La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

Para leer desde el comienzo, haga clic acá.

Ahora que acabó la novela, cuál es tu personaje favorito?

viernes, 29 de enero de 2010

XX. Madness? This is TACNA!



“-You there, what is your profession?

-I’m a potter, sir.

-And you, Arcadian, what is your profession?

-Sculptor, sir.

-Sculptor. And you?

-Blacksmith.”

- Película “300”, 2007

Santiaguito, ya se que toda la cuestion no salio como queriamos pero siempre hay una forma de sacarle la vuelta a las cosas. me alegra saber que la compañia ya te esta dando un bono por haberse trasladado la fabricacion de los otorongos a sus talleres. ya sabes como es no?

ahora, sobre lo otro la logica es muy sencilla. ya nos aprobaron un presupuesto de emergencia de 100000 soles para la compra de vehiculos base. si pagamos por 4x4s se nos va todo sin que quede un extra. eso no seria justo despues de todo el trabajo que hemos hecho. con combis en cambio les pagamos 12000 por cada una. ustedes usan su distribuidora de autos usados para declarar que nos vendieron 4x4s baratas y los 88000 soles que quedan son mitad-mitad, despues de restar lo que se necesite para la aceitada.

por favor confirmame que se puede hacer la gestion para proceder. muchos saludos a tus papas.

Ernesto

Maycol no podia creer que en medio de la guerra podía estar pasando lo que leía en los correos de Hoepken. Decidió que era necesario ponerle fin a la cochinada, pero para eso tendría que acumular más pruebas. No fuera a ser que Hoepken terminara saliéndose con la suya, como su hermana Susana algunos años atrás. Para ello tendría que agregar una fase más a su proyecto, que en medio de todo serviría de preparación para su objetivo final. Después de todo, si no lograba hackear las computadoras de un general en la misma ciudad en la que vivía, ¿para qué intentar hacer lo mismo con las de los generales chilenos?

La actividad había aumentado un tanto en el Grupo G-Y en el último par de días. Enrique había regresado, al parecer por solicitud especial de la compañía al Ejército, y se había vuelto entusiasta soporte del proyecto de Maycol. El único en realidad, ya que Franco –en sus propias palabras– “no se metía en huevadas”. Enrique pudo seguir avanzando la programación e investigación cuando el departamento de sistemas recibió la llamada para que fueran a ver una computadora en los talleres de producción. Diferente rótulo, el de Maycol, pero el mismo trabajo.

Las noticias eran de naturaleza mixta. Todos en Lima habían celebrado el rechazo del primer asalto chileno sobre el casco urbano de Tacna hacía dos días, y en YouTube se filtró una filmación hecha con celular de las conversaciones entre los generales Munizaga y Choquehuanca. Se había vuelto un video inmensamente popular en cuestión de horas. Mientras iba al taller, Maycol lo veía por quinta vez, y no se cansaba a pesar de la paupérrima calidad del audio y las imágenes, además del incómodo ángulo en que fue filmado.

General, han peleado como valientes con los limitados recursos a su disposición. Ninguno de sus compatriotas puede reprocharles nada. Han regado los cerros con su sangre de buenos soldados y patriotas. Pero para todo hay un tiempo: un tiempo para matar, un tiempo para curar; un tiempo de guerra y un tiempo de paz. Para usted y sus hombres, la guerra ya acabó. ¿En serio? ¡Parece que alguien se olvidó de informarme! General, le recuerdo que tenemos la ciudad completamente rodeada desde las alturas. No hay punto que nuestra artillería no pueda batir impunemente. Depon- ¿Diría que nos caería una lluvia de proyectiles? Pues, sí, se podría decir. Excelente. Hace mucho sol, y nos caería bien pelear a la sombra. Eh, bueno. Depongan sus armas, no tiene sentido destruir la ciudad y que nos llenemos las manos de la sangre de soldados y civiles. ¿Quieren nuestras armas? Acá están, vengan por ellas. Oiga, ¿usted me está tomando el pelo, o se ha vuelto loco? Munizaga se dio cuenta demasiado tarde de que había pisado el palito. ¿Loco? ¡Esto es TACNA! compartir. Ver de nuevo. Los discursos de ambos generales obviamente habían sido cuidadosamente ensayados. Las del peruano, lo habían sido incluso desde antes de la guerra, como testificaban los geoglifos gigantes con el número “300” en los cerros que rodean la ciudad.

Todos los peruanos habían leído sobre la respuesta de Bolognesi en sus libros Bruño, y visto el cuadro estático de Lepiani en unas reproducciones laminares horripilantes. Pero era señal de los nuevos tiempos que ahora cualquier persona en cualquier parte del mundo pudiera verlo ocurrir en YouTube, casi en tiempo real. Los remixes y versiones de “Star Wars” o de “Harry Potter” no se hicieron esperar tampoco. Se dio inicio a una espartanomanía en Lima y otras ciudades del Perú, que en buena medida sigue presente incluso hoy. Lo que los demás peruanos no parecieron notar en ese momento era que todos y cada uno de los 300 espartanos murieron, lo cual constituía un antecedente un tanto ominoso para los defensores de Tacna.

En los talleres del Grupo G-Y, pudo ver los primeros Otorongos que se completaban. Algunos de los operarios le hicieron saber de los rumores: el Perú se estaba preparando para una contraofensiva de la que dependería el destino de la guerra. Los “tanques” tenían que producirse a toda prisa para que estuvieran listos para el día “D”, cuya fecha exacta no conocían. Esto significó para Maycol tanto un alivio como una presión. Por lo menos sabía que el Perú iba a hacer algo por expulsar al invasor, y que hasta había una fecha para ello. Sería cuestión de averiguarla, para lanzar su propia ofensiva el mismo día. Pero por otra parte, el reloj ya estaba corriendo, y tendría que conseguir la “masa crítica” para cuando se acabara el tiempo.

Como casi todos en Lima esos días, Maycol también se contagió de la mencionada espartanomanía. Volvió a ver “300” en DVD pirata mientras programaba en casa, y leyó la entrada de Wikipedia sobre la batalla. Para su sorpresa, resultaba que los trescientos espartanos no sucumbieron solos al final de la batalla. Setecientos tespios eligieron quedarse a apoyar a los guerreros profesionales, sabiendo bien que la aniquilación era segura. A diferencia de los espartanos, los tespios eran meros civiles armados.

Salió con su USB a recorrer todas las cabinas Internet que pudo esa noche y madrugada. Había circulado el programa de “ataque zombie” entre sus amigos, con no más que un tibio apoyo. Eso no iba a frenarlo. Si tenía que infectar las computadoras del Perú una por una, lo haría. Mientras todos los peruanos se alucinaban espartanos, él se sabía tespio.

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martes, 26 de enero de 2010

XIX. Voluntarios



“Está llegando información nueva sobre el ataque chileno a la ciudad de Tacna. Un momento… Al parecer el enemigo ha sido repelido con fuertes bajas. ¡Viva el Perú, carajo!”

Ricardo Escobar, conductor Canal N.

14 de abril, 2012


Señor, ya llegamos. Francisco despertó y miró a sus alrededores. Estaba frente a la Escuela Militar de Chorrillos. Casi no había dormido en los últimos días. La adición de lanzamisiles y ametralladoras –de demenciales en su opinión– habían requerido aun más trabajo, trabajo que pudo haberse dedicado a la automatización de los Otorongos. Para colmo de males, el Ejército todavía no le había provisto del primer lote de 4x4s a los cuales montarles el armazón.

Se tragó los contenidos de otro Vortex, para mantenerse alerta. Henry le había llamado urgente, informándole que tenía que venir a la reunión acá en Chorrillos, a la cual había sido enviado como observador. Algo no cuadraba. De ello se percató también Francisco tan pronto se acercó al abarrotado Auditorio. En vez de uniformes del Ejército, vio una mixtura variopinta de ropa de civil, con ocasionales gorras o camisas con logos como Chama, Transportes Diez o ETRAPERSA. Se abrió paso un tanto, pero permaneció camuflado entre el tumulto.

Eventualmente apareció el general León, y los oficiales presentes se pararon en atención, y la asistencia los imitó. Francisco se preguntaba qué podría tener que decirle el general a este grupo de personas.

Estimados compatriotas. Como ustedes saben, hemos sido invadidos por el Caín de América, por sorpresa y con alevosía. Nuestras gloriosas Fuerzas Armadas están resistiendo heroicamente a pesar de estar en inferioridad de condiciones, emulando el egregio ejemplo que nos dejaron Grau, Bolognesi y Quiñones. Los defensores de Tacna siguen demoliendo al enemigo, demostrándoles de lo que es capaz el soldado peruano cuando defiende su patria.

No desesperen, compatriotas míos. El momento del castigo del abyecto traidor americano está próximo. El Ejército está preparando una poderosa contraofensiva, en la cual nuestro armamento de última generación, los MBT-2011s, los SMERCH y otros tendrán un papel clave. Pero necesitamos del apoyo de todo el pueblo peruano para poder vencer definitivamente al invasor y expulsarlo para siempre de la patria sagrada. Necesitamos que ustedes nos vendan sus combis, urgente.

El auditorio se conmocionó. Los presentes se preguntaban si realmente habían oído lo que habían oído. ¿Para qué necesitaría el Ejército sus humildes “camionetas rurales”? ¿Cómo mantendrían a sus familias entre tanto? Día en que un chofer o cobrador de combi no trabaja es día en que no entra dinero para la casa. Francisco dedujo rápidamente lo que estaba pensando hacer el General. Puta madre, loco de mierda.

Compatriotas míos. Todos tenemos que poner el hombro en el momento de peligro de la patria. Tenemos que deponer nuestras diferencias y colaborar como un puño, como los gloriosos reservistas de la batalla de Miraflores. Piénsenlo, hermanos míos. A fines de año entra en operación, sí o sí, tanto el Metropolitano y el Tren Eléctrico, y todas sus combis quedarán fuera de circulación. Serán dueños de vehículos que no podrán trabajar, y que nadie les querrá comprar. Véndanselos al Ejército, donde cumplirán una función gloriosa, y obtendrán ustedes un pequeño capital para crear un microempresa, con la asesoría experta del Ejército del Perú.

Lo que decía el general era cierto. El desempleo para miles de familias que dependían del transporte urbano era inminente. La propuesta del general simplemente precipitaba lo inevitable, y desde que empezara la guerra los precios del combustible habían subido drásticamente, reduciendo su margen de ganancias. Estaban entre Escila y Caribdis. León esperó que llegaran a esa realización y prosiguió.

Compatriotas. Amigos. El glorioso Ejército del Perú cuida de los suyos. Necesitamos sus combis, pero sobre todo los necesitamos a ustedes para tripularlos en una misión altamente clasificada y clave para la épica contraofensiva peruana. Todos los que además de vender sus combis se presenten de voluntarios serán asignados a sus propios vehículos y serán incorporados al Ejército peruano con todos los beneficios que ello implica. Tendrán un sueldo que podrán enviar a sus familias, y en el supuesto negado en que alguno de ustedes tuviera que sacrificar su vida en el altar de la patria y unirse a la gloria de Bolognesi, Ugarte e innumerables otros, el Ejército se hará cargo de sus mujeres e hijos. Somos hombres, y Dios nos ha encargado dos deberes: defender la patria y cuidar de nuestras familias. ¡Luchemos juntos, ustedes y yo, y estaremos cumpliendo con ambas!

La retórica patriótica del general convenció a unos, y el frío cálculo racional a otros. Fuera cual fuera la proporción entre ambas posturas, el general León tuvo éxito. Muchos de los choferes y cobradores fueron a las mesas que se habían instalado para firmar los documentos correspondientes al traspaso de sus vehículos e inscripción en el ejército. Henry divisó a Francisco, mostrándole una cara de completo espanto con lo que acababa de pasar. Ramírez se dirigió donde el general, quien ya estaba saliendo a los vestuarios del auditorio.

¡Pancho! Qué bueno que hayas podido venir, yo creía que estabas enterrado entre tus fierros. ¿Qué te parece? ¡Ya tenemos todos los vehículos que se puedan necesitar! ¡General! ¡Usted me prometió que solo serían voluntarios del ejército quienes tripularan los Otorongos! ¿Del Ejército? No, no, Pancho. Yo no dije nada de que serían del Ejército. Yo solo te prometí que serían voluntarios. Y estoy cumpliendo escrupulosamente nuestro acuerdo. Todos acá están inscribiéndose voluntariamente. ¡Pero son civiles por la puta madre! Y ese discurso fue un chantaje económico. Ramírez, no te pases de la raya, carajo. En la guerra, como en la guerra. ¿Qué sentido tendría sacrificar personal altamente entrenado en unos vehículos que solo sirven para distraer al enemigo? Piensa, carajo. Pobre de ellos, claro. Pobres los huérfanos. Pero todo es por el bien común. Y si no puedes vivir con eso, entonces te puedes ir a la mierda. El general se dirigió a uno de sus asistentes. Asegúrese de que me trasladen a ya sabes quién de vuelta a Lima.

Francisco se retiró del auditorio. Mientras oía cómo los inscritos llamaban a sus familias para despedirse temblaba de furia. Supongo que estaremos de choferes. Y diles a Jhosclyn y Gherson que los quiero mucho y que estoy yendo a pelear para que puedan crecer en una patria rica. Chau. Ramírez levantó la mirada y reconoció a Carlos García entre los choferes. Habían pasado varios años desde que lo viera por última vez en los tribunales. Quizá había un poco de justicia en el mundo, después de todo.

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viernes, 22 de enero de 2010

XVIII. Bienvenidos al infierno



“Todo el centro de la ciudad de Tacna, varios distritos de ella y sus alrededores están bajo el control absoluto de las fuerzas chilenas.”

General Saldarriaga, Ejército Chileno

14 de abril, 2012


Don Pedro escudriñó el horizonte. No había duda: los gallinazos rondaban el área. La avanzada le dio la señal para que avanzara a la posición y verificara la situación. La ronda de Candarave había desaparecido, y todos temían lo peor. La escena de carnicería que ahora atestiguaban les permitió confirmar que los novatos habían sido totalmente obliterados. Filomeno se acercó donde su sargento. Páucar, ya lo vi. Pusieron el dispositivo por acá, pero muy rápido lo activaron. Acá se ve la frenada de los carros chilenos. Como esta ronda hay otras que todavía no saben. Don Pedro siguió observando silenciosamente el escenario. Había un gallinazo particularmente gordo que no se había retirado ante la llegada de quienes ahora constituían el “Estado Mayor” extraoficial de los pelotones auxiliares, y que insistía en comerse el ojo de un rondero de Candarave. Cayó ante el Mauser del sargento.

Don Pedro, cualquier cantidad de casquillos. Parece que los de Candarave atacaron cuando falló la bomba. No pudieron, nos los arrasaron. Había muertos peruanos por todos lados. Pero acá hay algo peor. Un poco más allá, tras una ondulación en el terreno, yacían amontonados otro grupo de ronderos. Míremelos, todos muertos, pero no hay casquillos entre ellos. Páucar oyó las palabras de Malqui y dedujo lo que ello significaba. Ya lo había vivido demasiadas veces, y no en esta guerra. Búsquenme sobrevivientes.

Entre quienes los recuerdan, aun se sigue debatiendo qué fue lo que distinguió a los de Uchullucllu de la vasta mayoría de rondas que, en números cada vez mayores, llegaban a Tacna a prestar su apoyo a Páucar y al Perú. Hay quienes dicen que fue el liderazgo de don Pedro; otros, la experticia de Filomeno. O se arguye que lo suyo fue simple suerte. Cualquiera que fuera la razón, la ronda de Uchullucllu se volvió el núcleo de la insurgencia popular que atacaba las líneas de comunicación chilenas. Esta responsabilidad pesaba sobre los hombros de don Pedro, líder de facto de la insurgencia popular peruana. Eran tantos los muertos, tanta la sangre en sus manos. Jóvenes, viejos, que de puro entusiastas se enfrentaban a un enemigo muy superior. Y lo que no hacía más fáciles las cosas era el tener que lidiar con las Fuerzas Especiales del Ejército y de la Marina, quienes también estaban detrás de líneas chilenas causando todo tipo de destrozos. Pero la presencia de los ronderos les causaba molestia, y no dudaron en hacérselo saber al sargento.

¡Sargento! ¡Un sobreviviente! Un rondero de Candarave, cubierto por los cuerpos de sus camaradas, no había sufrido heridas de muerte. Lograron sacarlo y le dieron agua. Malqui le vendó las heridas provisionalmente. Los hechos habían ocurrido tal como habían deducido Filomeno y Malqui. Pero había algo más. No pudimos, sargento, perdónenos. Varios fuimos capturados y nos reunieron acá. Un oficial chileno, Grimaldi se llamaba, nos dijo que como no llevábamos uniforme éramos terroristas, y que no nos protege la ley de la guerra. Que en su país había una época en que sabían qué hacer con los terroristas. Se pusieron en línea y nos ametrallaron.

Don Pedro y Malqui intercambiaron miradas. Este sabía lo que pensaba aquél. Ya les había aleccionado innumerables veces sobre lo que significaba ser ciudadano de la república: los derechos y deberes se compartían por igual. Y que en tiempos de guerra, los riesgos también. Infiltrarse a Tacna ya no era posible desde que cayera el Intiorco el día anterior, y si bien habían logrado sacar y capturar suficientes explosivos para durar un buen tiempo, ya no podrían obtener nada más. Malqui se sacó la gorra EP y la arrojó al suelo. Los demás hicieron lo mismo, finalizando con el sargento Páucar. Los mismos riesgos para todos.

Esos días fueron brutales para ambos bandos. Al día siguiente les tocó a los chilenos equivocarse garrafalmente. Al parecer, después de la caída de las alturas alrededor de Tacna, los mandos chilenos creyeron que la moral de los defensores de la ciudad se desplomaría. Lo que pensaron que sería como la entrada de los estadounidenses en Bagdad en 2003 más bien terminó siendo como la de los rusos en Grozny en 1995. Los peruanos habían establecido un laberinto de barricadas en la ciudad, con la cual solo ellos estaban familiarizados; y habían abierto boquetes en los muros de los negocios y viviendas para moverse al interior de las cuadras sin ser vistos por los chilenos. También habían ampliado las excavaciones no terminadas de instalaciones de gas natural para convertirlas en trincheras urbanas. Los T-55 fueron escondidos en diferentes partes de la ciudad. Pecando de excesiva confianza, el general Saldarriaga ordenó que tres columnas ligeras avanzaran de manera criminalmente imprudente al interior de la ciudad. Tan seguro estaba de su próxima victoria, que después de los primeros informes por radio de los jefes de las columnas, emitió su tristemente célebre comunicado, informando que Tacna ya estaba bajo control chileno.

Lo que sucedió más bien fue un baño de sangre. Una vez dentro del casco urbano, una voz por un megáfono anunció “¡Bienvenidos al infierno!”. Era la señal. Los peruanos atacaron simultáneamente en todas partes de la ciudad. Los misiles antitanque Kornet y Spike deshabilitaron los vehículos de vanguardia y retaguardia, dejando al resto de las columnas atoradas y vulnerables a los ataques de francotiradores y equipos de tiro peruanos. A distancia de quemarropa –al blindaje lateral y trasero– y por sorpresa, hasta los T-55 pudieron deshabilitar Leopards y Marders. Es testimonio de la disciplina y entrenamiento del soldado chileno el que pudieran mantener una semblanza de cohesión de sus unidades en medio de aquel asalto. Mientras se batían en retirada fueron también atacados por equipos peruanos que los habían flanqueado “tridimensionalmente” utilizando los sistemas de desagües de la ciudad. Tan entremezclados estuvieron, que la artillería y la FACH no podían intervenir, a riesgo de causar bajas por “friendly fire”. Fue recién a alrededor de las 4pm que las exhaustas tropas chilenas pudieron abrirse paso de vuelta a sus líneas. Atrás dejaban las ruinas llameantes de más de una docena de vehículos de combate y quizá un centenar de sus camaradas, entre muertos y heridos.

El cóndor chileno había sufrido su primer revés. Solo el tiempo diría lo que ello significaría. Por lo pronto, el general Saldarriaga fue separado de su mando. Lo reemplazó el general Munizaga, quien optaría por un estilo diferente.

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martes, 19 de enero de 2010

XVII. Combis, zombies y otra fauna urbana



“Durante estos días, se han atacado bancos, periódicos, redes académicas y páginas web de varias instituciones, sin que se pudiera evitar el colapso de los sistemas informáticos de unos de los países con mayor número de usuarios de Internet del mundo (…). En total se han identificado 128 ataques DDOS sobre las webs de Estonia…”

Fernando Acero, Kriptópolis. “Conclusiones de los ciberataques a Estonia”

30 de mayo, 2007


Su lectura diaria de noticias se vio interrumpida al serle ordenada a su combi que se cuadre al costado de la avenida. Los operativos de inspección de unidades de transporte público en Lima ocurrían con cierta frecuencia (especialmente hacia diciembre), aunque este evidentemente no era uno común y corriente. Para empezar, no era la Policía Nacional del Perú la que llevaba a cabo el operativo, sino el Ejército. Inmediatamente empezó a sudar. Le aterrorizaba la idea de ser levado y enviado a pelearse con los chilenos con poco más que un AKM, dos granadas, tres chapitas y una lata de atún. El enfoque, sin embargo, no parecía estar sobre los pasajeros, sino sobre las combis. Era un operativo inmenso, había combis detenidas casi hasta donde Maycol alcanzaba a ver.

La frustración se vivía en el aire. Los soldados cumplían con mirar los documentos de los vehículos, pero parecían más interesados en revisar el interior de los vehículos y sus motores. Al serles preguntados respecto de la razón detrás de ello, los soldados respondían con una variedad de explicaciones: búsqueda de contrabando militar, bombas o equipos de espionaje. Después de una concienzuda inspección, algunas unidades eran soltadas y otras requisadas, llevándose también a sus choferes y cobradores.

Maycol procedió a comentar al respecto en sus cuentas de Twitter y Facebook a medida que caminaba a la oficina. Igual, no importaba mucho su hora de llegada. Desde que empezara la invasión, las oficinas del Grupo G-Y habían ido quedado progresivamente más desoladas. Al parecer, no solo esos dos que había visto hacía algunos días en el aeropuerto habían pedido “vacaciones”, sino casi todos los altos mandos de la empresa. Con su ausencia, los subalternos o bien habían pedido “vacaciones” también o habían dejado de ir sencillamente. Además, casi toda la actividad en el Proyecto “M” había cesado, así que la mayor parte del poder de procesamiento de la empresa estaba en desuso. Sencillamente no había mucho que supervisar por su parte.

Procedió a su oficina, se puso sus audífonos como medio de defensa preventivo y se apresuró a retomar el proyecto que había decidido emprender aquel día en el aeropuerto. Sabía que requeriría mucho trabajo, además de mucho apoyo para que pudiera salir adelante. Respecto de lo primero, no tenía ninguna dificultad, tiempo y habilidad le sobraban. Lo segundo era lo complicado. Las relaciones interpersonales nunca fueron su fuerte. Como aquella vez que se dejó engatusar para ser “distribuidor independiente” de los suplementos nutricionales Plant-o-life para complementar su ingreso y poder mandar más plata a su familia. Ya que el éxito en ese negocio dependía de tener muchos contactos con poder adquisitivo a quienes había que convencer o presionar para que compren latas de cien dólares (o mejor aún, convencerlos de que ellos sean, a su vez, “distribuidores independientes”), su falta de carisma personal tuvo como único resultado que se llenara de un stock de productos que no podía vender y que le ocupaban espacio que no sobraba en la habitación en la que estaba pensionado. Decidió, sin embargo, ver cómo resolver ese problema cuando llegara a él.

La guerra seguía su curso inexorablemente. Después de establecer su perímetro en torno a Tacna, los combates en los cerros alrededor de la ciudad habían empezado con una intensidad brutal. En internet abundaban las imágenes subidas tanto por personal militar chileno como peruano, y retrataban una carnicería brutal. El Arunta había caído en un solo día, y a pesar de que los defensores del Intiorco habían resistido por más tiempo, parecía que también estaban por ceder. Aislados del resto del país y sujetos a todo el poderío del ECH y la FACH, todos sabían que solo sería cuestión de tiempo antes de que las fuerzas en la ciudad sucumbieran. La posibilidad de llegar demasiado tarde, como siempre, atormentaba a Maycol, y trabajaba furiosamente, intentando imaginarse que él también estaba bajo fuego enemigo.

A ver, ¿en qué andas? Franco había entrado sin que Maycol se hubiera dado cuenta. Solo pudo rápidamente apretar alt-tab para cambiar de ventana antes de que su interlocutor pudiera ver la pantalla. Observó la hoja de Excel que ahora se veía ahí. ¿Movistar, Entel, Claro? ¿Vtr Banda Ancha, Terra Networks Chile, Entel Pcs? ¿Endesa, CGE, HQI Transelec? ¿Banco Bilbao Vizcaya, BancoEstado, Banco de Chile? ¿Ministerio de Defensa, Ministerio del Interior, Gobierno de Chile? ¿Qué chucha es esto, Monstruo? No, nada, Franco, ¿cómo va el trabajo? Maycol se levantó y apagó la pantalla. No, no, Monstruo, nada de “nada”. Habla, ¿qué era eso? Me suena a que te estás alucinando de terrorista. ¿Qué vas a hacer? ¿Infiltrarte en Chile y hacer la del bombardero suicida, a “explotar como palestino”? No, no, nada de eso. ¡Ja! ¡Estás loco, huevón! Ponte a hacer algo más productivo, y hazte a la idea de que ni así la flaca esa de acordaría de ti.

Franco finalmente se fue, y el Monstruo pudo seguir trabajando. Habían sido días razonablemente productivos. Había estudiado los ataques rusos y chinos de años pasados y creía que podría imitarlos. Después de todo, fueron ataques relativamente rudimentarios. Bastaba un software maestro sencillo que se instalara en una gran cantidad de computadoras personales y laptops –instalación hecha por las buenas o por las malas– que las convertía en “zombies”. Una vez que hubiera una cantidad suficiente, quien tuviera control sobre el software maestro podría coordinar un ataque masivo sobre los servidores chilenos. Las computadoras sencillamente tendrían que bombardearlas con muchos pedidos de conexión, con lo cual las abrumarían. En Estonia y Georgia tumbaron el sistema bancario y telefónico. Quizá el Perú estaba lejos del ideal de una computadora por persona, pero había una cantidad innumerable de cabinas de internet. Además, Maycol contaba con todo el poder de procesamiento de los servidores del Grupo G-Y para enmascarar la procedencia del ataque. Con algo de suerte, podría reproducir los efectos de los rusos. Y quizá podría aprovechar el pánico para infiltrarse en los servidores militares chilenos y sacar alguna información de utilidad.

Después de todo, Hoepken podría haber tenido razón al decir que en la guerra y en el amor valía todo. E infortunadamente para Maycol, también la tuvo parcialmente Franco.

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viernes, 15 de enero de 2010

XVI. En abril, tampoco



Should both hills –Arunta and Intiorco–fall into Chilean hands, the Peruvian city of Tacna would be completely isolated, with the Chileans holding the upper ground. It is widely speculated that in that event Peru would have to admit its defeat and call for a ceasefire”.

Kate Randy, corresponsal de la BBC

12 de abril, 2012


Había varias cosas que faltaban hacer para que el Otorongo estuviera operativo. Se le tendría que adaptar un sistema de conducción automática o a control remoto. Después de todo, su fin era precisamente atraer ataques enemigos. También faltaba ultimar los detalles de su producción en serie. Tuvieron, sin embargo, algunas horas para reenergizarse. Los tres niños-genios las habían dedicado a darse la tranca del fin del mundo la noche anterior, para celebrar. Francisco había aprovechado para pasar tiempo con Cecilia, por lo cual estaba un poco más fresco esa mañana. Un par de Vortex y ya estaba listo para cualquier cosa.

Muy bien, Ingeniero Ramírez. Hemos estudiado los resultados de la evaluación y hemos llegado a la conclusión de que su propuesta es la que más se ajusta a nuestras necesidades actuales. La del grupo G-Y definitivamente es más avanzada, pero desafortunadamente para todos, tiene un muy alto costo y demoraría en ser fabricado en serie. Su propuesta más… rústica, nos puede funcionar. Eh, gracias, general. Ahora, hay unos matices a ser introducidos. Primero, que vamos a asignarle al grupo G-Y buena parte del contrato de producción. Si me permite, general, en San Marcos y UNI hay talleres que pueden fabricar el armazón a un costo bajísimo para el Estado. Ya está decidido, Ingeniero. Recuerde que lo barato sale caro. Hay más. Para acelerar los trámites, vamos a poner la patente del Otorongo a nombre del grupo G-Y. Provisionalmente, claro. Lo importante acá es que todo salga lo más rápido posible, ¿no? Lógico, general. Por otra parte, se imaginará que ahorita todo está en caos. Pero tan pronto acabe la guerra le pagaremos lo correspondiente a la licitación. No hay problema, general. Una vez que salga el pago, ya sabrá usted cómo es la cosa. Francisco se había hecho el loco. Sabía muy bien “cómo era la cosa”. ¿Y ya decidieron cuál sería la mejor plataforma para el Otorongo? Sí, general. Las 4x4 son las que mayor potencia ofrecen, y a pesar de que el “disfraz” es relativamente ligero, van a necesitar transitar por todo tipo de terreno. 4x4s, ¿eh? ¿Y de dónde vamos a sacar tantas 4x4s? Hay muchas en los depósitos de los distribuidores, ¿no? Y por último, si los nuevos están demasiado caros, pues se requisan las usadas. ¿Estamos en guerra, no? Sí, requisar las usadas…

Aquella conversación de hacía algunos días le rondaba la cabeza mientras iba con el general León a hablar con el ministro de producción, Renato Reyna. Los chilenos habían tomado el cerro Arunta, al sur de Tacna, el día anterior, y parecía que estaban en proceso de hacer lo propio con el Intiorco, al norte ese día. Sacar adelante la producción de este aparato era de suma urgencia.

Buenos días general. Buenos días, Renato, te presento a Francisco, el ingeniero que nos ha inventado el aparato genial del que te hablé. Buenos días ministro. Buenos días Francisco. Francisco procedió a describir el proyecto, los plazos y el apoyo que necesitarían del ministerio de producción para llevarlo a cabo. Los plazos preocuparon al ministro. Pero Ernesto, tú me dijiste que esto estaba listo para producirse ya-ya. Ahora me dicen que se necesita perfeccionar el sistema de control remoto y cuanta cosa. ¿Quién sabe cuánto aguantará Tacna? No podemos esperar tanto. Renato, tranquilo, ya tenemos un plan de contingencia. Francisco levantó las cejas. No sabía nada de ningún plan de contingencia. Tripularemos los Otorongos. Tanto el ministro como Francisco quedaron sorprendidos.

Ernesto, según tengo entendido, estos Otorongos son para “jalar marca”. ¡Es un suicidio! Renato, estamos en una guerra a muerte. Algunos valientes se sacrificarán por el bien mayor. Valientes en el Perú sobran. No creo que pueda apoyar algo semejante, Ernesto. Es una abominación. ¿Abominación? Vamos, no exageres. Todos están arriesgando sus vidas allá en Tacna y alrededores. Una cosa es arriesgar la vida, otra el suicidio. ¡Es una abominación contra Dios! Pero déjenme consultar este tema. Reyna marcó el teléfono. Susana, por favor comunícame con el Cardenal. Gracias. Francisco miraba, estupefacto. ¿Aló, Su Eminencia? Sí, mire, le explico.

Después de la descripción y oír largo rato al Cardenal, el ministro se despidió. José Luis piensa igual que yo, señores. No se puede mandar gente al suicidio así nomás. ¿Acaso los soldados que murieron tratando de preservar el Arunta no pelearon en condiciones suicidas? Es diferente, Ernesto, ellos tenían armas. Carajo, Renato, me vienes con los tecnicismos. El general meditó por un momento. Mira, ya sé. Hay unos misiles antitanques retirados, que están ahí, apolillándose, los 9K11. Se los colocamos y ya está, están armados. Francisco volvió a levantar las cejas. No creía lo que estaba escuchando. ¿Y estos misiles podrían hacerle daño al enemigo? Bueno, de tener alguna posibilidad, tienen. Hmmmm… recen un Angelus conmigo. Esperemos que la gracia divina nos guíe. El ministro bajó la cabeza, y lo mismo hizo el general. Francisco les siguió la corriente hasta que terminaron. El Señor me ha hecho recordar a Juan 15:13. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Subsáname eso, Ernesto, y procedemos.

Una vez dentro de la 4x4 del general, este empezó a reír. Carajo, este loco Opus casi nos caga todo el negocio. Si me permite, general, es que en realidad es muy maleado mandar gente a tripular los Otorongos. Los van a masacrar. Y algo me dice que esos misiles de los que habló deben estar muy obsoletos. Mira Francisco, esta no es una guerra de mentiritas. Lo que pase en estos días y semanas definirán cómo será el Perú por los siguientes cien años. No podemos andar con sentimentalismos. Pero te garantizo que los tripulantes solo serán voluntarios, gente que quiera arriesgar el pellejo, ¿ya? Te lo juro por la virgencita. Está bien general, siempre y cuando no se obligue a nadie a esto…

El viaje de regreso a las instalaciones del grupo G-Y demoró debido al atolladero causado por la procesión del Señor de los Milagros. Tal vez el ministro tenía razón. Si iban a mandar al combate a carros disfrazados de tanques armados con misiles obsoletos, quizá era mejor simplemente encomendarse a Dios. Nos hemos vuelto locos, todos.

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lunes, 11 de enero de 2010

XV. Cambio de planes



El 1er pelotón auxiliar EP estaba con la moral al tope. Las numerosas muestras de apoyo por parte de sus parientes en Uchullucllu y de otras comunidades vecinas les habían animado. Ya sabían que la foto había incluso aparecido en noticieros de la capital, muchas veces descrita como la única buena noticia del día. Don Pedro estaba convencido de que esta vez sí, finalmente, las autoridades no iban a poder seguir dándole la espalda a las dificultades de la comunidad campesina de Uchullucllu, ni a ninguna de las otras que habían peleado contra Sendero. Y si en efecto las demás comunidades cumplían con lo que habían proclamado, pronto habría hordas de auxiliares en Tacna, todas atacando la logística enemiga, como era su cometido.

Durante los primeros momentos del sitio y batalla de Tacna, el perímetro chileno era aún bastante amplio y disperso, y no le fue difícil al sargento Páucar infiltrarse de vuelta a la ciudad con Filomeno y el cabo Malqui para informarle a Trelles sobre el éxito de sus primeras operaciones, y para pedir más instrucciones. Penetraron en la ciudad bajo la cobertura de la oscuridad en la madrugada del 11 de abril. Tuvieron que lidiar con muy frustrantes conversaciones con las posiciones de guardia quienes tenían la osadía de no reconocerle su condición de beligerante, y fue solo con la realización de que era el mismo hombre de la famosa foto que se le dejó entrar al perímetro interno de la ciudad.

Esa misma madrugada se habían finiquitado las decisiones que definirían el carácter de la batalla de Tacna, justo mientras los de Uchullucllu volvían a ingresar a la ciudad. Justo ahí, sentado en las bancas de la Avenida Bolognesi en Tacna, al pie del monumento de Alfonso Ugarte y con su Mauser colgado de la espalda, experimentó algo de las consecuencias de dichas resoluciones. Vio la salida de varios oficiales de la comandancia general de la 3ª brigada de caballería. Uno, de cara particularmente adusta se le quedó mirando y paró. Con el rostro desencajado, se le acercó. Ya sé quién eres, huevón. ¿Qué carajo crees que estás haciendo? Soy el sargento ¿Y a ti quién Pedro Páucar chucha te ha hecho del 1er pelotón auxiliar sargento, indio demente? del Ejército del Perú. Cuando hablo yo te quedas callado, ¡carajo!

Filomeno y el cabo Malqui se levantaron y se colocaron a los flancos de Don Pedro. El hombre quien le gritaba era el coronel Illescas, miembro del Estado Mayor de la guarnición de Tacna. Se armó rápidamente un connato de gresca, con varios policías militares interponiéndose entre el coronel y Páucar, quien también vociferaba sobre su derecho de estar ahí. La llegada de Trelles le cambió la dinámica, y cambió el blanco de la ira de Illescas. ¡Trelles! Por tu puta culpa vamos a perder esta guerra, carajo. Te cagaste conmigo. ¿Qué mierda sabes tú de guerra para andar salteándome y haciendo esas propuestas al general? La cagaste, la cagaste. Eres una verdadera perra. Trelles no respondió. Ya se había acostumbrado a que su opinión no fuera tomada en cuenta por muchos de los oficiales del Ejército. Con algunos soldados se llevó a Don Pedro y sus acompañantes a un par de cuadras, donde finalmente pudieron conversar.

¿Qué le pasa a ese señor? ¿Qué tiene contra nosotros? No se preocupe, don Pedro. Es uno de esos machotes de vieja escuela. Para usted, nomás. Él había desarrollado el plan operativo original, de que nuestras fuerzas en Tacna contraatacaran a los chilenos con dirección norte, de bajada de la meseta del Intiorco. Rotas las posiciones chilenas, nuestras fuerzas en Tacna podrían reubicarse en una nueva posición en Moquegua, con el resto del Ejército. ¡Pero tiene razón, el señor! ¡Vamos atacar chilenos! No, don Pedro. Es suicida. Los últimos días nos han mostrado que los sistemas de armas que tenemos acá no dan la talla. ¿Recuerda que le mencioné que había presentado un plan alternativo al Estado Mayor hacía algún tiempo? Parece que a último minuto el general lo ha reconsiderado y ha sido aprobado por el alto mando en Lima. Vamos a aguantar acá en la ciudad, desgastando a los chilenos. El combate urbano reduce las ventajas tecnológicas. Y usted, don Pedro, con el resto de su gente, tendrán una función crítica en este tipo de guerra. Tienen que destruir camiones chilenos, para que no reciban suministros. ¿Podremos ganar, como los árabes? O como en Grozny. ¿Dónde? Como los árabes. No nos queda otra opción.

Filomeno le copió el resto de las fotos a Trelles, quien las estudió con atención. Muy bien, compañeros. Sigan así. Esta vez no será como antes, don Pedro. Gracias, comandante. Vengan, haré que les entreguen más celulares para que usen en las bombas.

Por toda la ciudad había actividad militar. Todos los dispositivos que a posteriori se volverían los símbolos de la batalla de Tacna se estaban poniendo a punto. Ampliación de trincheras, exploración de desagües, construcción de barricadas y nidos de ametralladoras, ubicación de francotiradores, organización de equipos móviles de destrucción de blindados. Hasta los T-55 se estaban ubicando en posiciones de emboscada, y los ingenieros militares trabajaban incansablemente en las multitudes de carros que Trelles había requisado con fines militares. Quizá esta vez sí, quizá.

Don Pedro, Filomeno y Malqui se exfiltraron de Tacna poco antes del amanecer con un cajón de viejos celulares y un par de baterías de auto. Una vez reunidos con el resto de su equipo, pudieron ver en la penumbra, con sus recién estrenados binoculares, cómo una columna de Leopards se aproximaba al cerro Arunta, al sur de la ciudad de Tacna. Empezó un espectáculo de unas dimensiones nunca antes vista por los de Uchullucllu. Misiles anti-tanque 9M133 Kornet salieron de la cima, sacando de combate a algunos tanques chilenos. Los howitzers M101 también hicieron sentir su presencia en el campo de batalla. Los chilenos respondieron rápidamente, y lo que más le llamó la atención a Páucar fueron los helicópteros que atacaban las posiciones peruanas. Se juró a sí mismo que cuando acabara la guerra, los de Uchullucllu se llevarían un pedazo de esas máquinas infernales de vuelta a su comunidad, como trofeo de su victoria. ¡Viva el Perú! ¡Muera Chile! No pudieron ver más, pues debían alejarse antes de que sus posiciones se volvieran demasiado evidentes.

Al mismo tiempo, el coronel Illescas maldecía. Creía que debía ser el primer militar de carrera del siglo XXI cuyo plan hubiera sido descartado a favor de uno presentado por alguien que ingresó a la institución por medio de la asimilación. Alguien del servicio jurídico del ejército.

jueves, 7 de enero de 2010

XIV. Yo también me llamo Perú, con P de París, la E de Europa, la R de Roma y la U de USA...



“Compatriotas: Ha llegado el momento del esfuerzo supremo. No permitiremos que nuestros enemigos nos invadan impunemente. Por ende, anuncio el Decreto de Guerra No 002, respecto de la movilización total. Para derrotar al agresor, necesitaremos todas nuestras fuerzas. En consecuencia, todos los adultos entre las edades de 18 y 65 años serán elegibles para la lucha, sin excepciones.

Mensaje a la Nación del Presidente de la República

7 de abril, 2012


Oye compare, eso ya es enfermizo, deja esa huevada. Déjame en paz, ¿ya? Aquel 10 de abril, mientras iban al aeropuerto internacional Jorge Chávez en uno de los autos de la empresa, Maycol furiosamente revisaba su celular. Franco había sido soltado por el Ejército y había regresado al trabajo. Pie plano. Al enterarse del ascenso de Maycol primero se había molestado, y después le había explicado a su ahora jefe su interpretación de los hechos. Evidentemente no había sido ascendido por ser el mejor, no. El mejor era él, Franco. Lo que había sucedido realmente era que era el único que estaba ahí ese día, y que lo habían agarrado de cholito. Eso de ser el único jefe de área con sueldo de asistente y sin permiso de vacaciones durante la guerra era la lorneada máxima.

En su intento por demostrarle lo contrario hackeando los correos de Hoepken, Maycol se dio con la desagradable sorpresa de que no solo era cierto, sino que además él y Chiara prácticamente ya estaban juntos. Lo que más le vaciló a Franco fue la admiración que ella le profesaba a Hoepken por haber llevado adelante el “Proyecto M”, que le daría un vuelco decisivo a la guerra. Era todo un valiente. ¡Qué buena, huevón! ¡No solo te chotea olímpicamente, sino que tú mismo ayudaste a que te serrucharan! Jajajaja. Y ojo, lo digo en sentido amplio, nomás, porque ni cagando la hacías con la flaca esa. Acéptalo huevón, eres un loser, y siempre lo serás.

El aeropuerto era un loquerío. Tenían que embarcar personalmente las copias de seguridad del Proyecto “M” al extranjero, por si acaso. Maycol nunca había visto tantos “europeos” juntos que hablaran el castellano con tanta proficiencia y utilizando con tanta soltura términos como “’on”, “manyas”, “o sea” o “bravazo”, entre otros. El mágico pasaporte europeo los volvía inmunes a cualquier cuestionamiento por parte de los militares quienes nominalmente estaban a cargo de evitar que los soldados-ciudadanos de la patria huyeran del país. Casi daba la impresión de que en el Perú “casi todos son descendientes de italianos”, tal como le oyera decir alguna vez a Bianca.

Otros no tenían tanta suerte y tenían que “comprar” la complicidad de dichos militares, de manera que el aeropuerto parecía el Jirón Ocoña de antaño: fajos de dólares y soles circulaban libremente. Maycol y Franco vieron entre ambos grupos a un par de los directivos del grupo G-Y que, así como muchos otros, habían pedido “vacaciones” justo ahora. Cada cierto tiempo partía un camión lleno de hombres quienes, a falta de pasaporte extranjero o dinero, eran enviados a los cuarteles con el ominoso antecedente de haber querido “abandonar a la patria”.

Mientras esperaban, y como medio de evitar las invectivas de Franco, Maycol leía las noticias más recientes. Los chilenos habían rodeado Tacna, dejando aislada a su guarnición –compuesta de los remanentes de la 32ª brigada de infantería y de la 3ª brigada de caballería, más la 3ª brigada acorazada y la 5ª brigada de montaña. Las propuestas de armisticio chilenas involucraban la entrega del armamento de las fuerzas peruanas en la ciudad de Tacna, más la desmilitarización de Moquegua y el sur de Puno, mientras se le daba una “solución bilateral” –prescindiendo, evidentemente, del fallo de la Corte de la Haya– al asunto de la frontera marítima. Hasta que ello ocurriera, el ejército chileno ocuparía la región Tacna, y su armada patrullaría la zona en disputa. Esta propuesta había sido rechazada de plano por el gobierno peruano, lo cual había llevado al ministro de relaciones exteriores chileno a declarar a la prensa de su país que quizá, ante la intransigencia peruana, sería conveniente más bien intentar contar con el apoyo boliviano para solucionar el problema de su mediterraneidad.

Si bien la flota de superficie de la Marina de Guerra del Perú se había retirado para reagruparse, el hundimiento del tanquero Araucano también había descompensado a la Armada de Chile. A pesar de que ya era una unidad secundaria que estaba destinada al retiro, causó una impresión profunda y les obligó a operar de una manera mucho más cautelosa que aquella que hasta ese momento habían estado emprendiendo. Por ese momento, era la Armada de Chile la que patrullaba la zona disputada, pero las posibles consecuencias de un contraste en algún encuentro de mediana a grandes proporciones mantenían a ambas marinas en un estado de cautela. De cualquier forma, el comercio externo de ambos países ya estaba mostrando señales de problemas.

Hay ocasiones en que las coincidencias parecen ser completamente afortunadas. Justo cuando regresaba Franco con cara de haber preparado otra cosecha de burlas, sonó el celular de Maycol. No le había sido nada difícil acceder a los celulares de la empresa, particularmente al de Hoepken. Verificó que no fuera una llamada a Chiara –eso sí habría sido trágico– y le hizo una señal a Franco para que se mantuviera callado.

Aló tío. ¡Santiaguito! ¿Cómo estás, muchachón? No muy bien, tío. ¿Qué es esto que oigo que han escogido el proyecto de la competencia? Pucha, ¿qué quieres que te diga pues, Santiaguito? Los de la comisión son unos barateros inmediatistas. Pero tío, habíamos quedado en algo, ¿no? ¿Ahora qué voy a hacer? La casa en Asia se me va a quedar a medio hacer. Y tengo mil otros gastos urgentes. Hice lo que pude pues, sobrino. Pero no te preocupes, ya veré lo que puedo hacer. ¿Crees que he llegado a donde he llegado dejándome guiar por las reglas? Siempre hay algo a lo cual uno puede recurrir. Ten fe, Santiaguito. Ok, tío. ¿Está tu mamá por ahí? Claro, tío. Pásamela, que le quiero hablar de los pases para tus hermanos. Tú también tienes tu pase listo, Santiago, tú di nomás, y sales a donde quieras. Miami, Madrid, Montevideo. Gracias tío, pero los negocios son los negocios. ¡Jaja! ¡Has salido a tu tío! Bueno, de ahí hablamos, pásame con tu mamá.

Parece que lo de Hoepken se cayó, ¿no? Dale pues Monstruo, si más bien tú defiendes la patria, ¡ahí sí la haces con Chiara! ¿Podría ser, no? Oye huevón, realmente vives en un mundo de autoengaño, ¿no?

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lunes, 4 de enero de 2010

XIII. Cortina de humo


Francisco se terminó la lata de Vortex y la botó con las demás. El café le había dejado de surtir efecto, así que había empezado con las bebidas energizantes, Red Bull en particular. Pero como se sentía patriótico –y costaba menos– había optado más bien por la bebida nacional. Habían sido un largo par de días de trabajo, pero habían valido la pena. El taller estaba empapelado con diferentes fotos del nuevo tanque que había comprado el Perú, el MBT-2011 chino “modelo peruano”, y el prototipo lo imitaba adecuadamente. Le estaban dando los últimos toques a la pintura de camuflaje, para que se acercara lo más posible al original. Un tanque “bien pirata”, se podría decir.

Aprovecharon la ausencia de tránsito en la madrugada para llegar sin problemas al descampado propiedad del Ejército, en el desierto al norte de Lima. Salieron de la Panamericana y voltearon a la derecha, llegando a la garita de control. Bajó Francisco para hablar, y le pareció notar que su presencia le resultaba una sorpresa a los presentes. Reconoció al mayor que estaba ahí. Era el mismo del año pasado. Buenos días mayor, venimos para la evaluación de contramedidas anti-aéreas. ¿Contramedidas? Miró las hojas en su tablero una y otra vez. Qué raro, no hay registro de ninguna evaluación hoy día. Francisco miró a Juan, quien le dio una mirada de “te lo dije”. Nos convocó el general León, hace tres días. Teníamos que estar acá hoy, a esta hora para que se evalúen sistemas de contramedidas anti-aéreas. Mira, acá están los papeles. ¿Acaso no ha venido nadie más a presentar proyectos? No, Ingeniero, nadie. Mire mayor, creo que usted mismo se está dando cuenta de lo que está pasando acá. Déjenos pasar, los papeles están en regla. Además, usted sabe que nos robaron el año pasado, y yo sé que usted no está metido en la cochinada. El mayor en efecto había deducido lo que el general León estaba tramando. Los dejó pasar y les indicó el lugar donde debían preparar su dispositivo.

Para cuando vieron llegar tres 4x4s, ya habían reensamblado el Otorongo y lo habían tapado con las lonas. Vieron que el general León discutía con el mayor en la garita de entrada. Finalmente, se acercaron las camionetas. De las primeras dos bajaron oficiales uniformados, y de la última, civiles elegantemente vestidos. Recién en ese momento Francisco se percató de que no se había duchado en dos días y seguía con la misma ropa. Con el rostro desencajado, el general León los saludó. Ingeniero Ramírez, qué gusto verlo por acá, es usted un verdadero patriota, ejemplo de la creatividad peruana que es nuestra marca internacional. Bienvenido. Se dirigió a ambos grupos de civiles. Buenos días, gracias por presentar sus prototipos para esta evaluación de contramedidas anti-aéreas. Los oficiales acá presentes son los miembros del comité técnico evaluador. Como todos ustedes sabrán, estas evaluaciones normalmente toman meses o años, pero con la invasión chilena, el tiempo es un lujo que no tenemos. El ganador de esta evaluación será seleccionado por el Ejército para su producción.

El concurso es muy sencillo. Cada equipo instalará su dispositivo en un T-55, y después un avión de la FAP hará un ataque simulado. El avión dará diez pasadas contra cada equipo. El dispositivo que mejor proteja a su tanque será considerado el ganador de la licitación. Ahora, si me permiten un momento. El general se apartó y empezó a hacer llamadas telefónicas discretamente. Saquen los tanques de todas maneras. Sí, ya sé. Y diles a los de la FAP que vamos a necesitar el avión después de todo. Puta madre, ¿qué quieres que te diga?

Hay algunos retrasos logísticos, pero podemos aprovechar para que se vayan conociendo. Caballeros del comité evaluador técnico, este es el Ingeniero Francisco Ramírez, representando a un equipo de diseño de ¿San Marcos, no? Sí, mi general. De San Marcos, Universidad decana de América. Su proyecto lleva el nombre de… Revisó un fólder. “Otorongo”. Los oficiales rieron. Y este es el doctor Santiago Hoepken, representando al grupo G-Y, una de las compañías más serias e importantes del Perú, con más inversión en investigación y desarrollo. Su propuesta lleva el nombre de “Proyecto M”.

Esperaron a que llegaran los dos T-55 que había ofrecido el general. Con algo de dificultad Francisco convenció al general permitirles usar su propio vehículo para demostrar su dispositivo. Sería muy difícil instalar nuestro dispositivo en el T-55 tan rápidamente, déjenos usar nuestra maqueta. Los ingenieros de G-Y entre tanto instalaron su dispositivo en su T-55. Tiempo estimado de llegada del Su-25, cinco minutos. La tripulación del T-55 del grupo G-Y empezó a maniobrar en el descampado.

El cazabombardero hizo las diez pasadas. Ante cada una de ellas, el tanque lanzaba una granada de un humo denso. Cinco designaciones exitosas. Los militares aplaudieron. El dispositivo había reducido significativamente la vulnerabilidad del viejo tanque. Nos tomó algunos años perfeccionar la tecnología, pero finalmente hemos podido desarrollar un sistema de detección de designaciones combinado con un humo de complejas partículas que confunden al aparato atacante; tanto del guiado laser -por medio de sus propiedades refractivas- como a las infrarrojas -por tener una alta temperatura. Dennos unos meses y suficientes fondos, y el Grupo G-Y tendrá el orgullo de equipar a nuestros tanques con tecnología peruana de punta. Terminado su autoelogio, Santiago le dio un discreto guiño al general León.

Le tocaba a San Marcos. Desenfundaron al Otorongo, y Francisco y Milton se metieron. Los militares aplaudieron al ver una maqueta tan convincente. Las risas empezaron, sin embargo al ver al clon del MBT-2011 maniobrar torpemente en el desierto. Cada cierto rato, soltaba sin ton ni son una granada de humo mucho más ralo. Diez designaciones exitosas. El Su-25 se retiró hacia el sur.

El equipo de San Marcos se acercó para oír los resultados. León los miró sonriendo. No sé en qué consistía su sistema, ¡pero el avión no falló ni una sola vez! ¡Diez designaciones! Hoepken y los del grupo G-Y rieron, mientras que los evaluadores se mostraban fastidiados. Creo que habrían estado mejor sin el dispositivo. ¿Qué tipo de aparato le pusieron? Ninguno. El Otorongo es simplemente una vieja camioneta disfrazada de MBT-2011. No tiene contramedida electrónica alguna. Todos intercambiaron miradas de extrañeza.

Diez designaciones era exactamente lo que buscábamos. Esta vez le tocaba a Francisco sonreír. Cada ataque enemigo contra un Otorongo es un ataque menos contra un MBT-2011 de verdad. Dennos algunos días y podremos tener docenas de estos listos.

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viernes, 1 de enero de 2010

XII. Improvisación



“En mi concepto, la causa principal del gran desastre (…) está en que la mayoría del Perú la forma una raza abyecta y degradada (…). El indio no tiene el sentimiento de la patria; es enemigo nato del blanco y del hombre de la costa y, señor por señor, tanto le da ser chileno como turco.”

-Ricardo Palma, 8 de febrero de 1881.

Se podría argüir convincentemente que la foto tomada aquel día tuvo un efecto mayor que toda la propaganda estatal y militar emitida por las instituciones oficiales peruanas en todo el transcurso de la guerra. Empezó a circular en forwards, foros, la blogósfera e incluso en YouTube (con fondo musical). Para el día siguiente, había empezado a aparecer en los portales web de diarios serios, y dos días después, en las portadas de sus ediciones impresas. Capturó la imaginación de los peruanos, especialmente la de los habitantes de la sierra. Las circunstancias exactas en que fue tomada, fueron viendo la luz después.

El Sargento Pedro Páucar estudió cuidadosamente el contorno del terreno aledaño a la pista. Solo a regañadientes había aceptado salir de la ciudad bajo la cobertura de la noche el día anterior, escabulléndose a través de las posiciones chilenas. Pero confiaba en Trelles, la única persona que lo había ayudado en Lima, allá por 1993. Si él le decía que su comité de autodefensa, rebautizado como 1er pelotón auxiliar EP, sería de más utilidad operando detrás de las líneas chilenas, tendría que ser verdad. Pero si él y sus muchachos hubieran tenido la posibilidad de elegir, habrían escogido quedarse a defender las barricadas urbanas que habían visto en Tacna.

Don Pedro, este lugar está bueno. Acá lo ponemos. El sargento no asintió y buscó la mirada de su lugarteniente, el cabo Malqui. Don Pedro, Filomeno tiene razón. Este es un lugar como dijo el teniente que había que escoger. Volvió a estudiar el terreno. En efecto, había una roca grande al costado de la pista detrás de la cual podrían colocar el artefacto. Y más atrás, una elevación donde su pelotón podría tomar cubierta y alistarse para cualquier eventualidad. Finalmente, la pista asentada tenía una curva en este lugar. Era una ubicación ideal. Cabo, proceda a hacer colocármelo el dispositivo y que después el pelotón ubíquemelo detrás de ahí.

El resto del pelotón mantenía una rigurosa observación a los alrededores mientras Filomeno cuidadosamente ubicaba el dispositivo detrás de la piedra y lo camuflaba. Algunos manipulaban los gorros que les habían entregado en Tacna, mientras recordaban lo importante que era portarlos siempre. Trelles les había advertido que ese sombrerito podía ser la diferencia entre la vida y la muerte en caso de que cayeran prisioneros. Una vez que Filomeno terminó su tarea, el Sargento se dirigió a sus hombres.

Hermanos, nos toca enfrentarnos al enemigo de nuestro Perú. No podemos fracasar. Los militares que fracasan, son héroes. Si fracasamos nosotros, somos safsas. ¡Fuimos nosotros quienes vencimos a Sendero! ¡Venceremos a Chile también! ¡Viva el Perú!

Sus hombres vivaron y procedieron a desplegarse. El grueso se escondió, mientras que una pequeña avanzada buscó un lugar desde donde podrían ver el resto de la pista. El sargento observó a sus soldados. Poco a pocos les aparecía el nerviosismo en la cara. Definitivamente había una gran diferencia entre gritar ¡Viva el Perú! ¡Muera Chile! en la comodidad de un pueblo alejado del frente de batalla, y estar ahí, esperando encontrarse con el enemigo. Y el sargento sabía que las cosas solo se pondrían peores de aquí en adelante.

No tuvieron que esperar mucho. A los cuarenta minutos, en la penumbra del atardecer, vieron las señales de la vanguardia, lo cual indicaba que se acercaba un blanco. Los hombres alistaron los viejos fusiles que les regalaron en Tacna y Filomeno sostuvo nerviosamente el celular. El sargento Páucar les instó a mantener la calma.

A medida que se acercaba, pudieron reconocer a su objetivo. Era un camión militar, viajando por su cuenta. Páucar lo observó detenidamente, así como Filomeno. Empezaron a divisar a las personas que viajaban al interior del vehículo: un chofer y dos pasajeros. El escudo del ejército de Chile también se hizo evidente. El camión bajó de velocidad para tomar la curva. ¡Ya! Todavía no, Páucar. ¡Ya, te digo! ¡Todavía! Don Pedro se desesperaba. No terminaba de confiar en Filomeno. ¡Carajo, Filomeno, haz explotar! Filomeno apretó el botón verde del celular. Llamando. Instantes después, en el momento exacto en que el camión pasaba al costado de la roca, hubo una gran explosión. La parte trasera se elevó mientras el camión se inclinaba sobre su lado derecho, antes de finalmente caer de costado y arrastrarse varios metros.

¡Adelante compañeros! ¡Rápido, rápido! Los soldados del pelotón auxiliar respondieron a la orden de su sargento y corrieron hacia el camión, algunos haciendo disparos al aire, simplemente por el gusto de hacerlo. Un soldado chileno se repuso rápidamente del choque y empezó a abrir fuego contra los de Uchullucllu, hiriendo a uno, pero fue silenciado por un certero disparo de don Pedro. Rápidamente rodearon el camión chileno y se acercaron a la cabina. Procedieron a sacar a los muertos de la cabina: los dos restantes habían muerto en el impacto. Cabo, sáquemelos a los muertos, tomen sus armas. Que los demás carguen todo lo que se puede cargar del camión. Rápido, rápido. Sí sargento.

Mientras sus soldados descargaban apresuradamente el camión, Pedro Páucar revisaba una de las dos armas que obtuvieron. SIG SG 540… Hizo algunos tiros de prueba, pero insatisfecho con la precisión del arma, y decepcionado por su pequeño calibre, se lo entregó al cabo para que lo distribuyeran entre la tropa. Hecho eso, se le acercó Filomeno. ¿Qué quieres? Sargento, hemos encontrado varias cajas de munición de mortero. ¿Pero han encontrado morteros? No, Sargento… ¿Entonces para qué nos sirven las municiones? Puedo armar más bombas improvisadas. Solo que tenemos pocos celulares. Muy bien. Cabo, que carguen la munición de mortero, que vamos a necesitar. Mándemelo un mensaje para Trelles, que hemos destruido el primer blanco enemigo y que tenemos para seguir peleando.

Mientras Páucar observaba el camión destruido, Filomeno aprovechó para tomar la –ahora famosa– fotografía con su celular. Inmediatamente la envió a sus compañeros en Uchullucllu.

Diez minutos después de que se alejaran los ronderos, llegó una patrulla chilena para averiguar lo que había pasado con el camión. Estudiaron los restos, y mandaron los primeros informes que desembocarían en la denuncia que aparecería en los titulares de los diarios chilenos. Los peruanos estarían recurriendo a los métodos del terrorismo no solo en el mar, sino en tierra también.

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