestos recibidos de fuente desconocida y habían restaurado la operatividad de algunas aeronaves, con lo cual esperaban contribuir al ataque.

Mientras tanto, los chilenos estaban haciendo sus propias maniobras. Debido a la velocidad en que se desarrolló la crisis que desembocó en la guerra, su invasión había sido una especie de “rolling start”, por lo cual seguían moviendo unidades hacia el norte. La resistencia peruana había sido más tenaz de lo esperado en los años anteriores a la guerra, y ello –sumado a las directivas de La Moneda de evitar ampliar la guerra más allá de la zona inmediata a la frontera– conspiró contra un avance más profundo en territorio peruano. Estaban divididos principalmente en dos escalones. Una fuerza de cobertura se había desplegado básicamente siguiendo el cauce del río Sama, preparada para resistir una contraofensiva peruana. Por otra parte, las fuerzas que sitiaban Tacna, después de cinco frustrantes días de bombardeo infructuoso, y bajo intensa presión del gobierno para finiquitar la guerra, estaban prestas a asaltar los escombros de la ciudad. Una tercera fuerza, más pequeña, se preparaba para lanzar su propia ofensiva hacia la sierra de Tacna, con el fin de obliterar a los insurgentes.

El desgaste afectaba también a los chilenos. Las bajas en las fuerzas blindadas chilenas les había impelido a movilizar hacia el frente a sus Leopard 1, para suplementar sus blindados principales, los Leopard 2. Los éxitos de la ofensiva aérea estratégica de la FACH se habían visto contrastado por la pérdida de varias unidades, todas irremplazables en el transcurso de la guerra. Sus altos mandos ya se quejaban de que se le estaba pidiendo demasiado –defensa de superioridad aérea, ataque a tierra, ofensiva estratégica– a una fuerza aérea que era, en medio de todo, pequeña.

Quizá el frente naval era donde más extraña resultaba esta guerra que, después de todo, se había iniciado por la delimitación marítima. Después de los encuentros iniciales –en los cuales los únicos daños permanentes que se habían infligido mutuamente eran un crucero de la segunda guerra mundial y un viejo tanquero, ambos destinados al retiro en el cortísimo plazo– la Marina de Guerra del Perú se retrotrajo a Ilo, a servir de “fleet-in-being”. La Armada de Chile, por su parte, solo buscó mantener cautelosas patrullas de la zona marítima disputada. Mientras la guerra les favoreciera, el gobierno chileno no estaba dispuesto a arriesgar su flota en un encuentro decisivo con la numéricamente par contraparte peruana. Los airados reclamos de los marinos peruanos al verse confinados a su base solo pudieron ser paliados al asegurárseles que tendrían una función clave que cumplir en la contraofensiva. Deberían desembarcar sus fuerzas de infantería naval detrás de las líneas chilenas, en la playa Los Palos, con el fin de distraer fuerzas chilenas del eje por donde se llevaría a cabo la principal ofensiva peruana. Dicha operación decididamente llevaría a un encuentro decisivo y de épicas proporciones con la Armada de Chile.

Cualquiera que fuera a ser el resultado, sería una lucha titánica. Las organizaciones internacionales no habían dejado de ejercer presión y amenazar con sanciones a los beligerantes durante las dos semanas que había durado ya la guerra. Se había hecho evidente, sin embargo, que no se alcanzaría un cese al fuego sino hasta que se hubiera producido una decisión en el campo de batalla. Para Chile, ello consistiría en eliminar la guarnición de Tacna, propinándoles así una derrota decisiva a los peruanos. Para el Perú, restablecer contacto con dicha guarnición e infligir bajas inaceptables en las fuerzas chilenas.

Los militares insisten en que aquello que voy narrando –el ataque cibernético, los otorongos y los insurgentes– no constituyen más que notas al pie de página en la historia de esta guerra. Dicen que las Fuerzas Armadas profesionales fueron las que tuvieron el papel principal en el desarrollo de los acontecimientos. Quizá sea cierto, no estoy en condiciones de dar un veredicto final al respecto. Sea cual haya sido su verdadero impacto en la guerra, grande o pequeño, considero que la historia de estos personajes merece ser contada, y eso es lo que humildemente intento hacer por este medio.

Las condiciones estaban dispuestas. Ninguno de los dos bandos tenía la menor intención de perder esta guerra. Los peruanos ardían por vengar los muertos de Tacna, y sacarse el clavo de la guerra del Pacífico. Si vencían, desde ese día en adelante podrían mirarle a los ojos a los bustos de Grau y Cáceres que están presentes hasta en los más pequeños villorrios en todo el territorio de la república y decirles mentalmente “misión cumplida”. Los chilenos, por su parte, se sentían los herederos de quienes tres veces ocuparon la tres veces coronada villa de Lima, orgullosos miembros del ejército vencedor, jamás vencido. Ninguno estaba dispuesto a echar por la borda esa tradición.

Como muchos otros peruanos, el 21 de abril de 2012, me encontraba sumido en la más profunda depresión. Salí del trabajo y me dirigí a "The Corner", en Miraflores, a emborracharme con cerveza importada y ver deportes estadounidenses. Quizá por algunas horas podía hacerme creer a mí mismo que no vivía en un lugar llamado Perú, conocido por Machu Picchu y siempre perder las guerras. ¿Y ustedes qué hacían por aquellos oscuros días?

FIN DE LA PRIMERA PARTE






martes, 16 de febrero de 2010

XXV. Cultura combi



“En la venganza el más débil es siempre más feroz”

Honoré de Balzac

Había una vez una selva en la que vivían los animales en paz gobernados por un viejo… ¿León? Eh, no, un león no. Un… tigre. El problema era que el tigre ya estaba muy viejo, y había unos leopardos de tierras lejanas que querían conquistar la selva. Cuando atacaron, el tigre intentó defender a sus súbditos, pero los leopardos eran muchos y muy fuertes. Mataron al tigre, y los leopardos se declararon los nuevos reyes. Pero los leopardos abusaban de los habitantes de la selva. Un día se reunieron, y empezaron a debatir. “¡Debería pelear el oso de anteojos!” dijo el búho. “No puedo pelear yo.” dijo el oso de anteojos “Estoy muy ocupado leyendo, y si los leopardos me botan los lentes, ¡ya no podré ver nada!”. “¡Entonces debería pelear el gallito de las rocas!” sentenció el búho. “No puedo pelear yo.” dijo el gallito de las rocas “Soy muy bonito para pelear, y soy tan colorido que no podría acercarme a los leopardos sin que me vean primero y me coman”. “¡Que pelee el mono capuchino, entonces!” dijo, decepcionado, el búho. “No puedo pelear yo.” dijo el mono capuchino “A mí solo me gusta divertirme”. “¿No habrá nadie que nos defienda de los leopardos?” suspiró el búho. “Yo pelearé con los leopardos” dijo el otorongo. “Pero otorongo, tú creciste en el zoológico, tú no sabes pelear. Los leopardos te harán trizas” le replicó el búho. “No importa. Alguien tiene que intentarlo. Los sorprenderé, no esperarán que yo pelee contra ellos” dijo el Otorongo.

¿Y quién gana al final, profe? ¿El otorongo o los leopardos? Cecilia se había quedado dormida, y Francisco dejó el cuento inconcluso. Regresen al trabajo, que ya casi no tenemos tiempo. Habían estado viviendo en la base militar los últimos días, y la única manera de pasar algunos momentos con su hija había sido tramitarle un permiso para que pudiera ingresar. Había estado esperándolo sentadita varias horas, para pasar algunos momentos con él, pero Francisco recién se desocupó avanzada la noche, y a ella le ganó el sueño.

La cargó para acostarla en uno de los destartalados sofás de la base. Era cierto que se había desilusionado del proyecto otorongo y de haber sido compatible con su deber como peruano, habría renunciado a él por completo. Pero usó eso para maniobrar con León. El general seguía dilatando el traspaso permanente de la patente del Otorongo a su nombre. Ramírez sabía que le seguiría dando “migajas” por todo el tiempo posible, y en ese trámite consiguió que por intercesión suya, Austral Seguros (propiedad del Grupo G-Y) le extendiera un seguro de salud amplísimo a él y a su única dependiente: Cecilia. Los costos del trasplante estaban asegurados, y eso era lo único que le interesaba.

El trabajo era duro y los días largos. Habían estado supervisando y afinando los otorongos que estaban siendo usados para el entrenamiento. En ese momento estaban practicando maniobras nocturnas. A ver, ¿qué le pasa al idiota del número 7? Llauce había confesado privadamente que sus choferes eran bastante avezados, intrépidos y competentes como pilotos individuales, cualidades que los hacían odiados en las pistas de Lima, pero medianamente utilizables en esta situación. Sin embargo, les faltaba la disciplina necesaria para mantener unas formaciones lo suficientemente parecidas a las de una unidad blindada real, especialmente de noche. Se acercó al otorongo número 7, de Carlos García, y le ordenó al chofer que se bajara. ¡Oye imbécil! ¿Qué te han dado de comer hoy? ¿Arroz con cojudez concentrada? ¿Sopa de bruto? ¿Jugo de estupidez? ¿Contesta huevón! ¿Quién te ha hecho creer que tienes pasta como para estar acá? ¡Ubícate cojudo! ¡Yo no necesito que cretinos como tú vengan a cagar mi unidad! Nunca serás más que un chofercito de combi inútil. Quizá puedas manejar un camión de comida y nada más. ¡A darle diez vueltas a la pista de salud, a ver si así bajas la rueda de repuesto, gordo de mierda!

El trámite para renunciar a los “batallones de ataque especial” y pasar a ser conscripto común y corriente no era sencillo, pero varias tripulaciones ya lo habían iniciado. El régimen de entrenamiento al que los sometía el comandante era brutal. Apenas habían dormido en cinco días y los errores eran castigados de manera severa. Llauce les ordenó que repitieran el ejercicio y fue a conversar con Ramírez y su equipo sobre cuestiones técnicas. Al rato, el comandante y el ingeniero se separaron del grupo. ¿Son verdaderos los rumores? Sí comandante. Más de la mitad. Vaya. Dicen que cuando tanta gente pide trasladarse de una unidad el comandante es un tirano o un incompetente. Así parece, así parece. Ya pues, seguimos. ¡A ver, maricones! ¡De vuelta al punto de partida! ¡Veinte vueltas a la pista de salud al primer imbécil que la cague!

De nada sirvieron las explicaciones, por más sensatas que estas fueran. Si durante las guerras en Irak y Afganistán las fuerzas de EEUU y la OTAN, con fuerzas mil veces más modernas que las que tenía Chile, mataban civiles accidentalmente con incómoda frecuencia, no se podía esperar más de unas fuerzas –en medio de todo– tercermundistas. Al transmitirse en todos los medios las imágenes captadas por Filomeno, la opinión pública peruana se convenció de que la masacre del día anterior desnudaba la barbarie e insania chilena, y juraron venganza.

A la mañana siguiente, estaba toda la unidad formada. Francisco volvió a consultar respecto de las solicitudes de traslado, confiado en que la locura estaría llegando a su fin. Casi se atraganta con su pastilla al oir lo que la secretaria le contó. Todas las solicitudes de traslado habían sido retiradas. En ese mismo momento, el gordo García en representación de todos los tripulantes le entregaban a su comandante una carta manuscrita en que solicitaban que se le cambiara la designación de su unidad del estéril “Batallón de ataque especial número 4” a un más sonoro “Batallón Vengadores de Tacna”.

Minutos después, otro oficial le entregó sus órdenes a Llauce. Las unidades de Otorongos debían prepararse para partir inmediatamente al sur. Ramírez había salido al patio para entonces, y alcanzó a intercambiar una mirada de resignación con el comandante. La contraofensiva peruana estaba por empezar, con Otorongos y todo.


viernes, 12 de febrero de 2010

XXIV. El valle de sombra de muerte




“Cuando el enemigo avanza, retrocedemos. Cuando acampa, lo hostigamos. Cuando se fatiga, lo atacamos. Cuando se retira, lo perseguimos.”

Mao Zedong


El repliegue lógico era hacia la sierra de Tacna. La coordinación entre las diversas rondas era precaria, pero la directriz general pudo transmitirse. La maniobra contó con la ventaja de la experiencia adquirida, que les había enseñado la utilidad de dejar pequeños equipos a cubrir la retirada con explosivos. Incluso regar los caminos con las carcasas de los animales que les habían ido mandando desde la sierra resultaba provechoso. Como obstáculo en sí no era mucho, pero ya habían estudiado las contramedidas chilenas después de haber usado algunos de ellos como camuflaje para sus dispositivos explosivos improvisados. Cualquiera de ellas implicaba que la columna se detuviera en su desplazamiento, pausas que podrían durar desde unos pocos minutos hasta horas. En el corto plazo y en cualquier momento dado –por mucho que se esforzaran los chilenos– en el frente siempre había más amenazas de bombas que expertos en su desactivación. Cualquier hostigamiento al buen funcionamiento de las fuerzas invasoras era bienvenido.

Los pelotones auxiliares habían sufrido bajas atroces en los aproximadamente diez días en que habían estado desplegados en la retaguardia chilena. Lo que sorprendía a Páucar era que con bajas y todo, el total de auxiliares a su disposición siempre parecía estar en aumento.

Tenemos que concentrarnos en el enemigo. Entrenar, entrenar y entrenar a los novatos y regresar al desierto a derrotarlos. No sé sobre lo último, Malqui. No hay tiempo para alcanzar un “equilibrio estratégico”. Tanto Malqui como Páucar levantaron las cejas al oír pronunciadas esas dos palabras de boca de Filomeno Poma. Tomó nota y guardó silencio. Tenemos que atender lo otro también. ¿Está seguro, don Pedro? ¿No estaríamos distrayendo recursos? Pienso igual, Páucar. Debemos enfocarnos en el enemigo. Hostigarlo hasta dejarlo exhausto. Escúchenme, podemos hacer ambas cosas. Si no peleamos por la gente, ¿por qué estamos peleando? ¿Acaso ellos se preocuparon por nosotros cuando perdimos todo en las inundaciones? ¡Son mis órdenes, carajo! Bueno, Páucar, como prefieras. Siempre y cuando sigamos castigando a los chilenos sin descanso.

El desplazamiento hacia la sierra había acortado las líneas de suministro de los peruanos. La comida era mejor, y estaban más acostumbrados a su territorio y clima que al inclemente desierto. Era el espacio ideal para reconstituir sus fuerzas y resistir al enemigo. Junto a un grupo de refuerzos desde Uchullucllu llegaron también noticias. Las cosas no habían mejorado desde que los primeros partieron al frente. Al parecer, con las inundaciones de 2010 se acabó toda el agua del cielo. Seguía la sequía y el dinero de la caja comunal se había acabado. Varios de los comuneros estaban inclinándose a la opción de aceptar la generosa propuesta que les había hecho la empresa.

Lejos de la ciudad del Cuzco misma, y del turismo que esta generaba, Uchullucllu seguía sumida en la pobreza más absoluta. Desnutrición crónica, analfabetismo rampante. Los soldados chilenos con los que se enfrentaban les llevaban en promedio una cabeza en estatura. Por eso era que el ciudadano Páucar había tomado tan en serio su rol de obtener beneficios para los ronderos que habían peleado en el conflicto armado interno. Los combatientes de las FFAA, tanto del conflicto interno como de los externos, sí recibían pensiones, por lo cual consideraba injusto que los suyos fueran tratados de manera distinta. Sus muertos estaban tan muertos como los demás, sus esposas igual de viudas, y sus hijos igual de huérfanos. Pero sus trámites habían sido rechazados. Si a ello se sumaba los incontables retrasos que había sufrido la construcción de la carretera que pasaría cerca de la comunidad y que prometía sacarlos de su marasmo, el tiempo se les iba acabando. Páucar siempre se había opuesto a la venta de las tierras, pero con él en el frente de batalla, su postura iba perdiendo fuerza. Siempre habría tiempo después de la guerra para solucionar los problemas. Por lo pronto, se preocuparía por reorganizar sus fuerzas para una nueva incursión en el desierto.

Después de la guerra aparecieron muchas voces que afirman que todas las formaciones “auxiliares” no tuvieron más que un papel marginal en toda la guerra, y citan cifras y proporciones muy sensatas. Sin embargo, cuando se pelea en medio de la “neblina de guerra”, las cosas suelen no resultar tan claras. Después de más de diez días de guerra, en Chile ya se estaba tratando de ultimar una “estrategia de salida” que les garantizara condiciones seguras en el futuro. Propinarle una derrota al Perú en sí mismo no lo aseguraba, ya que podría más bien llevar a la amenaza de una paz armada frente a un electorado peruano que elija a un revanchista radical en la presidencia. Dado que, como bien dijo Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, había que asegurarse de una derrota política a todas las fuerzas que pudieran querer la revancha. Humillar a las FFAA peruanas en los ojos de sus conciudadanos podría cumplir con mellar su prestigio como fuerza política.

Entonces, a pesar de su papel materialmente marginal, la clase política chilena no podía permitir que la resistencia de los ronderos se convirtiera en un capital político que pudiera ser aprovechado por un radical peruano. No debía quedar una fuerza sin derrotar que pudiera después reclamar que fue “acuchillada por la espalda”. Al mismo tiempo que los ronderos descansaban, soldados de elementos de la Brigada de Operaciones especiales “Lautaro” volvían a afilar sus corvos y repasaban sus ubicaciones en sus helicópteros. La guerra se pondría más dura aún.

A los ronderos todavía les cupo tener un efecto fuera de proporción a sus fuerzas. A la mañana siguiente, una pequeña patrulla liderada por Filomeno, siguiendo las órdenes de don Pedro, se internó por el valle del Caplina, casi hasta Tacna misma. Por muy patriotas que pudieran haber sido los tacneños que no evacuaron la ciudad antes de que empezara la guerra, el bombardeo ya fue demasiado. Durante eso días, grupos pequeños de civiles intentaron salir de la ciudad siguiendo el valle. Aquellos que llegaban a sustraerse del aro chileno terminaban exhaustos y desprotegidos. Páucar asignó a algunas rondas a patrullar la zona valle arriba para poder rescatar refugiados y llevarlos a buen recaudo. Era natural esperar que en estas circunstancias encontraran algunos civiles muertos. Solo Filomeno mantuvo la compostura mientras filmaba y fotografiaba la carnicería que encontraron. Al parecer, un grupo de civiles que escapaba de la ciudad había sido el blanco de la artillería chilena. Filomeno ya sabía qué hacer al respecto.

Send.




martes, 9 de febrero de 2010

XXIII. Qué tulu...


“Compatriotas! A llegado el momento de que todos contraataquemos a los chilenos! Escrivan a vengadorpachacutec@hotmail.com para saber como”

Volante distribuido durante la guerra.

Maycol discretamente reemplazó el toner que había gastado por uno de la empresa. Se había olvidado de hacerlo la noche anterior, y era potencialmente peligroso que alguien se hubiera percatado de ello. Sencillamente se le estaba acabando el tiempo; la contraofensiva estaba por empezar en corto plazo. Tan solo investigar las vulnerabilidades de las principales empresas chilenas y hackear los servidores de correo de los militares peruanos y chilenos eran trabajos titánicos. A ello había que sumarle sus peregrinajes nocturnos y la “Operación Mega Plaza”. Era demasiado para una sola persona. La ayuda de Enrique era clave, probablemente sin ella ya habría tirado la toalla. Pero la masa crítica de computadoras estaba aún muy lejos de ser alcanzada. El círculo de amigos de Enrique había tenido una reacción igual de tibia que la que había mostrado el de Maycol.

Puta madre, Maycol, checa. Se estaban filtrando imágenes de Tacna a los noticieros y a YouTube. Ninguno de ellos había estado ahí, pero la ciudad que habrían conocido parecía estar en camino a dejar de existir. Ante la negativa peruana a las ofertas de capitulación, Munizaga había decidido proceder a intentar una campaña pequeña de “shock and awe” con los medios a su disposición. Había concentrado toda la artillería que podía y desde el día anterior había empezado el bombardeo de la ciudad. Habiendo perdido los peruanos la mayor parte de la suya en los combates en el Intiorco y Arunta, sus contrabaterías fueron débiles y silenciadas rápidamente. Ya que el objetivo de Munizaga era minimizar las bajas chilenas, la FACH casi no tuvo participación, ya que los MANPADS peruanos seguían constituyendo una amenaza. Mientras duraba el bombardeo, no había quién sacara a los civiles enterrados en los edificios derrumbados, o que apagara los incendios. Para rematar, zumbaban rumores de una vasta operación contrainsurgente llevada a cabo en la retaguardia chilena. Los primeros y conservadores estimados del daño que los ataques aéreos le habían hecho a la economía peruana sumaban ya los centenares de millones de dólares. Pero también era cierto que el gobierno chileno no podía darse el lujo de una guerra indefinida, y pronto empezaría a presionar a sus generales para que obtuvieran una decisión final.

Qué tulu, realmente. ¿Tulu? O sea, perturbador, maligno. Bueno, está bien… Siguieron viendo el video en HD que había en YouTube. Puta madre Maycol, si la empresa no me hubiera sacado, ya estaría yendo a sacarles la mierda a esos hijos de puta. Oe Enrique, qué vas a estar peleando allá si no jalas ni cinco minutos en el fulbito… ¡de mano! Mantengámonos concentrados en lo que tenemos acá. ¿Pero qué chucha estamos haciendo? El DDoS está listo, pero nos faltan “zombies”. Es como tener los fusiles, pero nadie que los quiera usar. Ya, ya, algo se nos ocurrirá.

Sonó el interno. Informática. Ajá. Ajá. Sí, puedo subir en diez minutos. Bueno, él anda medio ocupado… A ver, un momento. Oe, Maycol, es la chica esa, Bianca, dice que su computadora se ha malogrado de nuevo y que quiere que tú se la chequees. El jefe del área de informática levantó las cejas. Dile que mandaré a alguien. Ok.

El día avanzaba, y la frustración en Lima aumentaba. Nadie sabía lo que estaba haciendo el gobierno, aparte de protestar ante organismos internacionales que resultaban impotentes en el mejor de los casos, ambivalentes en el peor. Los defensores de Tacna, tanto dentro como fuera de la ciudad, peleaban como podían. En su correo personal, de la oficina, Facebook, etc. Maycol recibía incontables mensajes convocando a diferentes movilizaciones para exigirle al gobierno que atacara a los chilenos con el resto del Ejército. Después de todo, de las catorce a dieciséis brigadas peruanas que existían en el papel, solo estaban involucradas en combate cuatro o cinco. ¿Y dónde estaban los famosos y recientemente llegados tanques chinos? Ya circulaban rumores en forosperu.net de que los habían intentado arrancar y que a los tres metros se habían fundido los motores y que sus cañones se derritieron después del primer disparo de prueba.

¿Y qué fue? Llegaba Enrique con el CPU de Bianca. Ah, Chiara preguntó por ti. Ni me la menciones por ahora, tengo que tener la cabeza despejada. Bueno, sobre la computadora, la misma huevada. Virus, troyano, algo. La gente no se cansa de mandar forwards y bajarlos. ¿Sí pues, no? Maycol volvió a mirar su bandeja de entrada. Ya pues, huevón, nos armamos un PowerPoint y un correo y los soltamos para que la gente se los empiece a mandar entre sí. Total, no perdemos mucho, ¿no? Puede ser, Maycol, puede ser. Pero si mandamos el programa por correo libremente, es probable que alguien se lo termine mandando a un chileno, intencionalmente o no. Y de ahí, de alguna manera podrán desarrollar alguna contramedida. Cierto, cierto. ¿Qué te parece si circulamos el link a una página donde puedan descargar el programa, pero que esta no responda ente IPs chilenos? En un mundo ideal, normal. Pero el forward mismo no lo puedes restringir. Llegaría a Chile de alguna manera u otra. Y de ahí, hacen que un agente chileno en el Perú descargue el programa y lo manda a Chile para su análisis. Sí, sí. Tiene que haber alguna forma de aprovechar el potencial masivo de la Internet, pero complementándolo con algo que restrinja su circulación a quienes no deban acceder a ello. Imposible. ¿Y si restringimos de alguna manera el acceso al programa a minutos o pocas horas antes de lanzar la ofensiva? Quizá así demorarían en analizarlo, así que el ataque podría ser efectivo. ¿Pero cómo?

Maycol caminaba meditabundo de vuelta a su casa después del trabajo. Subió por el puente de Mega Plaza, donde como todas las noches se reunía un gran número de personas a ver a las chicas hacer sus clases de aeróbicos. Cualquier cosa por mantener algún sentido de normalidad en medio de la guerra. Bajando las escaleras al otro lado de la Panamericana, no pudo evitar pisar los muchos ejemplares de los volantes que había fotocopiado en la empresa y distribuido la noche anterior Habían sido descartados por montones a los pocos metros. No le era fácil ver tanto trabajo tirado al traste. Pero cuando se conectó esa noche a la página en línea de “El Comercio” y “La República” para ver las últimas noticias fue que obtuvo la idea que tantos de nosotros pudimos atestiguar. La clave no era usar un medio u otro, sino combinarlos.


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sábado, 6 de febrero de 2010

Entrada informativa: encuesta



Esta entrada tiene una finalidad informativa y no es parte de la trama de la narración. Nos estamos acercando al final de la primera parte de "La guerra de 2012: Perú - Chile" y he decidido compartir algunas reflexiones sobre lo que se viene en la segunda parte. Descuiden, no hay "spoilers".

Desde que empezara a publicarse este texto, empezaron las especulaciones sobre quién ganaría eventualmente la guerra. Tomando como premisa primera que el autor es peruano se ha hecho la deducción de que el resultado final recurriría al cliché de una victoria peruana obtenida con grandes sacrificios cuando inicialmente todo parecía perdido. Por otra parte, podrían haber aquellos que considerarían que para evitar ese cliché, el final consistiría en una trágica derrota peruana. Infortunadamente, por lo menos en el Perú el sentimiento de "siempre perdemos en las guerras y el fútbol" también cunde, haciendo que dicho desenlace pueda asimismo ser caracterizado como cliché. Ser cliché o ser cliché, esa es la pregunta.

Tratar de adelantarse a lo que se propone en el texto es casi inevitable, pero siempre se basa en la premisa de que hay un autor detrás de todo ello, y está la confianza en que dicha entidad traerá orden y significado a todo el mundo ficcional. Hay una cierta estructura frente a la cual uno no tiene posibilidades de actuar, convirtiéndose uno en lo que Cortázar denominó (con un término muy desafortunado) un "lector hembra". Considero que ello va en contra de lo que una guerra suele ser, es decir, un caos absoluto en el que convergen las voluntades, acciones y deseos de innumerables personas y entidades.

Por ello, estoy inclinado a proceder con una idea que me estuvo rondando en la cabeza desde antes que empezara a publicar este texto: el éxito o fracaso de la contraofensiva peruana será decidido por los lectores, por medio de una encuesta en línea.

Cabe hacer acá algunas aclaraciones. La primera sería sobre la posibilidad de develar precipitadamente un tema crucial de la narrativa. ¿Quién querría saber con anticipación quién va a ganar la guerra? Bastaría con ver los resultados de la encuesta para saberlo. Ante ello, aclaro que los resultados serían secretos, y que el único que podría ir viendo los resultados para ya ir escribiendo por adelantado sería el autor.

Otra duda que podría aparecer, sería la de la posibilidad de que un individuo pueda quedarse en su computadora todo el día votando por su opción preferida, y así ilegítimamente inclinar la balanza para un lado u otro. Se permitiría un voto por IP (o sea, por máquina), con lo cual ese fenómeno se reduciría drásticamente. Por otra parte, confío en que todos los presentes se comportarán como caballeros.

Algunos podrán sentir una duda respecto de la legitimidad del resultado de la encuesta, ya que quizá una abrumadora mayoría de los lectores podría ser de una nacionalidad u otra, y que en consecuencia se sientan inclinados a votar según ello. Frente a lo primero, para sorpresa mía, la lectoría está razonablemente pareja, y han habido días en que la proporción se invierte fuertemente. Además, el atractivo de influir en el resultado de una guerra, aunque sea ficticia, quizá atraiga más gente de ambos lados de la frontera. Y por otra, no necesariamente estoy convencido de que todos voten según el color de su pasaporte. Creo que cualquier cosa podría pasar.

Finalmente, aquellos que han leído todo el texto podrían sentir que sería injusto que otros recién llegados tengan igual voz que ellos y que voten por un desenlace u otro simplemente por nacionalismo, diversión o lo que fuera. Por ello, la encuesta incluiría una que otra pregunta de trivia sobre el desarrollo de la narración, de manera que su lectoría será premiada de esa manera. Claro está que aquel lector que se sienta entusiasmado por la opción que defiende está más que bienvenido a llamar a sus amigos y conocidos para que lean y voten en la encuesta, posiblemente por la misma opción de quien los contactó.

De esta forma, creo que la experiencia de la lectura de la narración resulte en algo parecido a una guerra (espero que solo sin el nacionalismo exacerbado, odios y demás fenómenos desagradables) -o mejor aun- una competencia saludable, en la medida en que su resultado no depende de una sola persona, sino de la confluencia de muchos. Y que incluso uno mismo puede empujar el resultado para un lado u otro, aunque sea con un grano de arena.

He de confesar que yo mismo me encuentro un tanto nervioso al "liberar" el desenlace a todos. Evidentemente este es un tema muy opinable y habrá quienes estén a favor o en contra de este rumbo. También habrán quienes quieran dar sugerencias para que funcione aun mejor. En general, en este momento ni yo sé cómo terminará la historia. Dependerá de quién esté más decidido a ganar, supongo.

viernes, 5 de febrero de 2010

XXII. La envidia de Chile es mi progreso

(Imagen originalmente del blog "El Otorongo" de Perú.21)


The Peruvian economy has been hit hard by the latest Chilean airstrikes. Despite its stubborn resistance, most military analysts believe that Peru is nearing the end of its tether.

Kate Randy, corresponsal de la BBC

16 de abril de 2012


El teniente-coronel Arturo Llauce bajó del Cessna 303 Crusader determinado a hacer un buen papel. La guerra no estaba yendo nada bien, pero el “pequeño Rommel” finalmente había sido sacado de la congeladora -literal y figurada- donde había estado desde 2010. ¡El mando de un batallón de tanques! Después de todo lo que había pasado, los MBT-2011 no eran tan malos, y eran lo mejor que el Perú podía desplegar en el campo de batalla. Comandar un batallón de estos sería un trabajo muy peligroso, pero era la misión para la que había entrenado desde que había ingresado a la Escuela Militar de Chorrillos. Definitivamente era mejor que seguir en Puno, donde no había tanques ni de adorno.

En Tacna, el general Choquehuanca había dado inicio a la Operación “Leonidas-Bolognesi”, que consistía en una resistencia a todo trance frente al Ejército Chileno. La consigna era clara: habrían de aplazar la rendición lo más posible para obligar a Chile a seguir gastando dinero y recursos en la guerra sin lograr una decisión clara en ella. Los mejores armamentos del Perú seguían sin haber sido comprometidos en la lucha: los MBT-2011, los SMERCH… incluso se rumoreaba en las Fuerzas Armadas que en las semanas anteriores a la guerra se había conseguido repuestos de quién sabe dónde, lo cual permitiría que algunos MiG-29 y los Su-25 adicionales estarían prontos a entrar en acción. Con una contraofensiva exitosa, el Perú podría restablecer contacto con los sacrificados defensores de Tacna, y llegar a un cese al fuego en condiciones de igualdad. Llauce sentía esa expectación que se experimenta en los momentos anteriores a emprender una gran empresa.

Repasaba mentalmente las fortalezas y debilidades del MBT-2011 mientras llegaba a su nueva designación. Evaluaba qué haría al enfrentarse a los Leopard 2A4 del Ejército de Chile. En el papel, estaban casi a la par. Mucho dependería de quién tuviera el mejor despliegue táctico, y si el cuestionado tanque chino estaba realmente a la altura de las circunstancias.

Bajó del taxi y se dirigió a la puerta de la fortaleza. Ingresó y esperó para recibir instrucciones sobre su nueva designación. Para sorpresa suya, fue recibido por un civil con cara de recién despertado y, como suele decirse, “resina”. Comandante Llauce, bienvenido. Soy el Ingeniero Francisco Ramírez, le mostraré la unidad que estará bajo su mando. Qué extraño. Venga por acá.

A lo lejos, Llauce divisó sus tanques, estacionados en fila. A medida que se iba acercando, notaba que tenían algo de extraño. Más cerca aún, vio algunos detalles en la parte trasera de los chasis y las torretas. ¿Mis dos amores, Jhosclyn y Gherson? ¿La envidia de Chile es mi progreso? Una estampa gigante de Sarita Colonia. ¿Qué tipo de indisciplina es esta? Ah, es una pequeña concesión hecha a las tripulaciones, usted sabe. ¿Concesión? ¿Cómo que concesión? ¡Esta es la rama de caballería del Ejército del Perú, oiga! ¡No puedo comandar estos MBT-2011 al campo de batalla con esos garabatos! Ramírez paró de súbito. Comandante, ¿no le informaron en qué consistía su unidad? Claro, un batallón de tanques que se está alistando para la contraofensiva. Venga, comandante, le presentaré sus tripulaciones, creo que eso le aclarará la situación.

Llauce no podía creer lo que estaba viendo. En efecto, choferes guatones –entre ellos, Carlos García– y cobradores con cara de pirañitas. Indisciplinados y desmotivados como ellos solos. Los únicos que tenían alguna idea de lo que iban a hacer eran los reservistas cuarentones que iban a operar los misiles anti-tanques Malyutka. ¡Malyutkas! ¡Tecnología de punta de la época de Velasco!

El comandante oyó en silencio la exposición de Ramírez. El MBT-Otorongo, vehículo señuelo con capacidad anti-tanque. Combis con chasis que simulan el perfil del MBT-2011 tanto del aire como desde tierra. Rol operacional, atraer ataques aéreos enemigos mientras las unidades se despliegan para entrar en contacto con las líneas enemigas, reduciendo así los ataques sobre los tanques de batalla reales. Rol táctico, lanzar una volea de misiles anti-tanque contra los chilenos, atrayendo el fuego enemigo, y retirarse en caso de sobrevivir. Misil de reserva a ser usado solo en casos de emergencia.

La situación y la razón para su designación se le hacían más claras a Llauce a medida que la realidad se asentaba. Él había denunciado internamente las irregularidades en la compra de los MBT-2011 años atrás, dirigida por el general Ernesto León. Para “salvaguardar la imagen del Ejército del Perú”, sus denuncias no fueron hechas públicas, pero León fue removido de su importante y lucrativo puesto en adquisiciones a la muy menor de “proyectos especiales”. León tenía demasiados aliados dentro de la institución como para ser destituido por completo, y estos le hicieron saber su disconformidad a Llauce, con su sorpresivo traslado a Puno semanas después del incidente. Ahora tenía sentido la comunicación que había recibido de parte de León. Felicitaciones por tu nuevo batallón de tanques, Llauce. Finalmente recibes un mando a la altura de tus cualidades morales. Ten en cuenta que te recomendé muy especialmente para este puesto. E. León.

Ingeniero Ramírez, buenas tardes, espero que se encuentre bien. Si, ¿qué desea? Ingeniero, no pude hablar con usted bien en antes. Usted sabe, los abogados y cuanta cosa. Quiero pedirle disculpas, fue mi culpa. Debí haber hecho revisar los frenos, estaban largos. Quiero que sepa que no fue a propósito, nunca había tenido accidentes, y no he vuelto a tener. Pero igual, la conciencia me pesa, todas las noches tengo pesadillas. Por favor, quiero que me perdone. ¿Que le perdone? Por su negligencia mi hija se quedó sin madre, y yo, viudo. ¿Cómo voy a perdonar eso? Por mí, menos mal que te inscribiste a esta unidad, que de esta no sales vivo. Muérete. La conversación le había rondado en la cabeza a Ramírez durante el último día. Los combistas que rechazaron la oferta del general León igual terminaron en el Ejército, pero sin bono y de conscriptos. Pero hasta ellos tenían mejores posibilidades de supervivencia que los tripulantes de los Otorongos. Y no todos eran como Carlos García.

Combis disfrazadas de tanques tripuladas por civiles disfrazados de militares. ¿Adónde iremos a parar? Ramírez asintió ante la reflexión del comandante, mientras se tomaba una pastilla para mantenerse despierto; los Vortex ya no surtían efecto. Poner a punto estos vehículos había requerido mucho más trabajo de lo que su rusticidad parecía indicar. Comandante, permítame hacerle una propuesta.

martes, 2 de febrero de 2010

XXI. Los prisioneros



“Coeficientes Gini

Chile: 54.9

Perú: 52

Suecia: 23”

CIA World Factbook


¡Ficha Julián! ¡Ea! ¿Cómo estái? Estoy lona, ¿cómo más voy a estar? Hay que estar oreja de caballo toda la noche, acá. Mala hora en que me metí de mote, pelao. Sí po. ¿Por qué te metiste? Si tú erí capi, ¿qué pasó con la universidad? Chuta, ¿y cómo? Mi papá para curao, malo para el ácido, él. Se cayó al frasco, y ahí se va la tapla, ¿qué banco me va a prestar? Encima perdí la pega el año pasado y quedé pato, no tenía ni sota po. Ejército, ¿qué me queda? Ahora acá ando con la tartamuda, puta que me piteé un condoro. Y tú, ¿cómo andái? Puta, tanto he acumulado el kino, que se me arrancaron las cabras. A ir donde la cantimplora nomás, ¿no? La alcachofa tiene un par de cañones… ¿vení? No po. Yo sigo pensando en la Bernarda. Chuta, ¿seguí en eso? Sí po. Eso me pasa por tomar caldo de cabeza, ahora me pego las puñaladas. Erí un lacho. Encima de una copetuda, y andái cuesco. Obvio que se iba a ir con un cuico, un pije, y no con un chalailudo penca como nosotros. Calentar el agua y terminar como arroz graneado, no po. Erí un broca cochi catruro, pero ya aprenderás. Hasta entonces, mala cueva. Mientras tanto, hay que estar agalludos acá, no vale estar apancorao, sino el coronta da orden para que nos den como caja.

Filomeno terminó de registrar aquella conversación en su grabador mp3. Dio la indicación, y sus soldados salieron de sus escondites y capturaron a los guardias chilenos. Contenerse requirió considerable fuerza de voluntad de su parte, ya que la guerra detrás de las líneas enemigas se había vuelto cada vez más cruenta. Era progresivamente más raro que se tomaran prisioneros –por cualquiera de los bandos– y los ronderos estaban dispuestos a aniquilar a cuanto chileno tuvieran entre manos, para vengar las masacres de las rondas de Candarave, Quispicanchis y Llunchic en los días pasados. Pero las órdenes tenían que ser seguidas. Eso es lo que hacen los soldados.

En el último par de días había habido un cambio en la dirección de la guerra. Munizaga evitó repetir el error de Saldarriaga y optó por ir demoliendo la ciudad con artillería, cuyo fuego retumbaba en el desierto aquella noche. Entre tanto, la FACH iba cumpliendo con lo que había advertido hacía un par de años: “pegar fuerte”. Su ofensiva consistió en una primera fase que buscó reducir la capacidad peruana de defensa aérea, atacando radares y aeródromos en Arequipa, Cuzco, Juliaca y Moquegua, mientras instigaba y destruía las armas antiaéreas peruanas. La segunda fase se enfocó en objetivos tácticos, como puentes y otra infraestructura, para dificultar una contraofensiva. Para el 16, habían empezado a atacar blancos económicos, notablemente puertos, hidroeléctricas e instalaciones relacionadas al gas de Camisea. Objetivo general: obligar al Perú a pedir un cese al fuego inmediato, con la menor cantidad de bajas chilenas posible.

Hablen, carajo, ¿dónde está el resto de su unidad? ¿Cuántos son? Julián Amezaga, cabo, nacido el 30 de abril de 1993, código número –Oye roto de mierda, yo no te he preguntado eso. Dime lo que quiero saber. La convención de Ginebra dice–Ubícate, huevón. ¿Tú crees que la convención de Ginebra te protege acá? No voy a hablar más, ¡que viva Chile! Filomeno le plantó un puñetazo en la cara. El otro soldado chileno dio un grito de impotencia, que le valió una patada propinada por otro rondero. Mira rotito, ya conocemos las “obras” de su amigo Grimaldi. Lo que ustedes no saben es que acá hemos tenido tiempos violentos, en que podía pasar cualquier cosa. Sacó un machete y lo colocó en el rostro del chileno. Y como éramos un país pobre, nos las ahorrábamos las balas…

¡Filomeno! Los ronderos se pararon en atención al llegar el sargento Páucar. ¿Qué carajo estás haciendo? Filomeno se levantó, y se llevó a don Pedro un poco más lejos, fuera del alcance del oído de los chilenos. Pedro, hay que sacarles información a estos rotos. Algo se traen entre manos, estaban hablando en código cuando los capturamos. Tenemos que saber qué traman, si vamos evitar que nos sigan masacrando las rondas. ¿Y a machetazos se los quieres sacar? ¿Acaso no has aprendido? Carajo, Pedro, ¿me lo vas seguir sacando en cara cada vez que puedes? ¿No he trabajado las tierras de la comunidad por más de diez años? ¡Y siempre me vetas! ¿Hasta cuándo, Pedro? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar? Esta es otra guerra, y estamos en el mismo bando. Cada uno usa lo que aprendió entonces para pelear hoy. Sino, ¿cómo les íbamos a ponerles las bombas a los chilenos?

Fueron interrumpidos por otro rondero. Sargento, ya cantaron. Dicen que van empezar operativo contra nosotros mañana. Con helicópteros y todo. Filomeno miró a Pedro. No me lo vuelvas a hacer. No porque ellos nos llamen terroristas significa que lo somos. Que se los lleven con los heridos a Puno, de ahí que los manden a Uchullucllu a que trabajen. Así que paguen por lo que han hecho. Llámenme a Malqui, que tenemos que conversar.

Discutieron largamente esa noche. Coincidieron en que –en medio de todo– el que los chilenos organizaran un operativo contra ellos era una buena señal. Ya habían destruido un buen par de docenas de camiones en una semana de operaciones, y con las rondas en aumento, creían que podrían alcanzar un aumento geométrico al respecto. Por otra parte, cada chileno que los buscara era un chileno menos que atacaba a la guarnición de Tacna, lo cual también les provocaba algún orgullo. Lo que no les inspiraba confianza eran sus posibilidades de resistir efectivamente a los chilenos. Los ronderos bajo el mando de facto de Páucar ya sumaban centenares de efectivos. Pero a falta de armamento suministrado por el Perú, estaban equipados con una mezcla ecléctica de escopetas, carabinas de cacería y armas ligeras capturadas al enemigo. Filomeno incluso estaba tratando de descifrar el funcionamiento de algunos morteros para usarlos contra sus antiguos dueños. Pero no era suficiente.

Coincidieron que una resistencia frontal sería suicida. Lo único sensato era dispersar a las rondas y no trabar combate con los chilenos. Simplemente cansarlos, obligarlos a perseguirlos por todas partes mientras se retiraban a un terreno más favorable. Emboscarlos, si las circunstancias lo permitían. Con suerte, podrían comprar con su sangre un poco más de tiempo para Tacna.

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