“Durante estos días, se han atacado bancos, periódicos, redes académicas y páginas web de varias instituciones, sin que se pudiera evitar el colapso de los sistemas informáticos de unos de los países con mayor número de usuarios de Internet del mundo (…). En total se han identificado 128 ataques DDOS sobre las webs de Estonia…”
Fernando Acero, Kriptópolis. “Conclusiones de los ciberataques a Estonia”
30 de mayo, 2007
Su lectura diaria de noticias se vio interrumpida al serle ordenada a su combi que se cuadre al costado de la avenida. Los operativos de inspección de unidades de transporte público en Lima ocurrían con cierta frecuencia (especialmente hacia diciembre), aunque este evidentemente no era uno común y corriente. Para empezar, no era la Policía Nacional del Perú la que llevaba a cabo el operativo, sino el Ejército. Inmediatamente empezó a sudar. Le aterrorizaba la idea de ser levado y enviado a pelearse con los chilenos con poco más que un AKM, dos granadas, tres chapitas y una lata de atún. El enfoque, sin embargo, no parecía estar sobre los pasajeros, sino sobre las combis. Era un operativo inmenso, había combis detenidas casi hasta donde Maycol alcanzaba a ver.
La frustración se vivía en el aire. Los soldados cumplían con mirar los documentos de los vehículos, pero parecían más interesados en revisar el interior de los vehículos y sus motores. Al serles preguntados respecto de la razón detrás de ello, los soldados respondían con una variedad de explicaciones: búsqueda de contrabando militar, bombas o equipos de espionaje. Después de una concienzuda inspección, algunas unidades eran soltadas y otras requisadas, llevándose también a sus choferes y cobradores.
Maycol procedió a comentar al respecto en sus cuentas de Twitter y Facebook a medida que caminaba a la oficina. Igual, no importaba mucho su hora de llegada. Desde que empezara la invasión, las oficinas del Grupo G-Y habían ido quedado progresivamente más desoladas. Al parecer, no solo esos dos que había visto hacía algunos días en el aeropuerto habían pedido “vacaciones”, sino casi todos los altos mandos de la empresa. Con su ausencia, los subalternos o bien habían pedido “vacaciones” también o habían dejado de ir sencillamente. Además, casi toda la actividad en el Proyecto “M” había cesado, así que la mayor parte del poder de procesamiento de la empresa estaba en desuso. Sencillamente no había mucho que supervisar por su parte.
Procedió a su oficina, se puso sus audífonos como medio de defensa preventivo y se apresuró a retomar el proyecto que había decidido emprender aquel día en el aeropuerto. Sabía que requeriría mucho trabajo, además de mucho apoyo para que pudiera salir adelante. Respecto de lo primero, no tenía ninguna dificultad, tiempo y habilidad le sobraban. Lo segundo era lo complicado. Las relaciones interpersonales nunca fueron su fuerte. Como aquella vez que se dejó engatusar para ser “distribuidor independiente” de los suplementos nutricionales Plant-o-life para complementar su ingreso y poder mandar más plata a su familia. Ya que el éxito en ese negocio dependía de tener muchos contactos con poder adquisitivo a quienes había que convencer o presionar para que compren latas de cien dólares (o mejor aún, convencerlos de que ellos sean, a su vez, “distribuidores independientes”), su falta de carisma personal tuvo como único resultado que se llenara de un stock de productos que no podía vender y que le ocupaban espacio que no sobraba en la habitación en la que estaba pensionado. Decidió, sin embargo, ver cómo resolver ese problema cuando llegara a él.
La guerra seguía su curso inexorablemente. Después de establecer su perímetro en torno a Tacna, los combates en los cerros alrededor de la ciudad habían empezado con una intensidad brutal. En internet abundaban las imágenes subidas tanto por personal militar chileno como peruano, y retrataban una carnicería brutal. El Arunta había caído en un solo día, y a pesar de que los defensores del Intiorco habían resistido por más tiempo, parecía que también estaban por ceder. Aislados del resto del país y sujetos a todo el poderío del ECH y la FACH, todos sabían que solo sería cuestión de tiempo antes de que las fuerzas en la ciudad sucumbieran. La posibilidad de llegar demasiado tarde, como siempre, atormentaba a Maycol, y trabajaba furiosamente, intentando imaginarse que él también estaba bajo fuego enemigo.
A ver, ¿en qué andas? Franco había entrado sin que Maycol se hubiera dado cuenta. Solo pudo rápidamente apretar alt-tab para cambiar de ventana antes de que su interlocutor pudiera ver la pantalla. Observó la hoja de Excel que ahora se veía ahí. ¿Movistar, Entel, Claro? ¿Vtr Banda Ancha, Terra Networks Chile, Entel Pcs? ¿Endesa, CGE, HQI Transelec? ¿Banco Bilbao Vizcaya, BancoEstado, Banco de Chile? ¿Ministerio de Defensa, Ministerio del Interior, Gobierno de Chile? ¿Qué chucha es esto, Monstruo? No, nada, Franco, ¿cómo va el trabajo? Maycol se levantó y apagó la pantalla. No, no, Monstruo, nada de “nada”. Habla, ¿qué era eso? Me suena a que te estás alucinando de terrorista. ¿Qué vas a hacer? ¿Infiltrarte en Chile y hacer la del bombardero suicida, a “explotar como palestino”? No, no, nada de eso. ¡Ja! ¡Estás loco, huevón! Ponte a hacer algo más productivo, y hazte a la idea de que ni así la flaca esa de acordaría de ti.
Franco finalmente se fue, y el Monstruo pudo seguir trabajando. Habían sido días razonablemente productivos. Había estudiado los ataques rusos y chinos de años pasados y creía que podría imitarlos. Después de todo, fueron ataques relativamente rudimentarios. Bastaba un software maestro sencillo que se instalara en una gran cantidad de computadoras personales y laptops –instalación hecha por las buenas o por las malas– que las convertía en “zombies”. Una vez que hubiera una cantidad suficiente, quien tuviera control sobre el software maestro podría coordinar un ataque masivo sobre los servidores chilenos. Las computadoras sencillamente tendrían que bombardearlas con muchos pedidos de conexión, con lo cual las abrumarían. En Estonia y Georgia tumbaron el sistema bancario y telefónico. Quizá el Perú estaba lejos del ideal de una computadora por persona, pero había una cantidad innumerable de cabinas de internet. Además, Maycol contaba con todo el poder de procesamiento de los servidores del Grupo G-Y para enmascarar la procedencia del ataque. Con algo de suerte, podría reproducir los efectos de los rusos. Y quizá podría aprovechar el pánico para infiltrarse en los servidores militares chilenos y sacar alguna información de utilidad.
Después de todo, Hoepken podría haber tenido razón al decir que en la guerra y en el amor valía todo. E infortunadamente para Maycol, también la tuvo parcialmente Franco.
<- Entrada anterior Página principal Siguiente entrada ->
Leer desde el principio
No hay comentarios:
Publicar un comentario