La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

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Ahora que acabó la novela, cuál es tu personaje favorito?

viernes, 25 de diciembre de 2009

X. Promesas



“Bueno, si de lo que se trata es de ahorrar, entonces por qué no compramos Ticos y les ponemos dos ametralladoras, eso sería mejor que despilfarrar el dinero comprando tanques chinos descartables.”

“Johan”

Larepublica.pe, diciembre 2009

Ya que nos es imposible entrevistar a Francisco Ramírez, probablemente nunca sabremos si lo que él y su equipo desarrollaron fue una idea completamente propia, o si fue inspirado en las contramedidas implementadas por los serbios durante su guerra con la OTAN en 1999. Sea como fuere, sabemos que le tomó bastante trabajo convencer a los demás miembros de su equipo de la viabilidad y –sobre todo– utilidad de su proyecto. Sin embargo, no había clases en San Marcos: la federación de estudiantes había convocado a una protesta por la leva de hacía un par de días, y el rectorado había cancelado clases para evitar mayores problemas. Como recordarán todos los que vivieron esos aciagos días, era mejor ocupar los días haciendo cualquier cosa, en lugar de obsesionarse con las malas noticias que aparecían una tras otra.

Se habían pasado la madrugada entera haciendo los diseños, y cuando oyeron la noticia del inicio de la invasión terrestre no dijeron nada. Milton sirvió otra ronda más de café y siguieron trabajando en la sala. Los resultados que alcanzarían son aun más impresionantes cuando se toma en cuenta que lo basaron solo en fotos y esquemas que encontraron libremente en internet. Francisco se tomó un descanso para despertar a Cecilia, darle los medicamentos y llevarla al colegio. Los demás siguieron trabajando.

Papá, ¿qué es lo que está pasando? Nada, hija, ¿por qué la pregunta? ¿Hay guerra? ¿Nos vamos a morir? No hija, no pienses eso, no nos va a pasar nada malo. ¿Cómo sabes? Porque sí, no hay de qué preocuparse. Pero a mamá sí le pasó algo malo, ¿no? … Tuve un sueño feo, papá, que a ti también te pasaba algo feo. Cecilia, no nos va a pasar nada, ni a mí, ni a ti. ¿Lo prometes? Claro. ¿Cómo la promesa de que me vas a traer un perrito? Claro. En cuanto podamos comprar una casa con jardín, Cecilia. ¡Yeeeeeeeee! Hijita, ¿por qué no cantas? ¡Claro! Con su hija ocupada cantando, Francisco se aseguró de evitar que escuchara más malas noticias de las estrictamente necesarias. Hizo bien. De haber tenido la radio prendida solo habrían oído reportes de cómo los viejos T-55 de la 3ª brigada de caballería estaban siendo destrozados mientras intentaban frenar a los Leopard 2A4 de los chilenos con una tenacidad encomiable, pero fútil.

De todas maneras, otro era el tema que apesadumbraba a Francisco. Sabía que lo de la casa era una fantasía. Por su fibrosis cística, tarde o temprano Cecilia tendría que someterse a un transplante de corazón y pulmones. Eso era un platal, y Austral Seguros había encontrado un subterfugio legal para no hacerse cargo del costo de la operación. Todo el ahorro de Francisco iba dirigido a prepararse para esa certeza. Después de dejarla, compró una buena cantidad de medicamentos, por si acaso. No había forma de saber cuánto duraría la guerra, y era mejor estar prevenido.

Cuando regresó, Juan estaba descansando, pero Milton y Henry seguían trabajando parejo. Creo que el diseño básico ya está, Francisco. Sí. Creo que sí, también. Cualquier otra cosa ya la podremos arreglar sobre la marcha. Francisco le dio una última revisada a los esquemas y dio su aprobación. Muy bien, vayamos al taller a empezar el trabajo en el prototipo. ¿Estás seguro de que valdrá la pena, Francisco? Oye Henry, no jodas, no hemos trabajado tanto por las huevas. ¡Pero date cuenta de lo que le va a meter al proyecto! Tranquilos, muchachos yo sé lo que hago. Si no sale, no sale, caballero nomás. Pucha, pero acá hay un faenón en ciernes, profe, no quiero que malgastemos los recursos. Ya dije que normal.

Se treparon a la vetusta camioneta del Ing. Ramírez y partieron para el taller de metalmecánica de San Marcos. Francisco habló por celular con algunas autoridades y obtuvo permiso para que los cuidadores le permitieran usar las instalaciones. Estacionaron el auto y pusieron manos a la obra. Si esta cosa sale, vamos a tener que usar los talleres de la UNI, que tienen más cosas. Claro, pero no nos adelantemos. Además, para hacer suficientes a tiempo, habría que recurrir a cuanto taller haya en Lima. ¿Sí pues, no?

Los cafés, gaseosas cafeinadas y salchipapas siguieron fluyendo liberalmente ese día. El calor no ayudaba a hacer las cosas más fáciles. Tomaron turnos con las máquinas, y poco a poco la maqueta empezaba a tomar forma. Cuando le tocó el turno de descansar a Francisco, llamó a su hermana para pedirle que le ayudara con Cecilia. Sabía que a pesar de que el proyecto era sumamente rudimentario y tosco, requeriría su atención completa, si es que iba a tener alguna posibilidad de ser evaluada satisfactoriamente por el Ejército, y de ser de utilidad en la guerra. Su hermana ya vivía en un lugar bastante pequeño, así que no fue fácil convencerla, pero al final lo logró. Dio la hora de la salida, y Francisco partió a recogerla.

¡Hola papá! ¡Cecilia! ¿Cómo te fue en colegio? Bien, Papá, pero la gente está asustada por la guerra. Tranquila, Cecilia, no te preocupes por eso. Más bien te tengo que contar algo. Te vas a tener que quedar con la tía Julia un par de días. ¿Pero por qué? Vamos, no te pongas mal. ¡Imagina lo que te vas a divertir con tus primos! No me has contestado. Cecilia, tengo que trabajar muy duro en un proyecto estos días. Es muy importante. Después te llevaré a pasear. ¿Qué te parece el Parque de las Leyendas? Bueno… Francisco paró un taxi y negoció el precio de la carrera a Lince. Una vez dentro, Cecilia manifestó su extrañeza. ¿Qué pasa, papá? ¿Dónde está el carro? Ah, está en el taller.

En ese momento, Henry, Juan y Milton terminaban de soldar el armazón que habían montado en la camioneta Toyota de Ramírez. Sobre este, empezarían a colocar las planchas y demás componentes con los cuales le darían forma al “MBT-Otorongo”, como ya le decían en broma. Era una réplica idéntica del MBT-2011 -el nuevo nombre que le había sido dado al tanque chino MBT-2000 “modelo peruano”, para diferenciarlo del original y atenuar las críticas que habían aparecido desde que su compra fuera anunciada. Esta sería la plataforma perfecta para demostrar las contramedidas que Francisco y su equipo habían desarrollado.

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