La guerra de 2012

La guerra de 2012 es una pieza de ficción serializada que se publica dos veces a la semana, los lunes y jueves. Se empieza leyendo las entradas más antiguas, es decir, por las entradas que están más abajo.

Entre el 24 de noviembre de 2009 y el 19 de febrero de 2010 se publicó la Primera Parte de la novela.

A partir del 4 de marzo de 2010 se publicó la Tercera Parte y la novela acabó el 20 de mayo de 2010 .

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Ahora que acabó la novela, cuál es tu personaje favorito?

viernes, 27 de noviembre de 2009

II. Fracaso absoluto



El 5 de abril de 2012 fue un día muy duro para el Monstruo y para la Marina de Guerra del Perú. Sin embargo, al figurar en su status de Facebook la frase “Fracaso absoluto” y el emoticon de una cara lagrimeante, fueron solo sus amigos más cercanos quienes supieron que no se refería al hundimiento del BAP Almirante Grau, sino a algo de naturaleza completamente distinta. Ambos incidentes afectaron el ulterior desarrollo de los acontecimientos, tanto de la guerra, como la vida y muerte del Monstruo mismo.

Es aparente que el Monstruo había asimilado los mensajes de la propaganda militar peruana. Sí, en efecto, uno podía encontrarse en desventaja material; pero ello podía ser infinitamente compensado por la confianza en sí mismo y la determinación en la consecución del objetivo. En consonancia decidió que era momento en que él tomara el primer paso del plan que había ensayado mentalmente tantas veces. Solo hacía falta tener confianza, como las Fuerzas Armadas, y rechazar las dudas que sus compañeros de trabajo arrojaban sobre sus posibilidades de tener éxito.

Parte de su inspiración provenía, precisamente, de la propaganda que había rodeado al BAP Almirante Grau en los días anteriores. A pesar de que su origen era holandés, lo cual no lo situaba entre la élite de las naciones guerreras, y de un diseño de la segunda guerra mundial, el Monstruo estaba seguro de que sus repotenciaciones le permitían ponerse a tono con los tiempos y poder luchar en pie de igualdad. Sentía que había una similitud consigo mismo: quizá no era el candidato ideal, pero estaba seguro de que sus estudios eran equivalentes a las mejoras realizadas en el Grau. Después de todo, ¿qué sentido tendría la vida si uno no pudiera progresar?

Una extraña calma envolvía a Lima esa mañana. No se sabía si los encuentros, cada vez más serios, llevarían a una guerra total. Estaba muy al tanto de los rumores que circulaban en Internet: que a lo largo de la semana que habían durado las escaramuzas navales, un par de las fragatas Lupo de la Marina de Guerra habían ya sufrido daños de consideración y que la FAP había perdido más aviones en accidentes que en combate con el enemigo. Las noticias oficiales que oía esa mañana, indicaban, en cambio, que la situación se encontraba estable, con ambos bandos sufriendo daños equiparables. Como era su costumbre desde hacía varios años, se conectó a su servicio de mensajería mientras tomaba el desayuno. Por fortuna, su notebook sobrevivió la explosión que le quitó la vida, por lo cual tenemos acceso a la conversación que tuvo esa mañana:

franco dice:

habla mostro has visto esto?

el grau ya no esta en el callao

parece q se va pal sur

ptm se arma la grande

el moooooonstruo dice:

chucha, haber

En efecto, el BAP Almirante Grau no había sido visto esa mañana en el puerto del Callao. Inmediatamente revisó los foros militares de los que se había vuelto asiduo desde hacía una semana, además de sus más tradicionales foros de programación. Las especulaciones indicaban que había partido hacia la así denominada “zona de exclusión”, lo cual indicaba un escalamiento considerable en las hostilidades. Las lecturas al respecto diferían mucho, sin embargo. Había los participantes que indicaban que la presencia del Grau sería una gran derrota para Chile, ya que sus portentosas 12,000 toneladas les harían pensar dos veces antes de intentar hacer respetar su unilateralmente declarada “zona de exclusión” y demostraría la determinación peruana. Otros, indicaban que era una medida desesperada diseñada para impresionar a la opinión pública doméstica, ya que esta reclamaba que el gobierno tomara medidas más enérgicas ante la situación de crisis. Situación complicada, la que se le presentaba al gobierno. Por un lado alguna acción debía tomar para aplacar a la opinión pública, pero por otro, no debía serlo tanto como para llevar a la guerra total.

Por sus acciones durante el resto del día, es aparente que el Monstruo optó por la interpretación más optimista. Planchó su mejor camisa y se aprestó a imitar al Grau, esperando obtener un resultado favorable. Se mantuvo conectado mientras esperaba el micro que lo llevara a San Isidro y recibió confirmación de que el Grau había sido avistado a la altura de las islas Ballestas, en Ica.

Estos últimos días había estado partiendo cada vez más temprano para ir al trabajo. Las demoras lo tenían harto. Desde que había empezado el conflicto habían subido los pasajes del transporte público, lo cual llevaba a interminables discusiones entre los pasajeros y los cobradores. Siempre eran los mismos argumentos, indefectiblemente. Especialmente las tías, siempre las tías, se quejaba él. Argüirían que siempre llevaban la misma ruta y que siempre pagaban lo de siempre. Y los cobradores explicarían que no eran los mismos precios de siempre, que los combustibles habían subido. Y las tías contestarían que no pagarían un céntimo más, y que si les querían cobrar, llamarían a un policía. Y algunas veces lo hacían, lo cual implicaba aun más tiempo perdido. El Perú es siempre la misma mierda, comentaba a sus compañeros de trabajo.

Pero ese día el Monstruo salió con confianza. Ni los recientemente retirados cruceros de la clase Kirov –el Almirante Najimov y el Pedro el Grande–, tenían tanta artillería como el Grau, que era el buque artillado más poderoso del planeta. El más poderoso. Según había oído, ya habían sido choteados el bacancito de legal y el de publicidad. Quedaba él, y si hacía las cosas bien, no había razón para no tener alguna posibilidad.

Llegó al edificio del Grupo G-Y después de un accidentado viaje y se acomodó en su cubículo. Dio una mirada a su reloj: eran las nueve y cuarto. Había varias cosas que hacer en su área, ya que se había ordenado que se hicieran copias de seguridad de toda la información de la empresa, especialmente del proyecto M. Era un trabajo pesado, pero las circunstancias ameritaban que se hiciera, por si acaso. Trabajó como siempre, intentando mantenerse al tanto del trayecto del Grau. Era difícil, ya que entre Pisco y el comienzo de la zona de exclusión no había grandes núcleos de población que pudieran confirmar dónde se encontraba. No quedaba más que esperar que penetrara la zona de exclusión chilena y fondeara exitosamente en Ilo. En cuanto a su propio plan, procedió a dirigirse al ascensor para subir al piso 18, casi al final de la jornada laboral.

A esa misma hora, el BAP Almirante Grau entró en la “zona de exclusión”.

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martes, 24 de noviembre de 2009

I. Prefacio




“Al amanecer de hoy, tres brigadas chilenas, apoyadas por tanques y cazabombarderos, atacaron a la 32ª Brigada de Infantería. Durante las primeras horas, todas las unidades en Tacna sufrieron fuertes pérdidas.
Para evitar ser flanqueado, desplegué la Tercera Brigada de Caballería, pero tal como sabes, Otto, son pocos los tanques operativos en nuestras unidades. Y qué se puede esperar de esos viejos tanques T-55, que solo sirven para dispararle a las palomas.
Es difícil, muy difícil, Otto. Mis muchachos están peleando como héroes. ¿Pero qué pueden hacer contra un tanque o un avión? Donde hay alguna posibilidad de defender una posición nos sostenemos; luchamos desde cualquier punto fuerte, y el enemigo no nos puede desalojar. Pero son pocos los lugares así, y los chilenos siguen avanzando, evitan los ataques frontales, nos rodean; ganan tiempo y espacio. Los policías en la frontera también están resistiendo, pero quedan pocos y no tenemos cómo apoyarlos. Y así, los chilenos avanzan, insolentemente, altivos, comportándose como conquistadores. ¡Y esto en el primer día de la guerra! ¿Qué irá a ocurrir después?”
Comunicación del jefe de la Región Militar Sur al Comandante General del Ejército, Otto Gjurinovic
-7 de abril de 2012

Las relaciones entre Perú y Chile no se terminaron de recuperar tras el caso de espionaje de fines de 2009. Ese es el problema cuando uno moviliza el nacionalismo con fines electorales: una vez que se le permite surgir cobra vida propia, y no es fácil hacer que el genio regrese a la botella. Los candidatos presidenciales chilenos tuvieron que tomar el tema de qué hacer ante las “bravuconadas” peruanas como un asunto de Estado, y la retroalimentación entre propaganda política y opinión pública irónicamente convirtieron a Perú en una especie de “amenaza a la paz” con la cual había que lidiar firmemente, y alejarse de cualquier medida que pudiera parecer remotamente similar al apaciguamiento de la década de 1930 ante Hitler. Este endurecimiento frente al Perú incitó a su vez al nacionalismo peruano, tanto el estatal como el popular, que en las elecciones de 2011 impulsó a la presidencia a un candidato que prometía “salvaguardar firmemente” los intereses peruanos frente al accionar chileno. En el Perú, la que era vista como la amenaza era Chile. Las tensiones no habían alcanzado este nivel desde hacía muchas décadas.
Quizá no habrían bastado con estas tensiones por sí mismas, ni siquiera sumada la ya desbocada opinión pública en ambos países, para desencadenar la terrible guerra de 2012. Como es bien sabido, varios acontecimientos internacionales contribuyeron a desestabilizar la política mundial en los meses anteriores al inicio del conflicto. La caída súbita de los gobiernos pro-occidentales en Iraq y Afganistán y su reemplazo por gobiernos ultra-islámicos, sumado al anuncio formal por parte de Irán sobre su efectiva posesión de armamento nuclear, habían puesto a Estados Unidos a la defensiva en el Medio Oriente, así como dañado severamente su prestigio. La subida de precio del petróleo había desestabilizado la economía mundial y afectado duramente a los países no productores, tales como Perú y Chile. Aumentó la tensión entre Colombia y Venezuela, y estalló la guerra entre ellos, sin que hasta ahora se tenga absoluta certeza de quién la precipitó, pero quedando muy claro que fue Caracas la que pudo aprovechar los petrodólares para mantener la iniciativa en el conflicto. Tal vez fue la inhabilidad de Estados Unidos, la ONU y la OEA para ponerle fin a esa conflagración lo que hizo que la posibilidad de que estallasen otras guerras pasara de ser quimérica a un muy verosímil. Las demás crisis son también conocidas por todos. Y fue en ese contexto que la corte de La Haya emitió su parecer respecto de la controversia limítrofe entre Perú y Chile.
Se han escrito muchas páginas analizando el fallo de fines de 2011. Sobre si fue prudente que la corte se pronunciara cuando las relaciones entre ambos países se encontraban en mal estado. Sobre si el fallo mismo era justo, o si lo único que logró fue antagonizar a ambos partidos sin satisfacer a ninguno. Sobre si ambos gobiernos no reaccionaron de manera excesiva. Sobre si fueron los gobiernos quienes movilizaron a la opinión pública o si fue esta la que obligó a actuar a los gobiernos. Sobre si la vena del militarismo sigue presente en ambas, precarias, repúblicas. En cualquier caso, el fallo resultó ser la gota que colmó el proverbial vaso. Algún tipo de conflicto armado se volvía cada vez más difícil de evitar.
Esta crónica, sin embargo, no se centrará específicamente en la descripción de los diferentes incidentes que precedieron al inicio de hostilidades. Tampoco en narrar el desarrollo de las operaciones militares que tuvieron lugar durante la guerra misma. Esos temas están ampliamente difundidos en las infografías e incluso álbumes que sobre la guerra han empezado a circular. Lo que intentaré hacer es describir la vida de tres peruanos que participaron en la guerra; cada uno de los cuales, a su manera, tuvo un rol protagónico en su desenlace. Lo hago a pesar del “monopolio” informativo impuesto por las Fuerzas Armadas, en el cual se colocan a sí mismos como los únicos actores significativos de la guerra.
Conocí personalmente a uno de nuestros personajes, y fue al preparar unas breves palabras para su funeral que empecé a indagar más profundamente sobre su papel en la guerra. Entrevisté a sus familiares y amigos. Investigué en los archivos de nuestro centro de labores, que fue donde encontré las pistas que me llevaron a los otros dos personajes, a quienes procedí a investigar también. Mis averiguaciones me llevaron a descubrir cosas que aun hoy, y después de todo lo que hemos presenciado durante la guerra, me asombran.
Solo me queda pedir disculpas a los lectores por la precariedad con que es publicada esta crónica. Hay intereses muy atrincherados que se han asegurado de que esta no vea la luz en ninguna editorial “respetable”. La publicación en línea ha resultado mi única alternativa, ya que al haber sido despedido por mis pesquisas no cuento con otro medio. Aun así, considero que esta historia debe poder ser leída por mis conciudadanos. Sirva esto de homenaje a quienes ya no están entre nosotros.