“La tragedia de la historia peruana es la constante subestimación de los habitantes altoandinos por parte de la población criolla de la costa. E incluso cuando aquellos jugaron un papel clave, como en 1881-1883, fueron olvidados o ignorados rápidamente. La guerra de 2012 no fue excepción.”
Wilson Manrique
Historiador y sociólogo
Algo de temor sentían los niños mientras se dirigían a su destino, aquel 28 de marzo. Había algún tipo de reunión importante en la alcaldía y les cabía a ellos ir a buscar al viejo cascarrabias de Don Pedro, quien tercamente se rehusaba a contar con celular. En una guerra peleó, dicen. ¿De veras? Sí, a su esposa y sus hijos se los mataron, toditos. ¿Pero cuándo fue eso? No sé, hace tiempo, dicen. Pero bien bravo que es, dicen.
En efecto, al comenzar la crisis, las autoridades locales habían hecho un llamado a los pobladores a que pusieran el hombro. Las tropas iban a necesitar comida, vestuario y otros elementos misceláneos. El departamento de Cuzco iba a demostrar su patriotismo, y la comunidad campesina de Uchullucllu, provincia de Canchis no debía quedarse atrás.
Llevaban ya algunas horas discutiendo sin terminar de llegar a un acuerdo cuando llegó Don Pedro. Entre los mayores hubo cierto silencio mientras que los demás siguieron hablando por unos instantes más. Cuando finalmente dejó de haber ruido, Don Pedro avanzó lentamente hacia la parte delantera de la sala. Iba raras veces al pueblo, y cuando lo hacía conversaba poco y se iba tan pronto terminaba sus asuntos. Los niños se habían preguntado qué resultaba tan especial de este señor, que hasta medio ermitaño parecía. Algo les habían explicado que había sido un líder de importancia antes, pero que quedó muy decepcionado y se alejó de todo.
Adelante se le hizo un espacio, y tomó asiento. Por enésima vez, el alcalde explicó la situación: los chilenos querían quitarle el mar territorial al Perú y los peruanos no debían dejarse abusar. Pero el gobierno necesitaba nuestra ayuda para poderlo hacer, y requerían donaciones de alimentos para la tropa.
¡Comechados! ¡Sinvergüenzas! ¡Corruptos! Siempre pidiendo y pidiendo. ¡Siempre lo mismo! Nunca hacen nada. En ruinas, el colegio, y ellos nada. ¿Ahora quieren que les demos nosotros? Están locos. No hay agua, las cosechas fallan. No tenemos ni para alimentarnos nosotros y nos lo quieren quitar. Si no mejora la situación, tendremos que vender las tierras. No es justo, no señor.
¿Chilenos quieren ser ustedes? ¿Creen que los tratarán mejor? No. Debemos seguir los ejemplos de Grau y Bolognesi. Ellos sí daban todo por la patria. ¡Viva el Perú! ¡Viva! ¡Viva el Presidente!
La imprudente mención del presidente exacerbó los ánimos. La corrupción del gobierno era legendaria, y los comuneros de Uchullucllu no lo ignoraban. Todos los niveles habían sido copados por miembros del partido, y era casi requisito haber votado por ellos en las elecciones del 2011 para recibir recursos del Estado. Y como la provincia de Canchis no lo había hecho se encontraban completamente marginados. La popularidad del gobierno estaba por los suelos, y los últimos escándalos anteriores a los incidentes marítimos solo habían empeorado la ya precaria situación.
De los gritos se pasó a los empujones, y de los empujones a los golpes. El sonido de una explosión ensordeció momentáneamente a los presentes en la sala. Atrás, un hombre empapado de cerveza mostraba el espanto en la cara. En su mano derecha seguía sosteniendo el pico de la botella, cuyos fragmentos se encontraban dispersos alrededor suyo. Adelante, Don Pedro bajaba su Mauser 1898 y miraba atentamente a todos.
Entre hermanos no se pelea, carajo. Vamos a ayudar a la patria, pero no con donaciones que en corrupción se va a perder. Acá en esta sala veo varios de los que pelearon conmigo. Tenemos experiencia de pelea y lo vamos a demostrar otra vez. Estamos hartos de que nos ignoren. ¡Sí, sí! ¿Nos ayuda el gobierno regional? ¡No! ¿Nos ayuda el gobierno central? ¡No! ¡Fuera! Nosotros mismos vamos a mostrar lo que somos capaces. Este rifle lo disparé por última vez por 1992, hace mucho. Ahora de nuevo habrá que pelear y de nuevo habrá que ganar. Y cuando a los extranjeros les ganemos ya nadie nos podrá maltratar en nuestro propio país. ¡Vamos!
Algo había en el discurso de aquel sexagenario hombre que hizo que todos le prestaran oídos. No convenció a todos, pero fue lo suficientemente efectivo como para que un grupo de quince hombres entre jóvenes y adultos se plegaran a su llamado. La reunión acabó con esa decisión: en lugar de donarle recursos al gobierno, se encargarían de reformar y reequipar la vieja ronda. Poco sabían que la ronda que organizaron ese día, bajo la dirección de Don Pedro llegaría a tener un protagonismo fuera de toda proporción a sus recursos materiales y a la cantidad de miembros que la formaba.
A lo largo de los siguientes días se llevaron a cabo los preparativos necesarios. La “delegación” recibió del alcalde la donación de un pabellón con el escudo del pueblo. Se recolectaron todas las armas de cacería que había en la comunidad y se les entregó a sus representantes. Como era de esperar, fue una mezcla heterogénea de armas de todo tipo y de diferentes épocas. Se celebró una gran fiesta en que la comunidad pudo juntar el escaso efectivo del que disponían para que sus expedicionarios pudieran comprar suficiente combustible como para llegar a Tacna, donde podrían mostrar el gallardo pabellón del pueblo y entrar a apoyar donde fuera necesario.
Después de casi una semana de preparativos, y en medio de una gran despedida, partieron rumbo al sur. Antes de llegar a Tacna pasarían primero por Juliaca y Puno. No tenían planes concretos de quién los recibiría ni dónde se hospedarían, pero tenían la moral al tope, especialmente después de las lecciones de tiro de Don Pedro. No había chileno que se les podría oponer.
En la tarde del 5 de abril, mientras se encontraban a mitad de camino entre Puno y Tacna, divisaron cuatro aviones de combate dirigiéndose hacia el sureste. ¡La FAP ya está peleando! ¡Viva el Perú! Se alejaron las estelas. Al rato, en el horizonte vieron algunos destellos. ¡Seguro que están destruyendo a la FACH! ¡Viva!
Don Pedro no dijo nada. Algunas horas después le diría a sus compañeros en armas que la historia suele repetirse, especialmente para los peruanos.
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Ingreso por primera vez a este blog y he leido de un tirón las 4 entradas que he encontrado. Está muy bien planteado, con una buena dosis de misterio y suspenso que genera expectación. Pero, si mis cuentas no van mal encaminadas, debería haber a estas alturas bastantes más entradas en el blog, si es a razón de dos veces por semana. Estoy impaciente por leer la siguiente.
ResponderEliminarWilson Manrique? A ese tal Wilson no lo conozco, no tendrás por ahi una cita de Nelson Manrique? :D
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