La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

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viernes, 22 de enero de 2010

XVIII. Bienvenidos al infierno



“Todo el centro de la ciudad de Tacna, varios distritos de ella y sus alrededores están bajo el control absoluto de las fuerzas chilenas.”

General Saldarriaga, Ejército Chileno

14 de abril, 2012


Don Pedro escudriñó el horizonte. No había duda: los gallinazos rondaban el área. La avanzada le dio la señal para que avanzara a la posición y verificara la situación. La ronda de Candarave había desaparecido, y todos temían lo peor. La escena de carnicería que ahora atestiguaban les permitió confirmar que los novatos habían sido totalmente obliterados. Filomeno se acercó donde su sargento. Páucar, ya lo vi. Pusieron el dispositivo por acá, pero muy rápido lo activaron. Acá se ve la frenada de los carros chilenos. Como esta ronda hay otras que todavía no saben. Don Pedro siguió observando silenciosamente el escenario. Había un gallinazo particularmente gordo que no se había retirado ante la llegada de quienes ahora constituían el “Estado Mayor” extraoficial de los pelotones auxiliares, y que insistía en comerse el ojo de un rondero de Candarave. Cayó ante el Mauser del sargento.

Don Pedro, cualquier cantidad de casquillos. Parece que los de Candarave atacaron cuando falló la bomba. No pudieron, nos los arrasaron. Había muertos peruanos por todos lados. Pero acá hay algo peor. Un poco más allá, tras una ondulación en el terreno, yacían amontonados otro grupo de ronderos. Míremelos, todos muertos, pero no hay casquillos entre ellos. Páucar oyó las palabras de Malqui y dedujo lo que ello significaba. Ya lo había vivido demasiadas veces, y no en esta guerra. Búsquenme sobrevivientes.

Entre quienes los recuerdan, aun se sigue debatiendo qué fue lo que distinguió a los de Uchullucllu de la vasta mayoría de rondas que, en números cada vez mayores, llegaban a Tacna a prestar su apoyo a Páucar y al Perú. Hay quienes dicen que fue el liderazgo de don Pedro; otros, la experticia de Filomeno. O se arguye que lo suyo fue simple suerte. Cualquiera que fuera la razón, la ronda de Uchullucllu se volvió el núcleo de la insurgencia popular que atacaba las líneas de comunicación chilenas. Esta responsabilidad pesaba sobre los hombros de don Pedro, líder de facto de la insurgencia popular peruana. Eran tantos los muertos, tanta la sangre en sus manos. Jóvenes, viejos, que de puro entusiastas se enfrentaban a un enemigo muy superior. Y lo que no hacía más fáciles las cosas era el tener que lidiar con las Fuerzas Especiales del Ejército y de la Marina, quienes también estaban detrás de líneas chilenas causando todo tipo de destrozos. Pero la presencia de los ronderos les causaba molestia, y no dudaron en hacérselo saber al sargento.

¡Sargento! ¡Un sobreviviente! Un rondero de Candarave, cubierto por los cuerpos de sus camaradas, no había sufrido heridas de muerte. Lograron sacarlo y le dieron agua. Malqui le vendó las heridas provisionalmente. Los hechos habían ocurrido tal como habían deducido Filomeno y Malqui. Pero había algo más. No pudimos, sargento, perdónenos. Varios fuimos capturados y nos reunieron acá. Un oficial chileno, Grimaldi se llamaba, nos dijo que como no llevábamos uniforme éramos terroristas, y que no nos protege la ley de la guerra. Que en su país había una época en que sabían qué hacer con los terroristas. Se pusieron en línea y nos ametrallaron.

Don Pedro y Malqui intercambiaron miradas. Este sabía lo que pensaba aquél. Ya les había aleccionado innumerables veces sobre lo que significaba ser ciudadano de la república: los derechos y deberes se compartían por igual. Y que en tiempos de guerra, los riesgos también. Infiltrarse a Tacna ya no era posible desde que cayera el Intiorco el día anterior, y si bien habían logrado sacar y capturar suficientes explosivos para durar un buen tiempo, ya no podrían obtener nada más. Malqui se sacó la gorra EP y la arrojó al suelo. Los demás hicieron lo mismo, finalizando con el sargento Páucar. Los mismos riesgos para todos.

Esos días fueron brutales para ambos bandos. Al día siguiente les tocó a los chilenos equivocarse garrafalmente. Al parecer, después de la caída de las alturas alrededor de Tacna, los mandos chilenos creyeron que la moral de los defensores de la ciudad se desplomaría. Lo que pensaron que sería como la entrada de los estadounidenses en Bagdad en 2003 más bien terminó siendo como la de los rusos en Grozny en 1995. Los peruanos habían establecido un laberinto de barricadas en la ciudad, con la cual solo ellos estaban familiarizados; y habían abierto boquetes en los muros de los negocios y viviendas para moverse al interior de las cuadras sin ser vistos por los chilenos. También habían ampliado las excavaciones no terminadas de instalaciones de gas natural para convertirlas en trincheras urbanas. Los T-55 fueron escondidos en diferentes partes de la ciudad. Pecando de excesiva confianza, el general Saldarriaga ordenó que tres columnas ligeras avanzaran de manera criminalmente imprudente al interior de la ciudad. Tan seguro estaba de su próxima victoria, que después de los primeros informes por radio de los jefes de las columnas, emitió su tristemente célebre comunicado, informando que Tacna ya estaba bajo control chileno.

Lo que sucedió más bien fue un baño de sangre. Una vez dentro del casco urbano, una voz por un megáfono anunció “¡Bienvenidos al infierno!”. Era la señal. Los peruanos atacaron simultáneamente en todas partes de la ciudad. Los misiles antitanque Kornet y Spike deshabilitaron los vehículos de vanguardia y retaguardia, dejando al resto de las columnas atoradas y vulnerables a los ataques de francotiradores y equipos de tiro peruanos. A distancia de quemarropa –al blindaje lateral y trasero– y por sorpresa, hasta los T-55 pudieron deshabilitar Leopards y Marders. Es testimonio de la disciplina y entrenamiento del soldado chileno el que pudieran mantener una semblanza de cohesión de sus unidades en medio de aquel asalto. Mientras se batían en retirada fueron también atacados por equipos peruanos que los habían flanqueado “tridimensionalmente” utilizando los sistemas de desagües de la ciudad. Tan entremezclados estuvieron, que la artillería y la FACH no podían intervenir, a riesgo de causar bajas por “friendly fire”. Fue recién a alrededor de las 4pm que las exhaustas tropas chilenas pudieron abrirse paso de vuelta a sus líneas. Atrás dejaban las ruinas llameantes de más de una docena de vehículos de combate y quizá un centenar de sus camaradas, entre muertos y heridos.

El cóndor chileno había sufrido su primer revés. Solo el tiempo diría lo que ello significaría. Por lo pronto, el general Saldarriaga fue separado de su mando. Lo reemplazó el general Munizaga, quien optaría por un estilo diferente.

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7 comentarios:

  1. McSutton... es martes... estoy esperando!

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  2. que chile tome tacna....eso no es ficcion ...es alucinacion...

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  3. Muy lindo estimado... pero como autor de estos temas
    realmente te crees que el ECH no tiene FFAA que son en general muy supweriores a las peruanas a pesar de la propaganda peruana, de veras crees que no hay tropas preparadas para combatir casa por casa a pe sin carros de combate metidos en un berengenal de guerra urbana?
    cuidado compadre que pierde objetividad el cuento cuando pones a tu enemigo como solo un conjunto de maquinas no de hombres con una muy superior preparacion.
    El ECH no es una guerrilla de narcoterroristas

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    1. el texto es claro un general ante un inicio relativamente facil peca de comfianza y subestima todo lo que aprendio en su carrera hasta al mejor pastelero se le quema la torta en el horno

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