Don Pedro miró a la teniente-coronel Jesús Trelles con estupefacción. Ella no sabía qué más decirle. La directiva había sido clara: mientras a menos comités de autodefensa se les extendiera beneficios, mejor; y por más que ella había intentado incluirlos, había sido en vano. La sustentación documental de las actividades de la ronda de Uchullucllu era escasa. En buena medida se basaba casi exclusivamente en el testimonio de los ronderos mismos y carecía de corroboración de oficiales del Ejército. La paradoja enfurecía a Pedro Páucar. La falta de testigos del Ejército se debía precisamente a que durante muchos meses fueron dejados a pelear a su suerte, y ahora ese mismo abandono servía de justificación para ser ignorados una vez más después de la guerra. Como si Sendero se hubiera derrotado a sí mismo. Como si los huérfanos se hubieran parido a sí mismos.
Dicen que la locura consiste de repetir la misma acción esperando un resultado diferente. Había pasado casi veinte años desde su infructuoso viaje a Lima, y sin embargo, acá estaba de nuevo, peleando en otra guerra. Tenía la esperanza de que no era exactamente la misma acción. Esta vez el enemigo no era interno, sino externo. Además, Filomeno Poma, con sus artilugios electrónicos, se estaba asegurando de que su accionar quedara registrado para la posteridad.
El sargento Páucar volvió a observar la línea de combate. Las fuerzas del distrito de Marco acababan de tomar el flanco derecho de los chilenos. A pesar de su aparente desorden, habían aprendido a utilizar el fuego de cobertura para ganar terreno con más seguridad. El poder de fuego del enemigo, sin embargo, causaba devastadores bajas entre los atacantes. Los ronderos que avanzaban para asaltar las posiciones chilenas a veces no tenían más opción que pisar los cuerpos de sus camaradas caídos. No obstante, una y otra vez tuvieron los chilenos que reformar sus líneas, a medida que sus hombres iban cayendo.
Se había llegado al tipping point. Los chilenos daban muestras de estar exhaustos, mientras que él, con ventaja de números, todavía contaba con considerables reservas de hombres que aun no habían sido comprometidos en combate. Un empuje más, y podría desarticularlos por completo. Y era crucial hacerlo pronto, pues la posibilidad de que otras fuerzas chilenas vinieran al rescate era su espada de Damocles. Que me lo digan a los de Tulumayo que se preparen para acabar con los chilenos. Que me los tuleen.
Entre los ronderos del centro de la República, los de Tulumayo eran una especie de tropa de choque. Avanzaron ordenadamente hasta la posición designada y su portaestandarte desplegó una bandera raída y desteñida al extremo. Me contaron, Páucar, que esa misma bandera la usaron con Cáceres, y también contra Sendero. Sonó el primer pitazo, indicándole a los ronderos de Marco que proveyeran fuego de cobertura. Con el segundo, los de Tulumayo se lanzaron al asalto.
La línea chilena vaciló primero, y cedió después. Los ronderos acabaron con varios de ellos. Los últimos sobrevivientes se reagruparon para una última resistencia. No hubo tregua, y les llovió una tormenta de balas. Poco después, adonde Páucar empezaron a llegar numerosas solicitudes desde las unidades que estaban en contacto con el enemigo. ¡Munición! ¡Tráigannos más munición!
*****
Bernarda Rojas hubo de contener su curiosidad hasta llegar a su habitación de hotel. Entre tanto, se dedicó a oír las últimas noticias. Un compañero de la universidad estaba haciendo un reportaje desde el frente. Si bien un contingente enemigo había desembarcado en el flanco, este se encontraba aislado y pronto sería eliminado. En cuanto a la contraofensiva peruana en tierra, la situación también era alentadora. A pesar de que el enemigo había atacado con sus mejores armas y soldados en Sama, las de Chile habían podido contenerlas del todo. Entre tanto, la ruptura del frente por el flanco izquierdo era solo momentáneo y podría superarse pronto. En medio de todo, decía su colega, los objetivos chilenos ya se habían alcanzado: la Marina de Guerra del Perú había sido derrotada completamente, dejando el territorio marítimo reclamado en manos de Chile, y pasarían lustros antes de que se repusieran las pérdidas de la FAP y EP. Las horas finales de la guerra ya se estarían acercando.
Una vez en privado, prendió el televisor, y se sentó a abrir el sobre y revisar los contenidos. Sus investigaciones ya llevaban varias semanas, y esperaba que estos documentos le ayudaran a aclarar el panorama. La documentación confidencial que había obtenido anteriormente le confirmaba que el 4 de abril de 2012, el gobierno de Chile sabía que era cuestión de esperar dos días para que la ONU emitiera una resolución condenando las acciones peruanas en el incidente naval del 31 de marzo. Una magnífica victoria diplomática había estado a la mano y fue desperdiciada.
Los documentos consistían de algunas órdenes remitidas por el Consejo de Ministros a la FACH. Las revisó una por una y no encontró nada llamativo. Después del 31 de marzo, se instruía que se debía mantener una cautelosa vigilancia sobre los movimientos navales peruanos. Las órdenes del 5 de abril eran idénticas. Idénticas. Bernarda volvió a revisar la fotocopia y sus contenidos, una y otra vez. A menos de que fuera una falsificación, había acá una grave discordancia.
Abrió el doble fondo de su maleta y sacó otro fajo de documentos. Los revisó rápidamente, hasta que encontró el que buscaba. Era la orden del general Wood, comandante de la base aérea de Iquique. Estudió la cronología. En efecto, poco después de que el BAP Grau fuera detectado por el radar de un Persuader, el gobierno dio la orden de que dos F-16 partieran para hacerle sombra. La orden fue retransmitida por Wood. Pero escasos diez minutos antes de su despegue, dio otra orden para que partieran doce más, seis portando equipamiento anti-buque y otros seis listos para dar cobertura aérea. Con la orden de hundir al Grau.
Dejó que el significado de la documentación se asentara en su mente. No había sido el gobierno el que había decidido bombardear al Grau, sino Wood. Y todo se había mantenido encubierto. Lógicamente, la revelación de esta información podría hacer tambalear al gobierno y el apoyo popular al esfuerzo de guerra. Mientras meditaba cuál era su deber como chilena y como periodista, veía la TV como zombie. Un auto se había desbarrancado en la costanera, ahí en Iquique, y había muerto su ocupante, un oficial de la FACH. Vio la foto, y era él, su informante.
Gracias por la nueva entrada...
ResponderEliminarPero por favor, que sean 3 historias por entrada... ya pues...
Huele a Huamachuco...
ResponderEliminarPor fin algo bueno les pasaria a los chilenos, a pesar de todo, mejor armamento, sorpresa tactica y mejor entrenamiento no pueden con los peruanos; los cuales no les ganan ni a Sendero en el Vrae...
ResponderEliminarLone Star
Una duda, ¿no había muerto la teniente-coronel Jesús Trelles hace un par de episodios?
ResponderEliminarCorrecto. El primer párrafo es un flashback.
ResponderEliminarEl mantener el mismo tiempo verbal hizo que me confundiera y no me diera cuenta del flashback.
ResponderEliminarQUIERO LABATALLA DE EL MEGA PLAZA MMMM
ResponderEliminarmega plaza mega plaza
ResponderEliminariamthewalr te lo pide la multitud
¡Munición! ¡Tráigannos más munición!
ResponderEliminarImposible lo combatientes de las autodefensas en casi 20 años de guerra interna han aprendido que es mejor dejar pasar la oportunidad si las condiciones para la victoria no están dadas, además ellos en la ficción ya an estado combatiendo contra los chilenos y obviamente que ya saben cómo es combatir contra fuerzas regulares y fuerzas especiales, a eso súmale el hecho de que la emboscada la prepararon los roderos.
Y los rpg (en el cenepa los ecuatorianos se quejaros del uso de esta arma por los Peruanos, pensaban que eran armas incendiarias)
a estas alturas de la guerra los ronderos ya contarían con morteros.
Ojala la historia no se repita (eso ya depende de ti y no de la suerte)
Si bien es cierto que en la guerra interna en las fuerzas armadas hubo una total negativa a entregar armas de guerra a los ronderos, esto se debió a que existía la posibilidad de que se le diera mal uso a estas, adema de que también se tenía el temor de que las armas termines en manos de los terroristas que era lo peor y también se tenía la experiencia de los paramilitares en Colombia.
ResponderEliminarRecuerden al comandante “Huayhuaco” cuando dijo ¡entragenme 100 FAL y acabare con sendero en un mes! Al final este señor termino juzgado por narcotráfico.
En el caso de la ficción la condiciones son otras el enemigo es Chile y es una guerra convencional; es más que seguro que muchos militares apoyarían con armas, inteligencia y apoyo cercano a las fuerzas irregulares,
la teniente coronel Jesús Trelles no estaría sola
... mientras tanto... la esposa del Chileno Grimaldi se encontraba solapa con su amante Peruano.. un zambito de la victoria...
ResponderEliminar..... y hace 129 años atrás las Limeñas esperaban a los soldados victoriosos entraran a sus......
ResponderEliminar..... y hace 500 años despues de la batalla del Maule las mujeres mapuches y las araucanas speraban impacientes en sus cuevas a los soldados victoriosos del gran conquistador inca Tupac Yupanqui ......
ResponderEliminarSaludos y que siga la juerga ja ja ja
.....y hace 500 años los incas fueron derrotados por los salvajes y valerosos araucanos.... pero que importa si Chile aun no nacía ni menos Peru
ResponderEliminar... lo que Grimaldi no sabia...era que su papa era un Boliviano...
ResponderEliminarGrimaldi hijo de bolibiano
ResponderEliminarJajajajajajajajaj jojojojojojojojojojojojojojo
Y su esposa tiene un amante del “comando sur”
jajajajajajajajajajajajajajajajajajajaj
Aso si ta bueno