La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

Para leer desde el comienzo, haga clic acá.

Ahora que acabó la novela, cuál es tu personaje favorito?

martes, 29 de diciembre de 2009

XI. El ascenso




“G-Y: Más que una empresa, una familia”

Slogan del grupo G-Y

En su barrio, no se dejaba de hablar sobre los últimos incidentes. El hundimiento del BAP Almirante Grau había provocado la ira de la Marina de Guerra, y al día siguiente esta había anunciado el inicio de guerra submarina en aguas territoriales chilenas. Lo hizo con un espectacular triunfo. El seis de abril, el BAP Angamos sorprendió a propios y extraños al lograr escabullirse en la base naval de Iquique y hundir un tanquero de la armada chilena. Logró escapar sin sufrir daños. La reacción chilena fue furiosa. En la acción habían muerto civiles, lo cual fue representado ante el público mapochino como una afrenta y violación a las leyes de la guerra, además que demostraba la barbarie de los peruanos. El gobierno emitió un ultimátum al gobierno peruano: si para las 5am del 7 de abril no se desmilitarizaba la región Tacna y regresaban todos los buques de la marina peruana a su base en el Callao, Chile procedería como en estado de guerra. Y efectivamente, ese día al despertar, leyó las primeras noticias sobre la invasión chilena.

Se aseó como pudo, ya que el racionamiento le impedía una ducha en ese momento. Por si acaso, usó más de un solo sachet de desodorante. Afortunadamente en la oficina siempre había agua, así que ahí se asearía más, discretamente. Tomó la combi y se dirigió al trabajo.

Mientras oía gritos de gente que aparentemente había saqueado el Saga Falabella del Mega Plaza Norte, se puso a leer las noticias. El Perú había rechazado el ultimátum chileno, por lo cual los chilenos habían declarado el inicio de una operación “para salvaguardar la seguridad e intereses de los ciudadanos y capitales chilenos”. Los tanques chilenos cruzaron la frontera a las 5:01am y avanzaban cautelosamente con dirección a la ciudad de Tacna, donde se esperaba que hubiera resistencia por parte de la 3ª brigada de caballería. El Perú denunció este acto de agresión y se aprestó a entablar otra protesta a la ONU. La OEA estaba intentando interponer sus buenos oficios para alcanzar un cese al fuego inmediato y el restablecimiento de las negociaciones. Nadie esperaba mucho de esos esfuerzos. Entre tanto llegaban reportes de ataques aéreos chilenos sobre posiciones peruanas en Tacna, e incursiones navales dentro del mar peruano. Se especulaba especialmente sobre la postura que tomaría Bolivia en este conflicto, ya que la fuerte crisis que aquejaba a Argentina lo anulaba como posible participante.

San Isidro parecía estar más tranquilo, notó. El ejército había tomado control de los establecimientos chilenos antes de que pudieran ser atacados por las turbas. Pero la presencia del ejército en las calles de todas formas le resultaba intimidante. ¿Habría leva? Había leído en los foros que hacía un par de días habían levado en San Marcos. A los reclutas les pegaban y les hacían tomar ron con pólvora. Esperaba no tener que pasar por ello. Llegó con una hora de tardanza a las oficinas de G-Y, aunque muchos debían haber estado con retrasos semejantes, ya que había menos gente de lo normal.

Apenas se había ubicado en su cubículo cuando vio pasar a su jefe inmediato, con la cara roja de furia. Por favor, Ingeniero, el Doctor Hoepken pregunta si podría regresar a su oficina a conversar las cosas con calma. ¡Ni huevón! Estaré cojudo, yo. Creerá que soy idiota. Dígale que se vaya a la mierda. Su jefe ingresó inmediatamente a su oficina, y Maycol lo oyó maldecir una y otra vez, mientras botaba sus cosas en algunas cajas rápidamente. Algo estaba pasando en la oficina, y él no estaba muy seguro de lo que era, y sus amigos Franco y Enrique no llegaban aún para chismearle. Pasado un rato, bajó Santiago Hoepken, y se encontró cara a cara con el Ingeniero. Este lo miró, y siguió su camino, cargando las cajas de cartón. Hasta nunca, Santiago.

Hoepken quedó consternado. Miró al semi abandonado sótano e hizo contacto visual con Maycol. ¿Tú trabajas acá? Sí, doctor. ¿Qué haces? Soy analista de sistemas. ¿Así que tú sabrías hacer funcionar estas cosas? Sí, doctor. Muy bien. Sube a mi oficina en veinte minutos. Maycol seguía confundido. ¿Por qué renunciaría su jefe? ¿Qué había pasado? Esperó los veinte minutos que le indicaron, y subió al vigésimo piso. Perfecto, tío Ernesto. Usted y sus colegas quedarán muy contentos con el Proyecto “M”. Claro, claro. Y usted y yo también, ja. Bueno, de ahí hablamos. Le señaló a Maycol que pasara.

Buenos días, Maycol, toma asiento. Qué bueno verte por acá. He estado revisando tu hoja de vida y estoy muy impresionado. Veo que utilizaste sus habilidades informáticas para “obtener inteligencia” de la competencia el año pasado. Buen trabajo. Ya sabes, en la guerra, el amor y, sobre todo, los negocios, vale todo, ¿no? Le guiñó el ojo. Bueno, acá en G-Y apoyamos a las personas con ambiciones, como tú. Queremos crecer contigo, y que ayudes crecer a G-Y. Veo que eres de los que se ponen la camiseta, ¿no, Maycol? Sí, doctor. Claro, así queremos que sean nuestros colaboradores. Mira Maycol, disculpa por la escenita que tuviste que ver ahora en la mañana. Pero toda crisis es una oportunidad. Queremos ascenderte a jefe de área. ¿Estarías interesado? Muchas gracias por la confianza, doctor. Sí, me encantaría, sería un honor. Muy bien, Maycol, así me gusta. Podremos hacer grandes cosas. Mira, como estamos en medio de esta cuestión, no te podremos dar un aumento ahora mismo, pero seguramente para fin del trimestre. No se preocupe doctor, yo entiendo. Perfecto Maycol. No tengo que recalcarte lo importante que es el trabajo que están haciendo, y el buen trabajo que has hecho y que esperamos sigas haciendo. Por favor, es de suma importancia que se termine de hacer las copias de seguridad del Proyecto “M”. Sí, doctor. Perfecto, Maycol, puedes ocupar la oficina de la jefatura de área. Muchas gracias, doctor. Se dieron la mano y Maycol se retiraba, con una sonrisa de lado a lado, sus ideas de represalia desapareciendo momentáneamente.

Ah, una cosa más, Maycol. La empresa no puede dejar de tener sus servidores activos. La condición es que no importa qué pase, no puedes dejar de trabajar durante la duración de la guerra. Ya habrá tiempo después para unas merecidas vacaciones.

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viernes, 25 de diciembre de 2009

X. Promesas



“Bueno, si de lo que se trata es de ahorrar, entonces por qué no compramos Ticos y les ponemos dos ametralladoras, eso sería mejor que despilfarrar el dinero comprando tanques chinos descartables.”

“Johan”

Larepublica.pe, diciembre 2009

Ya que nos es imposible entrevistar a Francisco Ramírez, probablemente nunca sabremos si lo que él y su equipo desarrollaron fue una idea completamente propia, o si fue inspirado en las contramedidas implementadas por los serbios durante su guerra con la OTAN en 1999. Sea como fuere, sabemos que le tomó bastante trabajo convencer a los demás miembros de su equipo de la viabilidad y –sobre todo– utilidad de su proyecto. Sin embargo, no había clases en San Marcos: la federación de estudiantes había convocado a una protesta por la leva de hacía un par de días, y el rectorado había cancelado clases para evitar mayores problemas. Como recordarán todos los que vivieron esos aciagos días, era mejor ocupar los días haciendo cualquier cosa, en lugar de obsesionarse con las malas noticias que aparecían una tras otra.

Se habían pasado la madrugada entera haciendo los diseños, y cuando oyeron la noticia del inicio de la invasión terrestre no dijeron nada. Milton sirvió otra ronda más de café y siguieron trabajando en la sala. Los resultados que alcanzarían son aun más impresionantes cuando se toma en cuenta que lo basaron solo en fotos y esquemas que encontraron libremente en internet. Francisco se tomó un descanso para despertar a Cecilia, darle los medicamentos y llevarla al colegio. Los demás siguieron trabajando.

Papá, ¿qué es lo que está pasando? Nada, hija, ¿por qué la pregunta? ¿Hay guerra? ¿Nos vamos a morir? No hija, no pienses eso, no nos va a pasar nada malo. ¿Cómo sabes? Porque sí, no hay de qué preocuparse. Pero a mamá sí le pasó algo malo, ¿no? … Tuve un sueño feo, papá, que a ti también te pasaba algo feo. Cecilia, no nos va a pasar nada, ni a mí, ni a ti. ¿Lo prometes? Claro. ¿Cómo la promesa de que me vas a traer un perrito? Claro. En cuanto podamos comprar una casa con jardín, Cecilia. ¡Yeeeeeeeee! Hijita, ¿por qué no cantas? ¡Claro! Con su hija ocupada cantando, Francisco se aseguró de evitar que escuchara más malas noticias de las estrictamente necesarias. Hizo bien. De haber tenido la radio prendida solo habrían oído reportes de cómo los viejos T-55 de la 3ª brigada de caballería estaban siendo destrozados mientras intentaban frenar a los Leopard 2A4 de los chilenos con una tenacidad encomiable, pero fútil.

De todas maneras, otro era el tema que apesadumbraba a Francisco. Sabía que lo de la casa era una fantasía. Por su fibrosis cística, tarde o temprano Cecilia tendría que someterse a un transplante de corazón y pulmones. Eso era un platal, y Austral Seguros había encontrado un subterfugio legal para no hacerse cargo del costo de la operación. Todo el ahorro de Francisco iba dirigido a prepararse para esa certeza. Después de dejarla, compró una buena cantidad de medicamentos, por si acaso. No había forma de saber cuánto duraría la guerra, y era mejor estar prevenido.

Cuando regresó, Juan estaba descansando, pero Milton y Henry seguían trabajando parejo. Creo que el diseño básico ya está, Francisco. Sí. Creo que sí, también. Cualquier otra cosa ya la podremos arreglar sobre la marcha. Francisco le dio una última revisada a los esquemas y dio su aprobación. Muy bien, vayamos al taller a empezar el trabajo en el prototipo. ¿Estás seguro de que valdrá la pena, Francisco? Oye Henry, no jodas, no hemos trabajado tanto por las huevas. ¡Pero date cuenta de lo que le va a meter al proyecto! Tranquilos, muchachos yo sé lo que hago. Si no sale, no sale, caballero nomás. Pucha, pero acá hay un faenón en ciernes, profe, no quiero que malgastemos los recursos. Ya dije que normal.

Se treparon a la vetusta camioneta del Ing. Ramírez y partieron para el taller de metalmecánica de San Marcos. Francisco habló por celular con algunas autoridades y obtuvo permiso para que los cuidadores le permitieran usar las instalaciones. Estacionaron el auto y pusieron manos a la obra. Si esta cosa sale, vamos a tener que usar los talleres de la UNI, que tienen más cosas. Claro, pero no nos adelantemos. Además, para hacer suficientes a tiempo, habría que recurrir a cuanto taller haya en Lima. ¿Sí pues, no?

Los cafés, gaseosas cafeinadas y salchipapas siguieron fluyendo liberalmente ese día. El calor no ayudaba a hacer las cosas más fáciles. Tomaron turnos con las máquinas, y poco a poco la maqueta empezaba a tomar forma. Cuando le tocó el turno de descansar a Francisco, llamó a su hermana para pedirle que le ayudara con Cecilia. Sabía que a pesar de que el proyecto era sumamente rudimentario y tosco, requeriría su atención completa, si es que iba a tener alguna posibilidad de ser evaluada satisfactoriamente por el Ejército, y de ser de utilidad en la guerra. Su hermana ya vivía en un lugar bastante pequeño, así que no fue fácil convencerla, pero al final lo logró. Dio la hora de la salida, y Francisco partió a recogerla.

¡Hola papá! ¡Cecilia! ¿Cómo te fue en colegio? Bien, Papá, pero la gente está asustada por la guerra. Tranquila, Cecilia, no te preocupes por eso. Más bien te tengo que contar algo. Te vas a tener que quedar con la tía Julia un par de días. ¿Pero por qué? Vamos, no te pongas mal. ¡Imagina lo que te vas a divertir con tus primos! No me has contestado. Cecilia, tengo que trabajar muy duro en un proyecto estos días. Es muy importante. Después te llevaré a pasear. ¿Qué te parece el Parque de las Leyendas? Bueno… Francisco paró un taxi y negoció el precio de la carrera a Lince. Una vez dentro, Cecilia manifestó su extrañeza. ¿Qué pasa, papá? ¿Dónde está el carro? Ah, está en el taller.

En ese momento, Henry, Juan y Milton terminaban de soldar el armazón que habían montado en la camioneta Toyota de Ramírez. Sobre este, empezarían a colocar las planchas y demás componentes con los cuales le darían forma al “MBT-Otorongo”, como ya le decían en broma. Era una réplica idéntica del MBT-2011 -el nuevo nombre que le había sido dado al tanque chino MBT-2000 “modelo peruano”, para diferenciarlo del original y atenuar las críticas que habían aparecido desde que su compra fuera anunciada. Esta sería la plataforma perfecta para demostrar las contramedidas que Francisco y su equipo habían desarrollado.

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martes, 22 de diciembre de 2009

IX. Aficionados



“La logística es el factor limitante de la guerra de blindados.”

-Heinz Guderian

En la madrugada del siete de abril, don Pedro fue en búsqueda de Jesús Trelles. Estaba preocupado porque después de su inicial entusiasmo, las realidades de la guerra se le presentaban más claras. En cualquier momento podrían ser sus muchachos quienes necesitarían rescate y atención por las quemaduras horripilantes que había visto el día anterior. Había llegado a la conclusión de que lo que requería su comité de autodefensa eran armamentos más modernos, misiles y esas cosas, así como entrenamiento, para poder derrotar en combate a los chilenos.

A pesar de las evasivas que recibió, finalmente pudo encontrar a Trelles en la calle. Estaba hablando con otros oficiales, mientras supervisaban la construcción de barricadas con carros. Después de la guerra, la asociación de vendedores de automóviles de Tacna declaró que fueron ellos mismos quienes voluntariamente pusieron sus mercaderías a disposición del ejército. En su momento, sin embargo, se tuvo que recurrir a más que una ligera coerción. Trelles vio a don Pedro y se excusó con los demás oficiales.

Don Pedro, el ejército ya está en deuda con usted, por el rescate que su comité de autodefensa nos pudo proporcionar ayer. Ustedes ya cumplieron con su patria, pueden regresen a Uchullucllu con la frente en alto. ¡Siempre subestimándonos! A pelear, hemos venido. ¿Pero cómo vamos pelear sin las armas comandante? ¿Sin las tácticas modernas? Cree que por venir de Uchullucllu no podemos aprender, pero sí podemos. No, no es eso, don Pedro. ¡Podemos apoyar a los tanques! Don Pedro, escuche, esos tanques con las justas sirven. Servirán para poco más que para hacerles gastar munición a los chilenos. Esos tanques son de cuando usted era joven, imagínese. Los chilenos tienen tanques mucho mejores. ¿Cómo que no sirven? Si no sirven, ¿cómo vamos a ganar? Sí pues, don Pedro, ¿cómo vamos a ganar? Nuestros tanques nuevos están en Lima, y no nos podrán ayudar por ahora. Además, nadie sabe con seguridad si esos podrán enfrentarse a los tanques chilenos. Si tratamos de pelear de igual a igual con ellos, estamos perdidos. Y parece que eso es lo que vamos a intentar… ¿En serio no podemos, comandante? No hay forma. Yo redacté una propuesta de guerra asimétrica hace algunos días, y se la presenté al despacho del general. ¿Asimétrica? Digamos, como los árabes. Asumir que uno se encuentra en inferioridad tecnológica y recurrir a tácticas y armamentos alternativos. La ventaja comparativa que tendríamos es que la diferencia tecnológica con Chile no es remotamente tan drástica como la que había entre EEUU y los árabes. En fin, nadie me va a hacer caso, usted ya sabe por qué. No es justo, comandante.

Pero olvídelo, como dijo un gran general gringo: “los aficionados hablan de armas y de tácticas, pero los profesionales hablan de logística”. Las guerras no se terminan de ganar en el campo de batalla mismo, sino con la logística. Pues comandante, si no podemos atacar las armas de los chilenos, entonces mi comité de autodefensa su logística se la va a atacar. Y de sorpresa.

Trelles le palmeó la espalda. ¿Desde cuándo nos conocemos, don Pedro? Muchos años, comandante, varios. Por favor, no se olvide de mandarle mis saludos a Hilda, a Luis y por supuesto a Carlos, que me tuve que ir de Lima sin poderme despedir. Descuide, don Pedro, fue muy injusto lo que les pasó. Hice lo posible, pero usted sabe cómo son las cosas. Pero espero que las cosas estén bien por Uchullucllu. No tan bien, comandante. Agua falta. Las plantas tienen sed. Los animalitos tienen sed. Pero no importa, pelear queremos, por Perú. Si los árabes sacaron a los gringos, a los chilenos los sacamos de Perú.

Llegaron a la avenida Celestino Vargas, que estaba bloqueada. Una gruesa columna de T-55 estaba partiendo de la ciudad, para desplegarse en los alrededores. Era la 3ª brigada de caballería. Nos van a barrer, como a las unidades mecanizadas de la Guardia Republicana afuera de Bagdad, en 2003. ¿No les ganaron los árabes a los gringos? Sí, pero en la primera invasión, intentaron resistir en campo abierto afuera de Bagdad. Más bien deberíamos redoblar las medidas para el combate urbano. Calle por calle, casa por casa.

El comunicador de Trelles sonó. Atención, atención, reportes de columnas de tanques chilenos cruzando la ciudad de Arica con dirección a la frontera. Alerta máxima. Don Pedro, parece que nos invaden. Vamos, lo jalo al cuartel, está cerca de donde están vivaqueando sus hombres. Vamos. Los alrededores del cuartel eran un hervidero de movimiento. Trelles vio que finalmente estaban desplegados los equipos antiaéreos 9K38 listos para enfrentar una incursión aérea chilena. Frente al jeep, estaba estacionado un camión rodeado de soldados confundidos que se aproximaron a Trelles en cuanto lo vieron. Mi comandante, hemos traído este cargamento de munición, pero nadie sabe dónde debemos ponerlo. Trelles revisó los papeles. Puta madre, ¿qué carajo es esto? Los morteros que usan esta munición ya han sido dados de baja. ¿Por qué chucha lo traen acá? No sé mi comandante, solo estamos siguiendo órdenes.

Un mayor del Servicio Jurídico del Ejército divisó a Trelles. ¡Comandante! Necesitamos terminar el papeleo de la expropiación de los carros. Está bien. ¿Qué se sabe? Los guardias en la frontera acaban de reportar que los Leopard han cruzado. Elementos de la primera brigada acorazada “coraceros”, apoyados por infantería del batallón mecanizado “Bulnes”. Trelles miró el inútil cargamento de municiones. Don Pedro murmuraba algo. ¿Qué dice, don Pedro? Se paró en atención. Comandante, si estos no le sirven, el comité de autodefensa de Uchullucllu pide que se los den. Buen uso, les daremos. Trelles estuvo a punto de darle otro discurso sobre cómo el armamento anticuado fue fatal para el ejército iraquí en 2003. Pero paró. Don Pedro, usted y sus hombres ¿están realmente dispuestos a pelear por la patria? Comandante, se le necesita adentro… Un momento, teniente. Va a ser muy peligroso, don Pedro, ¿realmente lo harían? ¡Sí! ¡Viva el Perú! Muy bien. Venga conmigo. Teniente, que guarden ese camión en el garaje y que lo camuflen. Lo vamos a necesitar. Tramítele un pase al señor, que lo estoy reclutando al ejército peruano con el rango de sargento. Comuníqueme con el técnico Salas. Si quieren guerra, guerra tendrán. Y usaremos todo lo que tenemos a nuestra disposición.

El sargento Pedro Páucar entró al cuartel a la misma hora que los tanques chilenos cruzaban la frontera. Finalmente se le reconocía como par.


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viernes, 18 de diciembre de 2009

VIII. ¡Toma!




Una total estupidez. Obviamente los peruanos no aprendieron la leccion de los HMS Prince of wales y Repulse en la 2a guerra mundial

“Chilillo”

razonyfuerza.mforos.com


El BAP Grau se ha sacrificado en el altar de la patria, y sabremos responder a su sacro llamado. Es el nuevo Yamato.

“Patriota Perucho”

defensa.pe


Hay que ser idiota para glorificar la pérdida tonta de nuestro principal barco sin que siquiera haya empezado la guerra. Esta es una guerra de verdad!

“Tanque chino”

defensa.pe


Maycol revisó los foros mientras viajaba en la combi hacia el trabajo. No estaba muy seguro de qué era lo que les había pasado al Prince of Wales, Repulse o Yamato, pero había oído del anime japonés Space Battleship Yamato, y se preguntaba si tenía algo que ver. El trayecto fue complicado: el tráfico había empeorado considerablemente desde que había empezado el escalamiento de la situación con Chile. Las manifestaciones anti-chilenas iban en aumento, y ello causaba atolladeros. La combi en que viajaba el Monstruo hizo varias maniobras temerarias en el trayecto hacia San Isidro. Vio otras dos involucrarse en una colisión menor por intentar pasarse una luz. La frustración de Maycol iba en aumento. ¿Hasta cuándo habrá que soportar estas lacras? Como era de esperarse, el Metropolitano y el Tren Eléctrico se habían atrasado, aunque supuestamente faltaba poco para que estuvieran listos.

No pues, así no se hace. No se va solo, pes, huevón. Yo creo que ni acompañado, mejor no hacer nada, ya había dicho, nada que ver. Imposible. Oye, déjalo, ¿ya? Mejor eso a quedarse sin hacer nada, como marica. No hay nada de bueno en intentar algo sin posibilidades de éxito. Como la selección. ¿Y por qué crees que nada que ver? Obvio pues, huevón. Ni para qué explicarlo. ¿Tú crees que le decimos “Monstruo” solo porque la rompe en computación? ¡Ja! Oye, Monstruo, ¡defiéndete pues! Tremendo mongo.

Maycol tuvo que oír cómo sus compañeros de trabajo, Franco y Enrique, diseccionaban su fallida “gestión” del día anterior. De vez en cuando les decía que bajaran la voz, que los oirían, pero era prácticamente puro trámite. Intentar callar a semejantes parlanchines, eso sí era una misión imposible. Por otra parte, Chiara y sus amigas no solían almorzar en el comedor de la empresa, así que por las puras. Mientras esperaba su arroz con pollo, siguió revisando las noticias.

Habían aparecido comentarios más analíticos en las últimas horas. Lo que sacaba de ellos, era que todo fue una operación extraña. El Grau en efecto debió ir escoltado cuanto menos por las fragatas Lupo Aguirre y Carvajal para proveerle una mejor defensa antiaérea. A falta de fragatas, la FAP debió haber provisto un “paraguas” aéreo mucho más significativo que los cuatro MiG-29 que salieron en defensa del crucero peruano. Algo en el plan peruano había salido muy mal. Pero también era cierto que no estaba prevista una reacción tan radical, lo cual llevaba al siguiente punto que Maycol encontró de interés.

La reacción de la FACH había resultado completamente desproporcionada. Es cierto que el gobierno chileno había declarado la existencia de la zona de exclusión y que había amenazado con hundir a los buques peruanos que operaran en dicha área. Pero hasta el momento los enfrentamientos habían sido deliberadamente contenidos. Como en el encuentro entre las fragatas peruanas Villavisencio y Montero contra las chilenas Almirante Riveros y Almirante Latorre hacía seis días: ambos bandos se habían limitado a utilizar sus cañones convencionales. Frente al superior poder de fuego de las Lupo peruanas –por lo menos en ese rubro– las fragatas chilenas terminaron replegándose de vuelta a sus bases. Había sido como uno de esos combates navales que tienen Corea del Norte con Corea del Sur cada tres años, y que nunca han llevado a una guerra total. El súbito escalamiento chileno fue una sorpresa para todos, los chilenos incluidos, leyó.

En ese momento empezó un barullo en la cafetería. La gente se levantó en dirección a las ventanas, y lo mismo hicieron él y sus amigos. Se aproximaba por la avenida abajo una gran manifestación en dirección al este. Estaba demasiado arriba como para poder distinguir qué era lo que coreaban los manifestantes, ni lo que llevaban escritos en sus carteles. En vez de participar en las especulaciones sobre la causa, regresó a su máquina y buscó en los portales de noticias. Eran los reservistas y nacionalistas, marchando con dirección al ministerio del Interior, exigiendo la confiscación de las empresas de capital chileno en el Perú, y el internamiento de sus directivos, por ser estos potenciales saboteadores.

Comentó lo que había leído con Franco y Enrique. Dijo que seguramente el gobierno haría lo que se le pedía. Después de todo, fueron las demandas de esos sectores lo que un mes atrás impulsó al Ejecutivo a ordenar el patrullaje militar del área que la corte de la Haya le había reconocido al Perú. Lo único que había mejorado en el Perú desde que se iniciara la crisis eran los índices de apoyo al presidente.

Mientras que los demás siguieron viendo la manifestación, Maycol retomó la lectura de las noticias. Como había experimentado él mismo, había manifestaciones por todo Lima exigiéndole al gobierno que tomara las represalias más radicales contra Chile. Prosiguió a revisar la prensa chilena. El portal del diario más nacionalista chileno estaba cargando, cuando se oyó a varias personas entrar al comedor. Chiara, Bianca, y algunas personas más. Bueno, la comida acá no es tan mala, ¿no? Oye huevona, ¿no recuerdas la otra vez? ¡Qué asco! Si tan malo te parece, podemos volver a intentar cruza la ca- ¿Estás loca, huevona? ¿Con esa gente afuera? Ni que fuera cojuda. Tratas de cruzar entre ellos y de hecho que te meten la mano, y de ahí ¿con quién te quejas? Qué asco. Prefiero comer acá.

Al final entró él, el bacancito de legal, Santiago Hoepken, hablando en voz alta por su celular. No se preocupe, yo ya lo conversé con Ernesto, el Proyecto M la saca, sí o sí. Se sentó con las chicas, acomodándole la silla a Chiara y chasqueando los dedos para llamar la atención del mesero. Franco y Enrique también tomaron nota de ello, y desde la ventana miraron a Maycol, quien bajó la mirada a su pantalla. En el portal salía una foto del Almirante Grau, hundiéndose.

El titular decía una sola palabra: “¡Toma!”

martes, 15 de diciembre de 2009

VII. Alguna cosa inventamos



“La sorpresa más efectiva es la que ocurre cuando nos enfrentamos al enemigo con muchas más tropas de las que él se esperaba. Este tipo de superioridad es muy distinta de la superioridad numérica en general: es el medio más poderoso en el arte de la guerra.”

Carl von Clausewitz

Pocos creerán que una idea tan sencilla pero tan trascendental surgiera de manera tan fortuita como aquella que materializaron el ingeniero Ramírez y su equipo. Se reunieron en la pequeña casa de Francisco en Surco esa mañana y se aprestaron a que les diera los alcances de la reunión a la que había asistido en la Escuela Militar de Chorrillos. Ahí estaban Milton Valladares, experto en componentes electrónicos; Juan Condori, as de componentes mecánicos; y Henry Ríos, capo en producción en serie. Por los últimos dos, Francisco había tenido que gastar muchas horas y soles en coimas para poder sacarlos de los cuarteles adonde habían sido llevados por la leva. Sus cabezas rapadas daban fe de su breve experiencia militar.

El primer tema fueron los rumores que circulaban. Se decía que después del ataque al Grau ambos países habían empezado a movilizar sus marinas y fuerzas terrestres para un estado de guerra total. Había sido una escalada completamente inesperada. Pero desde los últimos doce meses, las cosas en el mundo y en América Latina se habían salido del control. Se había perdido la “inmunidad” a la guerra que había rondado en la cabeza de los latinoamericanos por tanto tiempo. En efecto, la ONU y la OEA estaban convocando a reuniones de emergencia para evitar la catástrofe final, así como amenazando con sanciones si es que se proseguían con las hostilidades, pero no había mucho que pudieran hacer que no hubieran intentado infructuosamente frente al golpe de estado en Honduras en 2009 y la guerra entre Colombia y Venezuela que había empezado algunos meses atrás.

Ok, les cuento. Ojo, todo esto es del máximo secreto, hasta hablaron de pena de muerte si se divulgaba, así que ya saben. Nos convocó el general León, ¿se acuerdan de él? Se supone que el Ejército está preparándose para pelear la guerra con Chile ahora mismo. La cuestión es que las mejores unidades blindadas se encuentran alejadas de la frontera para protegerlas de lo que ya se está viendo será una situación de superioridad aérea chilena. La idea era que no pudieran ser atacadas por sorpresa en los primeros momentos de la guerra, y que entraran en acción después, cuando los chilenos se encontraran agotados. Hasta ahí, todo bien. Pero como estamos en el Perú, recién ahora se están dando cuenta de que precisamente por la superioridad aérea enemiga es que será difícil llevar a dichas unidades al frente de batalla sin que se las revienten. Para eso es que han convocado a muchos equipos de ingeniería. Quieren que les inventemos un equipo de contramedidas para acá a unos días, para proteger las columnas blindadas de ataques aéreos chilenos.

Francisco estudió la reacción de los tres jóvenes genios. Fue la misma de casi todos los demás jefes de equipo en el Auditorio en la Escuela. Incredulidad. Estupefacción. Estupor. Furia.

¡Puta madre! ¿Qué chucha les pasa estos huevones? Tienen caca en la cabeza, puta madre. No planean la guerra, y a último minuto piden lo imposible, carajo. Aguanten, aguanten, ¿no ven lo que está pasando acá? ¿Qué? ¡Un faenón, pues, huevón! Va a ser lo mismo que el año pasado. Seguro que alguien ya desarrolló algún dispositivo de medio pelo que el Ejército va a comprar por buena plata, para repartirse las coimisiones. Esas cosas demoran años de diseño. Estos conchesumadres hasta en guerra están pensando más en sus propios bolsillos que en defendernos. Con estos milicos ya nos jodimos, hasta Lima van a llegar, puta madre.

Francisco les sirvió Inca Kolas mientras seguían ventilando su justificada amargura. Miró la hora y era hora de despertar a Cecilia, su hija, para darle sus medicamentos. Estaba a punto de ir a su cuarto cuando los gritos de los demás lo interrumpieron.

¡Conchesumare! ¡La puta que los parió! Habían prendido la televisión justo a tiempo para ver los primeros reportes de ataques aéreos chilenos a las bases aéreas y aeropuertos del sur. El Ala Aérea No 3 de la Fuerza Aérea del Perú había quedado casi fuera de combate. La base aérea de La Joya requeriría cuando menos varios días de reparaciones antes de que pudiera estar operativa nuevamente. Las defensas de misiles peruanas infligieron algunas bajas a la Fuerza Aérea Chilena, pero por lo pronto serían los chilenos los dueños de los aires en el campo de batalla. En las horas sucesivas la FACH atacaría otros diversos blancos en Tacna, para ir “suavizando” las defensas peruanas.

Después de un rato de ver, perplejo, las operaciones aéreas que solo podían ser la antesala de una invasión terrestre, y la relativa impunidad con que se realizaron, Francisco recordó los medicamentos. Subió al cuarto de Cecilia, y se acercó a la cama a despertarla. Al no recibir respuesta, retrajo la frazada, revelando varios muñecos de peluche donde debería estar su hija. Fue solo el sonido de su risa infantil proveniente del closet lo que le impidió entrar en pánico. ¿Dónde estará Cecilia? Más risas, contenidas. ¡Se ha escapado! Risas. ¿O se habrá escondido? Quizá se escondió… ¡acá! Miró debajo de la cama, ignorando los ruidos del clóset. Después de un par de búsquedas infructuosas, salió Cecilia del clóset. ¡Acá estoy! ¡Papá, te engañé con mis peluches! Sí, hijita, a primera vista juraba que eras tú. ¡Ingeniero! ¡Están bombardeando La Joya! ¡Ahí voy! Cerró la puerta para que no se siguieran oyendo las noticias de la guerra y le dio los medicamentos a Cecilia. Se mantuvo sonriente todo el tiempo, como era su costumbre ya. Cecilia también se había acostumbrado a la rutina.

Terminado eso, salió del cuarto, con el mismo pesar de siempre, al cual tenía que añadir el tema de la guerra y superioridad aérea chilena. Fue a la ventana a respirar un poco, y cuando vio su antiguo Hilux beige del año ’88 fue que se le ocurrió. ¡Muchachos! ¡Ya sé cómo podemos hacer algo para ganar esa licitación!

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viernes, 11 de diciembre de 2009

VI. Ciudadanos




“La diferencia se nota en las paradas militares. Nuestros soldados son –sin excepción– retacos, feos, con piel color caca; mientras que los chilenos son altos, gallardos y germánicos. Mas no desesperemos. Si Chile nos invade, en realidad nos estaría haciendo un favor: que maten algunos miles de esos pollerudos y que impregnen a sus mujeres, a ver si así mejora en algo la raza.”

Andrés Bellota Duarteche

Diario Telégrafo, Columna "La hormiga", 6 de abril de 2012


Ciudadano Pedro Páucar, DNI 97932323, jefe del Comité de Autodefensa de la comunidad de Uchullucllu, provincia de Canchis, Región Cuzco, reportándose al frente de batalla, señor. El soldado que controlaba el tráfico en la carretera 36 no comprendía lo que estaba pasando ni quién era el anciano que se le presentaba saludando marcialmente. ¡Si tan solo hubiera sabido! Pasar, queremos, para defender a la patria. Este… señor, el tráfico está restringido. Solo pueden entrar militares. Los civiles pueden transitar de salida. Del comité de autodefensa, somos, venimos para pelear. El soldado miró a su compañero, y aquel fue a llamar al sargento.

Señor, retire su camión de la carretera, que estamos priorizando el tráfico militar y está bloqueando el despliegue del ejército. Pero peruanos somos, venimos para ayudar al ejército. En efecto, pasaban camiones con dirección a Tacna, cargados de alimentos llevados del altiplano. A la distancia, los ronderos podían ver que por la Panamericana también llegaban camiones dirigiéndose a la ciudad. Escúcheme señor, tenemos las cosas bajo control. Regresen a sus tierras, cuando los necesitemos los llamaremos. Ahora desbloqueen la vía. ¡Siempre es así! ¡Nunca nos hacen caso, ni para ayudar! Por última vez, saque su camión del camino o los sacaremos nosotros. No están autorizados para venir por acá, toda la región es zona militar. ¡No nos vamos! ¡Viva el Perú! ¡Viva! ¡Viva Uchullucllu! ¡Viva! Puta madre, serrano terco, hazme caso, lárgate. ¡Muchachos! ¡Sáquenlos del camino!

Tras algunos empellones y gritos, Don Pedro y los hombres del Comité de Autodefensa de la comunidad campesina de Uchullucllu, provincia de Canchis, Región Cuzco terminaron moviendo su camión al costado de la carretera, donde se bajaron y vivaquearon. Acá vamos esperar que nos den permiso de entrar a Tacna, pues. El sargento terminó llamando al cuartel para pedir instrucciones sobre qué hacer con el grupo que se les había presentado de manera tan extraña.

Los de Uchullucllu esperaron horas. Hubo un par de relevos en la guardia, e incluso algunos soldados les ofrecieron un poco de agua a los ronderos, quienes lo agradecieron profusamente: hacía demasiado calor para ser abril, y el agua estaba racionada. Mientras tanto los ronderos se entretenían contando los carros que iban saliendo de Tacna con rumbo a Puno o Arequipa. Les parecían ekekos con ruedas: ¡refrigeradoras, cocinas, televisores, todo llevan!

Finalmente, desde el sur llegó un auto militar, del cual bajó un pequeño grupo de oficiales. Muy bien, ¿cuál es el problema acá? ¿Qué hacen los señores ahí acampados? Que circulen. ¿Quién manda acá? Yo señor, ciudadano Pedro Páucar, DNI 97932323, jefe del– ¿Don Pedro? ¿Capitán Trelles? ¡Teniente-coronel Trelles, oiga! Ya, ya, suficiente. ¿Teniente-coronel? ¡Felicitaciones, coronel! Ya decía yo que usted merecía ascender. General, debe ser usted. Usted siempre fue una persona muy atenta. Gracias, Don Pedro, muchas gracias. A los años, no lo veía desde Lima. Pero dígame, ¿qué lo trae por acá? A pelear, venimos, coronel. Muchos tienen experiencia. Los muchachos pueden aprender rápidamente. ¡Muchachos! Ya, Don Pedro, le creo. Su ronda es seguramente la mejor de todo Cuzco. Pero ¿no me diga que quiere pelear en esta guerra también? ¿No podemos, acaso? ¡Peruanos somos! Sí, sí, Don Pedro, no hay peruano más peruano que usted. Pero tómelo con calma. Esta es otra guerra. Los chilenos van a venir con cañones, tanques, misiles, aviones, helicópteros, de todo. Déjennos a nosotros hacernos cargo. ¿Los chilenos no duermen? Los podemos emboscar. ¿Ve ese pájaro, ese de ahí? Trelles aguzó la mirada para divisarlo. Sí, ¿qué tiene? El pájaro cayó tras el disparo. Al chileno también le hago lo mismo, coronel.

La conversación quedó trunca, ya que mientras miraban al ave, vieron también que una columna de tanques T-55 venía desde el norte. Eran elementos de la Tercera Brigada Blindada que iban desde Moquegua en camino a reforzar a la Tercera Brigada de Caballería acuartelada en Tacna. Los ronderos aplaudieron mientras pasaban. ¡Viva el Perú! ¡Muera Chile! Veían los tanques con asombro. Eran verdaderos monstruos. De no ser por lo que pasaría instantes después, varios de ellos se habrían convencido de que, en efecto, no eran necesarios en el frente. Seguramente los chilenos no tendrían nada que pudiera oponérseles a semejantes máquinas de guerra.

¿Ve, don Pedro? Déjennos la pelea a nosotros, tenemos con qué hacerlo. La guerra debería ser entre militares, los civiles deben dedicarse a las labores de la paz. ¡Conchesumadre! ¡Al piso todos! ¡Cúbranse!

Un par de F-16 chilenos en vuelo rasante sorprendieron a la columna, que estaba próxima a entrar a Tacna. En una primera pasada ametrallaron y bombardearon a los tanques impunemente, incendiando uno. En una siguiente pasada lograron dañar a otro, aunque tuvieron que lidiar con el fuego antiaéreo que se les dirigía desde tierra. Don Pedro vio a alguien disparar un misil desde un tubo largo, que falló por poco.

¡Muchachos, adelante! Los ronderos se treparon a su camioncito y enrumbaron hacia los tanques a toda la velocidad que el desvencijado vehículo les permitía en ese terreno, un poco a la zaga del auto de los oficiales. Algunos carros particulares también estaban incendiándose. Cubrieron a los heridos con sus mantas, intentando apagar las llamas que los envolvían. Algunos no sobrevivieron, pero había varios heridos graves, y el camión del Comité de Autodefensa de la comunidad campesina de Uchullucllu, provincia de Canchis, Región Cuzco era el único vehículo que podía y estaba dispuesto actuar de ambulancia. Los camiones de suministros iban llenos, y los vehículos civiles solo querían alejarse del campo de batalla lo más pronto posible. Parece, ciudadano Páucar, que necesitaremos su ayuda después de todo. Los quemados fueron puestos en el camión, que se unió a lo que quedaba del convoy. A los ronderos que tuvieron que dejar sitio para ellos les fue permitido viajar trepados en los T-55. El convoy de tanques, escoltado por el camión, entró a la ciudad de Tacna esa tarde del 6 de abril al ponerse el sol. La guerra recién empezaba para los ronderos.

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martes, 8 de diciembre de 2009

V. La zona de exclusión



“Los chilenos, como miembros de un pueblo orgulloso y trabajador, no toleraremos el lenguaje de la altanería y la prepotencia. Ante nuestras justas demandas de una moratoria en la aplicación del errado fallo de La Haya mientras apelamos sus evidentes errores, el Perú ha actuado de manera unilateral. Ante ello, no nos queda más opción –como gobierno amante de la paz, pero firme en la convicción de la justicia de su postura– anunciar la creación de una zona de exclusión.”

Mensaje a la Nación del Presidente de Chile

29 de marzo, 2012


La zona de exclusión marítima había sido declarada unilateralmente por el gobierno de Chile hacía una semana, a pocas horas de ocurrido el primer incidente. Cubría toda el área que en 2012 la corte de la Haya le había reconocido al Perú en despecho a Chile, más 200km de mar territorial peruano. El gobierno chileno declaró que debido a la situación de conflicto, considerarían una agresión peruana la presencia de cualquier unidad naval o aérea que entrara en dicha zona. El gobierno peruano, evidentemente, consideró esto como una afrenta a su soberanía, arguyendo que en su propio territorio marítimo –tanto el antiguo como el reivindicado en la Corte de La Haya–, tenían el derecho a desplazarse libremente.

Fue una larga jornada de hacer copias de seguridad de la mucha información que el Proyecto M había acumulado desde su inicio hacía un par de años. Las puertas del ascensor se abrieron y pudo percibir la luz naranja del atardecer. Decididamente, en el piso 18 había mejor vista, y sentir la luz natural por primera vez desde la mañana le debió dar mayores bríos. Muy sencillo: había que seguir por el corredor, unos cinco o seis cubículos, y de ahí, la oficina a la derecha.

Al dar los primeros pasos, vibró su celular. La noticia debe haberle preocupado. Desde Iquique fueron avistados un grupo de unos quince F-16 que despegaron con dirección al oeste, adentrándose en el mar. Era obvio que se estaba procediendo a una intercepción del Grau. No le debió haber quedado más que mantener la esperanza de que los rumores de que los MiG-29 y Mirage 2000 de la FAP se caían solos resultaran falsos. Esta noticia, sin embargo, no le impidió proceder con su propia misión.

Siguió su camino por el piso de márketing cuando fue interceptado por Bianca, quien le preguntó a cuál computadora había venido a arreglar. Según le confesó a sus amigos, a él nunca le había caído bien esta chica. Tenía la impresión de que con él siempre tomaba un tono particularmente socarrón. De todas formas, mantuvo las formas, y le dijo que solo estaba de pasada. Ante ello, Bianca le instó a que revisara su computadora, que estaba teniendo algunas dificultades con ella. Procedió a hacerlo, obsecuentemente.

Los minutos se le hacían interminables. Tuvo que escuchar toda la larga explicación de las tonterías que hacía con la computadora y cómo esta había empezado a actuar de manera extraña después de abrir otro de los numerosos forwards de gatitos, globitos y quién sabe qué otras huevadas. El Monstruo evaluó la máquina, y sí, la había cagado. Mañana a primera hora la bajo y la hago arreglar, un par de horitas, nomás. Ay, no seas malito, tengo muchas cosas que hacer mañana, ¿no me lo podrías arreglar ahora? Dijiste que solo serían un par de horitas. Terminó por claudicar. Está bien, vuelvo en un ratito para llevármela. Gracias, te pasaste. La primera falla en el plan.

Pero siguió. Volvió a revisar su celular. Ahora desde Arequipa habían sido divisados cuatro caza bombarderos despegando y tomando rumbo hacia el sur. MiG-29 o Mirage 2000, no sabían con certeza. Se preocupó. Si empezaba una guerra abierta, un encuentro entre cuatro cazas peruanos contra quince chilenos no era el mejor inicio. Guardó su teléfono, tocó la puerta de la oficina de la derecha, espero que se le indicara que podía pasar, y entró.

Lo que pasó aquella tarde del 5 de abril de 2012 es sabido por todos. Los pilotos peruanos hicieron todo lo que estuvo en su poder hacer, pero la desventaja numérica era abrumadora. Dos Mig-29 y dos F-16 después, el Grau quedó sin cobertura aérea. Sus contramedidas electrónicas llegaron a eliminar algunas de las bombas lanzadas por los F-16. Un par de F-16 más resultaron dañados por el fuego antiaéreo del buque peruano. Pero la multiplicidad de blancos, que se aseguraron de atacar de diferentes direcciones imposibilitó una defensa sostenida. Habiendo sufrido considerable daño, el Grau enfiló a toda máquina a Mollendo. Cuando el sol estuvo cerca de ponerse, impactó la bomba que le deshabilitó los motores. El Grau quedó muerto en el agua. Minutos después fue interceptado por tres fragatas chilenas, y al Capitán Prat (ex HMS Dorking) le cupo el honor de dispararle los torpedos que le pusieron fin a su agonía. Entrada la noche, y con los sobrevivientes peruanos bajo cubierta, las fragatas chilenas retornaron en dirección a Iquique.

Mientras todo ello acontecía, él había entrado a la oficina. ¿Qué tal, cómo estás? Bien, gracias, ya alistándome para salir, ¿y tú? También, acá, pasando para saludar. Se está poniendo fea la cosa, ¿no? Sí, no sabes lo preocupada que estoy. Sí pues, justo he estado siguiendo las noticias, y al parecer podría haber una cosa seria ahorita mismo. ¿En serio? Ay, ojalá que no pase nada. Y dime, Chiara ¿te gustaría ir a tomar un café, como quien deja que baje el tránsito y seguimos las noticias? No, sorry, justo ya he quedado para salir con Bianca. Quizá otro día, Maycol.

Y se acabó. Tanto trámite y planeamiento, para acabar en el fracaso. Y como premio, a quedarse dos horas más en el trabajo arreglando la computadora de la pesada de Bianca. Chiara terminó de alistar sus cosas y acompañó a Maycol al cubículo de Bianca. Ella estaba terminando una llamada telefónica, y por lo que pudo entender él, se iban a encontrar con dos personas más. Bianca guardó sus cosas y salió del cubículo, dejando que él se encargara de cargar la computadora. A medida que se alejaban, alegres y conversadoras, lo oyó. Manya… ¿en serio? ¡Desubicadazo! Shhh! ¡No te vaya a escuchar!

A la misma hora en que bajó al sótano con la computadora de Bianca, recibió la noticia en su celular: el Grau estaba al fondo del mar.

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viernes, 4 de diciembre de 2009

IV. Contrastes



Facultad de Ing. Electrónica y Eléctrica URGENTE: REUNION CON EL DECANO

Clic.

Estimado Ing. Ramírez,

Le comunico que el Decano necesita hablar con usted urgente. Por favor apersónese a la facultad a la brevedad.

Anita Merino

Secretaria

Facultad de Ing. Electrónica y Eléctrica

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


¿Aló? Sí, habla el Ingeniero Francisco Ramírez. Recibí un mensaje indicándome que el decano quería hablar conmigo. Ajá. ¿Pero se encuentra el decano? Bueno, está bien. Llegaré en como una hora.

Colgó el teléfono y volvió a tapar algunos proyectos en los que había estado trabajando. Una vez listo, partió en dirección a San Marcos en su pickup Toyota Hilux beige del año ’88. Le llamaba la atención, una reunión de este tipo, que no se podía realizar por el teléfono. Encendió la radio en un vano intento por distraerse de los problemas, y de paso ver si encontraba una forma de evitar las congestiones de tránsito. El BAP Almirante Grau había partido del Callao. Creyó haberse librado del problema cuando, al acercarse al cruce con la Avenida Venezuela vio llegar un convoy de camiones militares, que se estacionaron en los alrededores de la universidad. De inmediato se paralizó el tráfico, y empezó un gran movimiento en la zona. Alcanzó a divisar que entre los carros corría un joven, quien debía ser sanmarquino, huyendo de la aglomeración. ¡Leva! ¡Leva!

No había habido leva en muchos años en el Perú. Más bien le sorprendió que el joven conociera el término. Tan pronto como pudo, desvió el auto y se estacionó en una calle aledaña. Sabía que a sus cuarentaitantos no estaba particularmente expuesto a ser reclutado a la fuerza, así que procedió a dirigirse a su destino. Era el único que iba a San Marcos. Todos los demás huían.

Había camiones del Ejército rodeando la entrada de la Av. Universitaria, y presumiblemente las demás también. Los soldados iban agarrando a los estudiantes y los colocaban en los camiones, y cuando se llenaba uno partía en dirección al cuartel. Pudo ver también que algunos jóvenes habían intentado resistir, y los soldados no tenían mayores problemas en darles de golpes hasta que se sometieran. Documentos señor. Aquí tiene. ¿A qué viene? Soy profesor, acá está mi fotocheck. Las clases están suspendidas, puede regresar a casa. No tengo clase, tengo una reunión. Un estudiante salió corriendo, golpeándose contra el soldado. Este le devolvió los documentos apresuradamente al ingeniero y salió tras el joven, dándole un garrotazo en la espalda. Francisco tomó la devolución como permiso para seguir adelante y avanzó en medio del caos.

El interior de la universidad era un hervidero. Los estudiantes se estaban alejando de las puertas en un intento fútil por evitar la leva. Vio que algunos se estaban intentando atrincherar en sus respectivas facultades. Francisco sabía que eso podía servir durante las huelgas, pero si los soldados realmente querían entrar a llevarse a todos los que estuvieran adentro, lo podrían hacer. No quedaba más que esperar que con los que cayeron en las puertas hubieran cubierto la cuota de reclutas y que partieran. Finalmente llegó a la Facultad, y se presentó en las oficinas de la facultad, sin mucho convencimiento de que sería atendido en medio de todo el alboroto. Para sorpresa suya, tan pronto fue visto por la secretaria le fue indicado que pasar inmediatamente donde el decano.

Buenos días, señor decano. Buenos días, Francisco. ¡Se armó la grande! Así parece, estamos recibiendo todo tipo de llamadas, preguntando por los estudiantes, la prensa quiere venir, qué cuanta cosa. Está hecho un caos. No había visto nada así desde los ochentas, sí. Las cosas no se ven bien, Francisco, para nadie. Saben que meterse con San Marcos es ya pasar a mayores. Si para algo sirven los de Derecho, será aunque sea para defendernos de estas cosas. El resto del tiempo, son unos cojudos. Ja, ja, sí, así es. Deben estar muy urgidos de tropa. Esto no lleva buena cara, y precisamente eso está relacionado con el tema que tengo que tratar contigo. Sí, me llamó la atención, que sea algo tan reservado. Mira, el Ejército se ha puesto en contacto con nosotros, quieren que asistas a una reunión con ellos. ¿El Ejército? Sí. Parece que necesitan algunos diseños, con carácter de urgentísimo, y les dejaste una buena impresión en la última licitación. Y los necesitan para ayer. Pucha, no sé qué decirte, ¿no deberían más bien ponerse en contacto con la UNI? Deben haberse puesto en contacto con todas las universidades y empresas habidas y por haber. Necesito que dejes todo, todito, y formes un equipo para que vaya a Chorrillos para oír qué es lo que necesitan. La cita es hoy por la noche. ¿Hoy mismo? Ajá. Escoge a tus mejores estudiantes y ve y escucha lo que quieren. Ok, está bien. Muy bien Francisco, estamos contando contigo para que nos dejes bien parados. Ahora, si me disculpas, pero la cosa está que arde. Sí, como no, adelante, esto se ve feo. Dile a la secretaria que te dé los números telefónicos que necesitas. Gracias, hasta luego. Hasta luego.

Recibió los números y empezó a llamar uno por uno. Nada, ninguno contestaba. Finalmente, uno sí contestó. Señor Valladares, ¿aló? ¿Aló, sí? Le habla el ingeniero Ramírez, he estado intentando ponerme en contacto con usted y varios de sus compañeros. Profe, sí. Pucha, profe, ha sido una vaina. Justo habíamos quedado en irnos al frente ahora, pero yo tuve que ir a recoger algo que dejé en el laboratorio, y cuando estuve por salir, vi que estaban los cachacos. Fácil se los han llevado, profe. ¿Chupando en la mañana? Pucha, profe, es que hay mucho estrés… El semestre acaba de empezar, señor Valladares. Igual profe… Ok, después me comunico con usted, hasta luego. Hasta luego, profe. Llamada finalizada. Borrachos de mierda.

Sabía que iba a ser un largo día, así que llamó a su hermana para que se hiciera cargo de recoger a su hija del colegio. Se volvió a meter al auto y partió por la Universitaria con dirección a la Avenida La Marina. A medio camino se volvió a encontrar con un alboroto. Eran los estudiantes de la Católica haciendo una marcha en solidaridad con los estudiantes de San Marcos que habían sido levados. A medida que pasaba, Francisco vio que entre ellos se repartían bloqueador solar.

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martes, 1 de diciembre de 2009

III. Juguemos a la ronda




“La tragedia de la historia peruana es la constante subestimación de los habitantes altoandinos por parte de la población criolla de la costa. E incluso cuando aquellos jugaron un papel clave, como en 1881-1883, fueron olvidados o ignorados rápidamente. La guerra de 2012 no fue excepción.”

Wilson Manrique

Historiador y sociólogo

Algo de temor sentían los niños mientras se dirigían a su destino, aquel 28 de marzo. Había algún tipo de reunión importante en la alcaldía y les cabía a ellos ir a buscar al viejo cascarrabias de Don Pedro, quien tercamente se rehusaba a contar con celular. En una guerra peleó, dicen. ¿De veras? Sí, a su esposa y sus hijos se los mataron, toditos. ¿Pero cuándo fue eso? No sé, hace tiempo, dicen. Pero bien bravo que es, dicen.

En efecto, al comenzar la crisis, las autoridades locales habían hecho un llamado a los pobladores a que pusieran el hombro. Las tropas iban a necesitar comida, vestuario y otros elementos misceláneos. El departamento de Cuzco iba a demostrar su patriotismo, y la comunidad campesina de Uchullucllu, provincia de Canchis no debía quedarse atrás.

Llevaban ya algunas horas discutiendo sin terminar de llegar a un acuerdo cuando llegó Don Pedro. Entre los mayores hubo cierto silencio mientras que los demás siguieron hablando por unos instantes más. Cuando finalmente dejó de haber ruido, Don Pedro avanzó lentamente hacia la parte delantera de la sala. Iba raras veces al pueblo, y cuando lo hacía conversaba poco y se iba tan pronto terminaba sus asuntos. Los niños se habían preguntado qué resultaba tan especial de este señor, que hasta medio ermitaño parecía. Algo les habían explicado que había sido un líder de importancia antes, pero que quedó muy decepcionado y se alejó de todo.

Adelante se le hizo un espacio, y tomó asiento. Por enésima vez, el alcalde explicó la situación: los chilenos querían quitarle el mar territorial al Perú y los peruanos no debían dejarse abusar. Pero el gobierno necesitaba nuestra ayuda para poderlo hacer, y requerían donaciones de alimentos para la tropa.

¡Comechados! ¡Sinvergüenzas! ¡Corruptos! Siempre pidiendo y pidiendo. ¡Siempre lo mismo! Nunca hacen nada. En ruinas, el colegio, y ellos nada. ¿Ahora quieren que les demos nosotros? Están locos. No hay agua, las cosechas fallan. No tenemos ni para alimentarnos nosotros y nos lo quieren quitar. Si no mejora la situación, tendremos que vender las tierras. No es justo, no señor.

¿Chilenos quieren ser ustedes? ¿Creen que los tratarán mejor? No. Debemos seguir los ejemplos de Grau y Bolognesi. Ellos sí daban todo por la patria. ¡Viva el Perú! ¡Viva! ¡Viva el Presidente!

La imprudente mención del presidente exacerbó los ánimos. La corrupción del gobierno era legendaria, y los comuneros de Uchullucllu no lo ignoraban. Todos los niveles habían sido copados por miembros del partido, y era casi requisito haber votado por ellos en las elecciones del 2011 para recibir recursos del Estado. Y como la provincia de Canchis no lo había hecho se encontraban completamente marginados. La popularidad del gobierno estaba por los suelos, y los últimos escándalos anteriores a los incidentes marítimos solo habían empeorado la ya precaria situación.

De los gritos se pasó a los empujones, y de los empujones a los golpes. El sonido de una explosión ensordeció momentáneamente a los presentes en la sala. Atrás, un hombre empapado de cerveza mostraba el espanto en la cara. En su mano derecha seguía sosteniendo el pico de la botella, cuyos fragmentos se encontraban dispersos alrededor suyo. Adelante, Don Pedro bajaba su Mauser 1898 y miraba atentamente a todos.

Entre hermanos no se pelea, carajo. Vamos a ayudar a la patria, pero no con donaciones que en corrupción se va a perder. Acá en esta sala veo varios de los que pelearon conmigo. Tenemos experiencia de pelea y lo vamos a demostrar otra vez. Estamos hartos de que nos ignoren. ¡Sí, sí! ¿Nos ayuda el gobierno regional? ¡No! ¿Nos ayuda el gobierno central? ¡No! ¡Fuera! Nosotros mismos vamos a mostrar lo que somos capaces. Este rifle lo disparé por última vez por 1992, hace mucho. Ahora de nuevo habrá que pelear y de nuevo habrá que ganar. Y cuando a los extranjeros les ganemos ya nadie nos podrá maltratar en nuestro propio país. ¡Vamos!

Algo había en el discurso de aquel sexagenario hombre que hizo que todos le prestaran oídos. No convenció a todos, pero fue lo suficientemente efectivo como para que un grupo de quince hombres entre jóvenes y adultos se plegaran a su llamado. La reunión acabó con esa decisión: en lugar de donarle recursos al gobierno, se encargarían de reformar y reequipar la vieja ronda. Poco sabían que la ronda que organizaron ese día, bajo la dirección de Don Pedro llegaría a tener un protagonismo fuera de toda proporción a sus recursos materiales y a la cantidad de miembros que la formaba.

A lo largo de los siguientes días se llevaron a cabo los preparativos necesarios. La “delegación” recibió del alcalde la donación de un pabellón con el escudo del pueblo. Se recolectaron todas las armas de cacería que había en la comunidad y se les entregó a sus representantes. Como era de esperar, fue una mezcla heterogénea de armas de todo tipo y de diferentes épocas. Se celebró una gran fiesta en que la comunidad pudo juntar el escaso efectivo del que disponían para que sus expedicionarios pudieran comprar suficiente combustible como para llegar a Tacna, donde podrían mostrar el gallardo pabellón del pueblo y entrar a apoyar donde fuera necesario.

Después de casi una semana de preparativos, y en medio de una gran despedida, partieron rumbo al sur. Antes de llegar a Tacna pasarían primero por Juliaca y Puno. No tenían planes concretos de quién los recibiría ni dónde se hospedarían, pero tenían la moral al tope, especialmente después de las lecciones de tiro de Don Pedro. No había chileno que se les podría oponer.

En la tarde del 5 de abril, mientras se encontraban a mitad de camino entre Puno y Tacna, divisaron cuatro aviones de combate dirigiéndose hacia el sureste. ¡La FAP ya está peleando! ¡Viva el Perú! Se alejaron las estelas. Al rato, en el horizonte vieron algunos destellos. ¡Seguro que están destruyendo a la FACH! ¡Viva!

Don Pedro no dijo nada. Algunas horas después le diría a sus compañeros en armas que la historia suele repetirse, especialmente para los peruanos.

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